Es
difícil imaginar cómo será nuestra reacción en el caso de que viviéramos, por primera vez, una situación extrema. Podemos reflexionar sobre esta cuestión durante un tiempo
indefinido, pero jamás daríamos con algo certero y es que el ser humano es
totalmente impredecible en esos momentos. Solemos pensar que nuestros instintos
saldrán a flote, pero, en este caso, ¿una mujer reaccionaría de la misma manera
que un hombre?
Básicamente
ésta es la idea que el director y guionista sueco Ruben Östlund presenta como premisa en su trabajo, “Fuerza Mayor”, una producción que conquistó por completo el interés de
la crítica por haber sido considerada una de las mejores películas de habla no
inglesa durante el año 2014 al ser nominada para los Globos de Oro, entre otros muchos premios que recibió a lo largo del circuito de festivales internacionales más importantes, como el de Cannes o Sevilla.
Una
familia disfruta de sus tranquilas y perfectas vacaciones en los Alpes. No
obstante, la paz se rompe cuando deciden comer en el restaurante del hotel y,
de repente, se produce una avalancha que no ocasiona daños, pero sí asusta a
los clientes. Mientras que Ebba (Lisa Loven Kongsli) intenta proteger a sus
hijos por encima de todo, su esposo, Tomas (Johannes Kuhnke), recoge su móvil y
sus gafas de sol, que están sobre la mesa; y huye sin mirar atrás. Una reacción
inesperada que cambiará el destino de toda la familia y que afectará psicológicamente
al matrimonio.
La
trama se intensifica desde el principio, pero da un mayor protagonismo a las
consecuencias de las decisiones de ambos personajes, otorgando un mayor peso a
los diálogos, cargados de un sarcasmo muy audaz, pero no tan ágiles como cabía
esperar. Ver cómo aquella familia idílica se desmorona en cuestión de segundos
es el punto más sorprendente de un guión redondo cosechado en un escenario
invernal que rebosa belleza en todo momento, pero que, a su vez, despliega ese
halo nevado de misterio.
Es
curioso ver cómo el ser humano necesita confiar en quienes le rodean, pero
tarda en sentirse seguro, mientras que puede llegar a perder toda esa confianza
en cuestión de segundos y tardar toda una vida en volverla a recuperar. Aunque
más interesante aún, a la vez que sádico, es ver cómo disfrutas en el momento
en que la perfección se vuelve inmunda para acabar cayendo en inseguridad y
confusión a partes iguales. Östlund consigue adentrarnos en ese mundo sin poder darnos cuenta y, además, nos obliga a empatizar con dos opciones verdaderamente opuestas, dos visiones de un mismo hecho, llegando a comprender la situación de la manera más objetiva posible. Individualismo, crisis de pareja, egoísmo, incomprensión, narcisismo, rencor, protección, supervivencia, etc. Una increíble multitud de cuestiones que, en tan sólo 118 minutos, van desfilando meticulosamente en pantalla y con las que es difícil no sentirse de alguna forma identificado.
Lo mejor: la fantástica
interpretación de Kuhnke y Loven, con quienes es fácil olvidar estar viendo
una película
Lo peor: cuando un
guión es tan conversacional, el ritmo augura ser lento, incluso, en ocasiones,
más de lo previsto. Además, es una pena que lleguen tan pocos títulos a la
cartelera procedentes de nuestros vecinos escandinavos,
corroborando que seguimos sin dar la importancia necesaria al cine europeo.
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