miércoles, 29 de julio de 2020

MEMORIAS DE UNA TRAGEDIA (2019)

El director y guionista tunecino Mehdi M. Barsaoui tan solo llevaba cuatro cortometrajes a sus espaldas cuando se lanzó, en 2019, a crear su ópera prima, “A Son” (“Bik Eneich: Un fils”), con la que se ha paseado por la red de festivales internacionales de cine con resultados más favorables de lo esperado. Premiado en Venecia, Hamburgo o El Cairo, entre otros certámenes, el cineasta ha logrado despegar su carrera de la mejor manera posible: llamando la atención. No hablamos de ningún tipo de controversia, sino de un trabajo que ha sabido pulir para ganar méritos fuera de las fronteras de su país. Una coproducción entre Túnez, Francia, Líbano y Catar en la que se tratan cuestiones de gran actualidad e interés, como el tráfico de órganos, el papel de la mujer dentro de la sociedad árabe o el choque entre la ciencia y la cultura.

La vida parece sonreír a la familia Ben Youssef en el verano de 2011. Fares (Sami Bouajila), su esposa Meriem (Najla Ben Abdallah) y su hijo de 11 años Aziz (Youssef Khemiri) celebran, junto a sus amigos, el ascenso de ella en su carrera profesional. Sin embargo, Fares debe marcharse el lunes para mantener su negocio ante una huelga inminente y desea que su familia le acompañe. Durante el trayecto, su coche es atacado por un grupo armado en mitad de la carretera, resultando Aziz herido de un disparo. Ya en el hospital, su diagnóstico es terrible: necesita un trasplante de hígado cuanto antes. Así comienza la búsqueda de un posible donante, pero esto provocará que un secreto se revele y provoque un tremendo vuelco en una situación que transcurre a contrarreloj. En clave dramática, Barsaoui reconstruye el pasado de Túnez a través de una historia íntima recluida, en su mayor parte, en los pasillos de un hospital.

“A Son” se sitúa a pocos meses del fin de la popular Revolución de la Dignidad, la cual había empezado en diciembre de 2010. Para el verano del 2011, tras meses de manifestaciones masivas y huelgas generales, la población tunecina celebraba el derrocamiento del gobierno autoritario de Zine El Abidine Ben Ali. Parecía que el ambiente se iba destensando, por lo que la familia Ben Youssef no podía siquiera imaginar el destino que les esperaba. Apenas han transcurrido unos minutos de la cinta cuando asistimos a este golpe asestado por el azar. Desde ese momento, la tensión aumenta a paso seguro por medio de giros sorpresivos que complican cada vez más la salvación del pequeño. Nace la impotencia, la desesperación, la pérdida de la esperanza cuando se lucha contra muros casi infinitos, sustentados sobre el firme suelo de la tradición y elevados por encima, incluso, de la ciencia.

No demos nada por hecho, puesto que la donación, en determinados países, no resulta tan sencilla como creemos. Estamos ante el choque entre la medicina y la cultura y, por tanto, dicha donación posee ciertos límites difíciles de comprender. Fares y Meriem son un matrimonio avanzado, aparentemente unidos por el respeto y la igualdad, pero este obstáculo les arrastra hasta el conservadurismo más férreo de Túnez, en el que no se pueden aceptar donantes externos al núcleo familiar más directo o en el que la mujer no puede ni debe tomar decisiones con respecto a su propio hijo, por lo que depende en todo momento de Fares. Sin embargo, son demasiados los lastres que acaban con la comunicación del matrimonio. Fares siente el dolor del secreto fulminante y la pérdida de los pilares que soportan su felicidad, por no hablar de una impotencia que comparte con Meriem por ver que no hay forma alguna de salvar a su hijo. Ella se siente desorientada, abandonada, sin apoyo, sin capacidad para obtener una respuesta, una cura, la salvación. Encerrada por su cultura, cada vez más siente el peso de una terrible losa sobre su cabeza con la única presencia de un médico dispuesto a ayudar.

Una complicación más surge cuando Fares conoce a un hombre (Slah Msadek) que le lleva a su hospital privado para ofrecerle la posibilidad de comprar un hígado a cambio de dinero. Tras una apariencia afable y una triste historia que despierta en Fares la compasión y empatía, se esconde una terrible red de tráfico de personas que se extiende, incluso, hasta Libia y en la que el propio protagonista se verá inmerso hasta un límite insospechado. Ambos actores son rostros populares en la industria cinematográfica y televisiva local. Por un lado, En España hemos tenido la oportunidad de ver a Bouajila en plena acción, especialmente gracias a sus trabajos en Estados Unidos y Francia, con películas como el blockbuster “Estado de Sitio (The Siege)” (Edward Zwick, 1998), protagonizada por Denzel Washington, Annette Bening y Bruce Willis; o las comedias francesas “Besen a Quien Quieran” (Michel Blanc, 2002) y “Una Dulce Mentira” (Pierre Salvadori, 2010). Siempre papeles secundarios que, en algunos casos, se remiten a perpetuar ciertos estereotipos en el boom del terrorismo islámico por el que pasó hace unos años el cine. Por su parte, Slah Msadek es desconocido bajo nuestra mirada, pero, en realidad, es un actor veterano bastante popular en la televisión tunecina, un camino que sigue también la excelente actriz Najla Ben Abdallah.

El veterano director de fotografía Antoine Héberlé se encarga de potenciar los instantes de retrospección con grandes contrastes junto a los hipnóticos paisajes desérticos de la zona. Unas imágenes cautivadoras que resurgen como un soplo de aire fresco entre la opresión que sufren los personajes por esos muros del hospital tan pesados. Esos parajes que no parecen tener fin rodean la historia de “A Son”, un acertado primer largometraje que nos invita a seguir la trayectoria profesional de Mehdi M. Barsaoui. Un debut muy destacado que reconstruye la memoria histórica de Túnez a través de una narración que encadena una situación trágica tras otra, que sobrevive entre dilemas, obstáculos y yugos sociales y que concluye en la necesidad de no rendirse jamás. 

Lo mejor: la historia se desarrolla a partir de una creciente tensión que nos atrapa por completo. 

Lo peor: la conclusión de ciertos dilemas que quedan simplemente en el aire, sin más, o que se resumen excesivamente sin el menor detalle de lo acontecido.


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