miércoles, 1 de julio de 2015

SANDRO, PATÉTICO Y ENAMORADO (2014)


Qué pocos títulos de cine georgiano llegan a nuestras manos, por lo que si tenemos una mínima oportunidad, no está de más aprovechar y conocerlo más profundamente. Una industria que aún a día de hoy sigue siendo una gran desconocida y que siempre da la sensación de estar demasiado lejos. Muy en la línea de la nueva ola del este europeo, el director y guionista Levan Koguashvili presentó en 2014 su segundo largometraje, “Blind Dates”, tras pasar por el mundo del cortometraje y el documental.

Sandro (Andro Sakhvarelidze) es el protagonista de esta película. Rozando la cuarentena, aún sigue viviendo con unos padres, que le tratan como si fuera un niño pequeño. Siempre debe pedirles permiso para coger el coche o para macharse un fin de semana de la ciudad. A pesar de trabajar en un instituto como profesor de historia, no parece tener prisas por madurar y mucho menos por tener responsabilidades. Junto a su amigo Iva (Archil Kikodze), comienzan a tener citas con mujeres que conocen a través de Internet, pero todo cambiará cuando Sandro se encuentre con Manana (Ia Sukhitashvili), la madre de una de sus alumnas. Ambos se enamoran prácticamente de inmediato, pero ella está casada con un presidiario bastante celoso y dominante, Tengo (Vakho Chachanidze), que saldrá pronto de la cárcel y complicará la vida del protagonista.

Una trama construida a partir de diferentes situaciones absurdas e inesperadas, pero no nos confundamos. Bajo toda esa máscara de sutil comicidad que tan sólo nos despierta alguna que otra ligera sonrisa, se esconde un drama cotidiano muy suavizado, con un personaje principal que resulta patético y quizás decir este calificativo sería quedarse corto. Conocemos su triste realidad a un ritmo pausado hasta que Tengo entra en escena. A partir de ese momento, Sandro ve cómo su rutina se rompe para dar paso a escenas que pretenden ser irrisorias y divertidas, en las que simplemente se deja llevar, sin poner ningún impedimento ni expresar sus emociones. Atraído por Manana, no es capaz de negarse a nada y es por eso que, en más de una ocasión, asume las consecuencias de otros. Koguashvili sabe sacar partido a sus miserias y precisamente por ésto es inevitable reírnos de su tragedia, pero nunca con maldad, al contrario. El autor consigue que sintamos cierta empatía y que su protagonista nos enternezca mínimamente, sobre todo, en los momentos más agridulces.

Sakhvarelidze encarna a un hombre callado, introvertido, que no presenta estímulos ante ninguna situación, ya que, más bien, parece pasear por la vida como si no tuviera otra cosa que hacer. El actor cumple con su papel a la perfección. Podemos percibir cada gesto y mirada sin necesidad de recurrir a las palabras. Por su parte, mientras que su compañero Kikodze se muestra más avispado a través de Iva, es con Chachanidze con quien disfrutamos más. Desde el momento en que abandona la prisión, la cinta se prepara para dar rienda suelta a constantes enredos motivados por el dinero y el engaño, y en los que Sandro participa únicamente como taxista particular de Tengo. Sin embargo, por encima de todos, destacan Kakhi Kavsadze y Marina Kartsivadze como el padre y la madre respectivamente y es que, todo lo que ha querido transmitirnos el director, lo plasma notablemente a través de ellos. 

Los largos planos nos sitúan en un ambiente empobrecido y periférico, muy similar a la clásica imagen que tenemos de algunos países del este europeo. Cielos nublados con una lluvia casi permanente, urbes demasiado pobladas que marginan la miseria, relegándolas a barrios herméticos, en donde principalmente conviven los inmigrantes. Y entre esta atmósfera gris surge el amor imposible entre Sandro y Manana, dando un color más alegre al día a día, pero arrastrando el dolor de aquéllo que nunca se alcanza.

“Blind Dates” quiere despertar de la rutina a quien no lo espera, con personajes entrañables que se liberan, en cierta manera, de las cadenas sociales para, posteriormente, volver a atarse a ellas. Qué difícil es salir de lo común y es que nunca hay que esperar a que la felicidad llegue a nosotros, sino que hay que salir a buscarla cada vez que amanece, aunque traiga desgracias o nunca la logremos, pero lo más importante es seguir al pie del cañón. 5,5/10

Lo mejor: el drama romántico y social que se construye a partir de la cotidianeidad.

Lo peor: la pretensión de hacer una comedia cuando tan sólo despierta una leve sonrisa. La mitad del metraje resulta tedioso, manteniendo nuestra atención a duras penas.



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