“Apostle”,
la película del director surcoreano Kim Jin-Moo, comienza con una escena
verdaderamente cruda y que resume perfectamente lo que veremos en los restantes
minutos de metraje. Un hombre, encadenado a la pared, ve cómo su esposa es
torturada hasta la muerte a base de golpes, patadas, quemaduras en algunas
partes del cuerpo y un sinfín de atrocidades, mientras los militares
norcoreanos les interrogan. A ella no le flaquean las fuerzas, tiene muy claro
que no va a decir nada si no es un rezo por sus almas, pero él no se siente tan
seguro. Unos momentos más propios de una película gore que incomodan hasta límites insospechados, pero que sirven
para introducir la historia de este personaje, Joo Chul Ho (Kim In-Kwon), un
ciudadano de Corea del Norte que, por profesar una religión, debe llevarla a la
práctica en la clandestinidad junto al resto de su iglesia. Saben perfectamente
que si son descubiertos pueden ser castigados y sometidos a interrogatorios
para delatar al resto de compañeros o, lo más probable, ser ejecutados al
momento.
Transcurridos
dos años de la muerte de su mujer, el protagonista regresa a su pueblo natal,
junto a su familia y vecinos. Por el camino, arrastra la culpabilidad de dejar
atrás a su amada, pero lleva un propósito muy claro entre sus manos: conseguir
escapar a Corea del Sur junto a sus más allegados para poder dejar atrás todo
el calvario que están padeciendo. Precisamente cuando todo está planeado,
fallece el dictador Kim Jong-Il y se refuerza la seguridad en las
fronteras, pero dentro del municipio comienza una persecución sin tregua y con
fuertes castigos a todos los cristianos, llevando a cabo una matanza sin parangón,
mientras que se desata cierta desconfianza hacia Chul Ho por parte de sus propios
amigos hasta el punto de ser acusado como traidor.
Un
largometraje verdaderamente crudo, con escenas que, incluso, nos obligan a
apartar la mirada en más de una ocasión. El simple hecho de poseer una Biblia
ya es suficiente causa para ser perseguido por el régimen al considerarse un
acto de rebeldía contra su pueblo. Y es que tener fe en un dios diferente a su presidente
eterno Kim
Il-Sung y sus posteriores dictadores pone en peligro todo un sistema
erigido en el terror de la población y la aparente estabilidad que durante
tantos años se ha tratado de construir. Así es cómo los cristianos asesinados
se han convertido en mártires, pero también genera un fuerte desaliento entre
los creyentes, que acaban refugiándose en la idea de haber sido abandonados por
su creador, y una falta de esperanza que ésto supone para seguir adelante día
tras día en un país sin libertades ni derechos.
Refugiados
en el más puro secretismo e intentando siempre pasar desapercibidos, la presión
y las ganas de sobrevivir empujan a más de uno a convertirse en el chivato de
turno y es que, para algunos de los personajes, el miedo a la muerte es mucho
más fuerte que cualquier creencia, amistad, lazo de sangre o promesa. En
cambio, Chul Ho
se alza como un líder carismático, una especie de mesías o misionero que ha
regresado para ayudar a sus parientes y llevarles hacia esa especie de tierra
prometida. Tras las intensas y desagradables experiencias del pasado, ya nada
puede hacerle temer, puesto que por encima de todo se encuentra la creencia que
profesa.
Para
realizar “Apostle”, Kim Jin-Moo llevó a cabo investigaciones y
entrevistas a miembros de la iglesia de Corea del Norte durante un año, al
igual que tuvo en cuenta el desastroso episodio ocurrido en 2013, cuando una
treintena de norcoreanos fueron ejecutados por prestar ayuda a varios grupos de
creyentes. El autor utiliza esta realidad para entregarnos una película
conmovedora, que no sólo expone la situación en la que viven los habitantes de
un país, sino que se centra en el cristianismo, el cual ha tardado en ser
retratado de esta manera por el séptimo arte.
Lo
mejor: la dureza de algunas imágenes no sólo sensibiliza, sino que además
están elaboradas para llegar a sentir la mitad del dolor que padecieron las
víctimas reales de esta persecución que pisotea los derechos humanos.
Lo
peor: la cinta es enfocada hacia el cristianismo, pero en realidad,
cualquier tipo de religión o cultura no tradicional es tomada como traición al
régimen.
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