Imaginemos por un momento que el gobierno español decide recortar las vacaciones de verano a causa de la crisis y sólo se permitiera descansar unos pocos días al año. El caos que se produciría sería insostenible y, aunque es una medida impensable, el director y guionista francés Antonin Peretjatko se toma a risa esta situación al presentar una divertida ópera prima bajo el título de “La Chica del 14 de Julio”. Nominada a dos premios César como mejor debut y actor revelación, la cinta desarrolla esta hipotética circunstancia en una Francia hastiada por tan difíciles momentos.
En clave de comedia romántica, comienza una historia en la que Héctor (Grégorie Tachnakian), un empleado del Museo del Louvre, se enamora de la joven Truquette (Vimala Pons), que, curiosamente, vende pequeñas guillotinas a modo de souvenir por las calles y es amiga de la compañera de trabajo de Héctor, Charlotte (Marie-Lorna Vaconsin). Junto a ellos, el cómico Pator (Vicent Macaigne) intenta huir de París al ser perseguido por la policía por tratar de ejercer la medicina sin una titulación. Para no marcharse solo, convence a sus amigos para ir todos juntos a la playa. Héctor aprovechará esta ocasión para declararse a la chica que le gusta, pero el sinfín de aventuras que vivirán, le harán las cosas más difíciles, poniendo a prueba los sentimientos que tienen el uno por el otro.
Bajo la eterna sombra de la Nouvelle Vague, la gran época del cine revolucionario, la película comienza recuperando imágenes de archivo del desfile del 14 de julio de diferentes años, en los que estaban presentes tanto Nicolas Sarkozy como François Hollande. Peretjatko otorga cierto aire slapstick al aumentar progresivamente la velocidad de los fotogramas, mientras escuchamos una música burlona y ácida para remarca la crítica política a la que asistiremos a lo largo de la casi hora y media de metraje. Toda una declaración de intenciones fácil de asimilar que funciona como pilar para el sustento de la narración.