Pensar
en la idea de que todos somos iguales no es más que una triste utopía, al igual
que criticar las injusticias que en siglos pasados se han venido produciendo,
ya que, a día de hoy, siguen sucediendo, eso sí, con un disfraz diferente. Las
diferencias entre países acaban desembocando en la construcción de grandes
muros o vallas que se alzan hasta casi el mismísimo cielo y que, de forma no
tan simbólica, separan poblaciones e impiden cualquier tipo de acceso que no
funcione bajo ciertas normas. No hay piedad para quienes nacen en lugares más
desfavorecidos y que poseen un destino escrito a manos del primer mundo, el
mismo que les niega una oportunidad y que les encierra en la pobreza como si de
un callejón sin salida se tratase.
Con
una mención especial el Festival de San Sebastián de 2015, el
documental español “Muros”, de los directores Pablo Iraburu y Migueltxo Molina
recoge testimonios llenos de sueños, deseos, miedos, obstáculos, realismo e
idealismo a partes iguales. Con tan sólo tres personas formando equipo, la
cinta recoge algunas historias reales a ambos lados de las fronteras de Estados
Unidos y México, Marruecos y Melilla, y Sudáfrica y Zimbabue. También se hacen
referencias a otras divisiones imposibles de olvidar por ser puntos cadentes de
conflictos violentos, como Israel y Palestina o La India y Bangladesh, acompañadas
por imágenes de archivo de una de las murallas más simbólicas, la de Berlín.
Separaciones
entre pueblos a través de imponentes estructuras, monstruos de púas o dobles y
triples barreras que se alzan poderosos, respaldados por cámaras de seguridad y
un despliegue de hombres que los salvaguardan y que impiden el acceso a toda
costa. Así es cómo conocemos a Jaime, uno de los guardias civiles que vigilan
el paso entre el norte de África y Melilla y que se muestra disconforme con las
medidas tomadas tras conocer de cerca la vida de quienes se encuentran tras la doble alambrada. Igualmente, Izak supervisa en Sudáfrica la endeble valla para que, según
él, quienes lleguen de forma ilegal regresen a su tierra para que no causen más problemas. Una visión que choca con la de Al, un jubilado que siente la
necesidad de ayudar a los recién llegados a Estados Unidos, por lo que deposita
pequeños bidones de agua en las diferentes rutas que se extienden a lo largo de
un caluroso desierto, el mismo que da la bienvenida a quienes ya han pasado las
suficientes calamidades para poder buscar un futuro mejor.
Por
su parte, Bokhar espera el momento idóneo para traspasar la frontera y llegar,
por fin, a tener una vida que le permita mandar dinero a su familia en
Zimbabue. No quiere grandes riquezas ni dejarse llevar por la codicia, tan sólo
espera tener lo mínimo para subsistir. Caren y Meza se encuentran en la misma
situación. La pareja deja atrás a sus hijos, en México, para poder tener un
porvenir. Esperan día tras día, duermen a la intemperie y rezan para tener
éxito en una escapada que promete ser demasiado complicada. Más curioso aún es
el caso de Gariba, una madre de dos hijos que logra salir adelante gracias a
esa frontera, la cual le aporta un trabajo de gran esfuerzo transportando
enormes sacos de mercancías que deben ser llevadas a España.
Ellos
son, tan sólo, unos pocos ejemplos de las miles de personas que traspasan los
muros. Ni que decir tiene que este documental llegue en un momento tan propicio con
el éxodo del pueblo sirio hacia Europa, aquéllos que, actualmente y en masa, sortean constantes verjas y obstáculos para buscar un nuevo hogar. Un tema que
evidencia el debate abierto que aún sigue pendiente de soluciones que son
necesarias, urgentes y que, por desgracia, se siguen posponiendo.
Iraburu
y Molina nos invitan a la reflexión con “Muros”, sin juicios que
medien, sino únicamente con las imágenes de una realidad que pide a gritos la
comprensión de dos “bandos” afectados, quienes desean cruzar y quienes tienen
el deber de impedirlo. Dos lados que comparten una misma visión, que entienden
que el siglo XXI sólo ha traído mayores diferencias entre mundos y que, por
desgracia, están destinados a luchar, incluso, a golpes, si es necesario. 80
intensos minutos en los que se alza la voz de los que normalmente son acallados
y se expone una cuestión que nos afecta a todos por igual.
Lo
mejor: los testimonios son realmente interesantes y enriquecen el hilo
argumental.
No hay comentarios:
Publicar un comentario