martes, 7 de julio de 2015

COLMILLOS BAJO EL BURKA (2013)


La escuela de cine iraní continúa dando mucho de qué hablar en especial en estas dos últimas décadas y es que sus trabajos resultan no sólo impecables, sino capaces de competir en cualquier festival. Los más cinéfilos no pueden evitar sentir cierta atracción por una industria de lo más impactante y de la que vamos disfrutando en pequeña dosis, puesto que son pocos los títulos que, como siempre, llegan a nuestra cartelera.

La directora y guionista Ana Lily Amirpour ya es una más de la lista de autores que han sabido conquistar al público con la influencia de sus orígenes, aunque bien es cierto que nació en Reino Unido y su carrera se ha desarrollado en Estados Unidos. Independientemente de ello, la cineasta se lanzaba con su ópera prima, “A Girl Walks Home Alone at Night”, una historia vampírica situada en Bad City, en algún paraje remoto de Oriente Medio. Sus calles desoladas dejan en evidencia un mundo conflictivo en el que intenta sobrevivir Arash (Arash Marandi), un joven que procura ganar dinero para costear las deudas de un padre adicto al alcohol, las drogas y las mujeres y para mantener su único capricho, su coche. Por las noches, entre la oscuridad, vaga un ser que busca su siguiente presa. Arrastrando su chador, una mujer (Sheila Vand) observa a los proxenetas, las prostitutas y los narcotraficantes para escoger su alimento sin reparos.

Esta estela romántica y moralista del vampiro la hemos visto recientemente en “Only Lovers Left Alive” (2013), cuando Jim Jarmusch recuperaba la visión del clásico monstruo humanizado, con la suficiente lucidez como para discernir entre el bien y el mal. En este caso, la autora repite fórmula con aires de Nouvelle Vague para construir un drama con tintes de híbrido y es que no olvida otorgar cierto halo siniestro a la tradicional figura del vampiro, mientras extrae sentimientos internos como la bondad y el amor. Y es que este ser es capaz de avisar antes de morder o de asustar a un niño para que se porte correctamente.

Los eternos silencios son interrumpidos por diálogos reflexivos que, a pesar de su correcta utilización, consiguen desestabilizar el ritmo de la narración en algunas ocasiones para desembocar en un final agridulce y bien realizado, pero que no satisface. Los sutiles toques de humor negro se entremezclan con el onirismo ofrecido tras la estupenda labor fotográfica de Lyle Vincent. La elegancia del blanco y negro saturado, muy propio del expresionismo más tradicional, potencia la tétrica atmósfera e hipnotiza con tal desfile de sombras y siluetas. Un trabajo espléndido y perfectamente cuidado que mantiene esa ilusión macabra encerrada en cada imagen a la par que permite recrearse en cada detalle con tal profundidad de campo. Su estética cercana al videoclip queda diseñada de forma sobresaliente hasta alcanzar un preciosismo impoluto y es que el ejercicio realizado por Amirpour es técnicamente irreprochable.

Tras ese halo irreal se esconde una verdad más terrenal marcada por los personajes, con la claustrofobia de no poder cambiar el futuro por arrastrar el pasado. Personas que han dejado de querer, que no son capaces de realizar sus sueños, manchadas por el vicio que arrastra la inmundicia, que conocen los límites de su rutina y se conforman con ellos. Bajo un oscuro chador, surge Vand como una mujer delicada pero de gran fuerza e independencia, representando una estupenda imagen crítica de la figura femenina en Oriente Medio. Junto a Marandi forman una pareja de gran magnetismo al representar dos polos opuestos que acaban acercándose irremediablemente. También destaca la intervención de Marshall Manesh como Hossein, siendo la única cara conocida tras su paso por la exitosa serie “Cómo Conocí a Vuestra Madre” en el divertido papel del chófer Ranjit.

El misterio se cierne sobre “A Girl Walks Home Alone at Night”, una producción más que evidencia las grandes influencias que ha generado el cine iraní en esos nuevos directores que no presenciaron el esplendor de su época dorada y su consiguiente conquista del mercado internacional. Amirpour deja atrás el mundo del cortometraje para sumergirse de lleno en el metraje extenso de forma brillante y es que es indudable el talento técnico que muestra junto a Lyle Vincent. 7,5/10

Lo mejor: el fino cuidado vertido en cada minuto de la cinta hace que sea una experiencia enriquecedora y de gran poder contemplativo.

Lo peor: los altibajos en su narración hace que el interés disminuya en determinados momentos. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario