Desde
Marruecos llega la cinta del director parisino Nabil Ayouch, “Los Caballos de Dios”,
un trabajo enfocado en los atentados ocurridos en 2003 en Casablanca, cuando 45
personas fallecieron junto a los 12 terroristas que los provocaron. Su
paso por festivales como el de Cannes y el de Valladolid, en el que recibió la
Espiga de Oro en 2012, atrajo la atención del público con el relato de una historia que arranca
en un poblado del extrarradio de esta misma ciudad llamado Sidi Moumen. Yachine (Achraf
Afir) es un niño que aspira a ser futbolista profesional como su
ídolo “Araña
Negra”, mientras que su hermano mayor, Hamid (Said El-Alami) no sólo trata de protegerle, sino que además es
quien se encarga de la familia, ganando dinero en ciertos trapicheos. Ambos se
han criado en la pobreza, con una madre fanática de las telenovelas que se
queda absorta mirando la televisión, un padre depresivo y un hermano
deficiente. Su futuro ya está escrito, ya que pocos salen del barrio laureados
por el éxito de su carrera. Con el paso de los años, Hamid (Abdelilah Rachid) se ha
convertido en un delincuente jactancioso y agresivo, una actitud que le lleva a
ser encarcelado durante dos años. A su regreso, las cosas han cambiado para él,
pero sus amigos siguen en la misma situación. Gracias a los contactos en
prisión, ha decidido dedicar su vida a la oración junto a sus nuevos amigos.
Por su parte, Yachine
(Abdelhakim Rachi) se siente desconcertado por el nuevo comportamiento
de su hermano. Sin embargo, su destino está escrito y, debido a una serie de
circunstancias, el joven se verá arrastrado a profesar el islamismo más
radical.
Tres
años han tenido que pasar para que llegue a la cartelera española esta
fantástica cinta que aborda una cuestión que desgraciadamente sigue siendo
noticia en todos los medios de comunicación. Estando aún recientes los
atentados de Francia, Turquía y Túnez por parte del movimiento yihadista, el largometraje de Ayouch
se convierte en todo un digno documento que todos deberíamos visualizar al
menos una vez. Resulta verdaderamente conmovedor el tratamiento que se realiza
en esta peliaguda trama en la que en ningún momento se justifican los hechos,
sino que se desvela lo que hay detrás de los llamados “mártires”, muchos de
ellos empujados al radicalismo como única razón de vida, que, como les ocurre a
ambos protagonistas, viene provocada por el ambiente en el que crecen, por
nacer rodeados de una condiciones que les llega a superar y que desata la
desesperanza ante tanta falta de empleo y posibilidades. Es por eso que el
cineasta rodea al argumento de temas que continúan siendo actualidad, como la
prostitución, la homosexualidad, los abusos, el maltrato o el alcoholismo.
Las
interpretaciones consiguen estremecernos e impactarnos gracias a la notable
labor realizada por los dos actores principales, Abdelhakim Rachi y Abdelilah Rachid.
Con cámara en mano, los planos nos encierran en la psicología de ambos dentro
de cada situación a la que se enfrentan, al igual que las panorámicas del
poblado, que presentan un lugar miserable, empobrecido, con tejados de uralita
y pequeños callejones irregulares de los que se alimenta la corrupción. Como
contrapunto queda el resto de la ciudad, con edificios lujosos que marcan una
especie de franja invisible entre el mundo hermético de estos jóvenes y el de
las oportunidades de quienes tienen mayor poder adquisitivo. Todos ansían poder
cumplir sus sueños y, sin embargo, con la temprana adolescencia se percatan de
la dificultad de llegar a éstos, de su triste realidad.
“Los
Caballos de Dios” también recoge el hecho de dudar de ese destino y es
que Ayouch
recoge cualquier tipo de posibilidad. Tiene tiempo para exponer las
consecuencias de negarse a ser un hombre bomba si has tenido el placer de ser
seleccionado por unos líderes que ni siquiera son capaces de cumplir con el
ejemplo, con una postura cómoda desde la que ven cómo estos jóvenes
desesperados acaban poniendo punto y final a sus vidas para defender una
interpretación del Corán que no tiene nada que ver con su verdadera esencia,
sino que más bien obedece a intereses particulares y que pasan por encima de
cada uno de estos “mártires”, a quienes motivan con las promesas de un paraíso
inimaginable.
Lo
mejor: es un trabajo impoluto en su dirección y delicado en cuanto a su
historia.
Lo
peor: su ritmo decae en ciertos momentos, provocando que la cinta resulte
algo pesada.
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