jueves, 15 de octubre de 2015

POR UNA VIDA DIGNA (2015)

Pensar en la idea de que todos somos iguales no es más que una triste utopía, al igual que criticar las injusticias que en siglos pasados se han venido produciendo, ya que, a día de hoy, siguen sucediendo, eso sí, con un disfraz diferente. Las diferencias entre países acaban desembocando en la construcción de grandes muros o vallas que se alzan hasta casi el mismísimo cielo y que, de forma no tan simbólica, separan poblaciones e impiden cualquier tipo de acceso que no funcione bajo ciertas normas. No hay piedad para quienes nacen en lugares más desfavorecidos y que poseen un destino escrito a manos del primer mundo, el mismo que les niega una oportunidad y que les encierra en la pobreza como si de un callejón sin salida se tratase.

Con una mención especial el Festival de San Sebastián de 2015, el documental español “Muros”, de los directores Pablo Iraburu y Migueltxo Molina recoge testimonios llenos de sueños, deseos, miedos, obstáculos, realismo e idealismo a partes iguales. Con tan sólo tres personas formando equipo, la cinta recoge algunas historias reales a ambos lados de las fronteras de Estados Unidos y México, Marruecos y Melilla, y Sudáfrica y Zimbabue. También se hacen referencias a otras divisiones imposibles de olvidar por ser puntos cadentes de conflictos violentos, como Israel y Palestina o La India y Bangladesh, acompañadas por imágenes de archivo de una de las murallas más simbólicas, la de Berlín.

Separaciones entre pueblos a través de imponentes estructuras, monstruos de púas o dobles y triples barreras que se alzan poderosos, respaldados por cámaras de seguridad y un despliegue de hombres que los salvaguardan y que impiden el acceso a toda costa. Así es cómo conocemos a Jaime, uno de los guardias civiles que vigilan el paso entre el norte de África y Melilla y que se muestra disconforme con las medidas tomadas tras conocer de cerca la vida de quienes se encuentran tras la doble alambrada. Igualmente, Izak supervisa en Sudáfrica la endeble valla para que, según él, quienes lleguen de forma ilegal regresen a su tierra para que no causen más problemas. Una visión que choca con la de Al, un jubilado que siente la necesidad de ayudar a los recién llegados a Estados Unidos, por lo que deposita pequeños bidones de agua en las diferentes rutas que se extienden a lo largo de un caluroso desierto, el mismo que da la bienvenida a quienes ya han pasado las suficientes calamidades para poder buscar un futuro mejor.

Por su parte, Bokhar espera el momento idóneo para traspasar la frontera y llegar, por fin, a tener una vida que le permita mandar dinero a su familia en Zimbabue. No quiere grandes riquezas ni dejarse llevar por la codicia, tan sólo espera tener lo mínimo para subsistir. Caren y Meza se encuentran en la misma situación. La pareja deja atrás a sus hijos, en México, para poder tener un porvenir. Esperan día tras día, duermen a la intemperie y rezan para tener éxito en una escapada que promete ser demasiado complicada. Más curioso aún es el caso de Gariba, una madre de dos hijos que logra salir adelante gracias a esa frontera, la cual le aporta un trabajo de gran esfuerzo transportando enormes sacos de mercancías que deben ser llevadas a España.

Ellos son, tan sólo, unos pocos ejemplos de las miles de personas que traspasan los muros. Ni que decir tiene que este documental llegue en un momento tan propicio con el éxodo del pueblo sirio hacia Europa, aquéllos que, actualmente y en masa, sortean constantes verjas y obstáculos para buscar un nuevo hogar. Un tema que evidencia el debate abierto que aún sigue pendiente de soluciones que son necesarias, urgentes y que, por desgracia, se siguen posponiendo.

Iraburu y Molina nos invitan a la reflexión con “Muros”, sin juicios que medien, sino únicamente con las imágenes de una realidad que pide a gritos la comprensión de dos “bandos” afectados, quienes desean cruzar y quienes tienen el deber de impedirlo. Dos lados que comparten una misma visión, que entienden que el siglo XXI sólo ha traído mayores diferencias entre mundos y que, por desgracia, están destinados a luchar, incluso, a golpes, si es necesario. 80 intensos minutos en los que se alza la voz de los que normalmente son acallados y se expone una cuestión que nos afecta a todos por igual.

Lo mejor: los testimonios son realmente interesantes y enriquecen el hilo argumental.

Lo peor: de nuevo estamos ante otro problema que será ignorado y olvidado hasta que se produzca otro conflicto que ponga en el punto de mira cualquiera de las inmensas fronteras que bañan la tierra.



No hay comentarios:

Publicar un comentario