Mirar
desde lejos cómo la escasez del agua domina al hombre en ciertas partes del
planeta es la postura más cómoda posible hasta que, de repente, se nos presenta
un escenario demasiado cercano y nada descabellado. Precisamente, es la ópera
prima de la directora libanesa Joyce A. Nashawati un perfecto ejemplo de ello.
“Blind Sun” nos aproxima a un paraje tan apocalíptico como familiar, generando
un resultado de lo más inquietante y, por supuesto, reseñable sin necesidad de
grandes presupuesto ni alardes de ningún tipo. Tal es así que los festivales de
Atenas, Bruselas, Fantasporto, Tesalónica y Toronto se rindieron a los encantos
de esta producción francesa a la que recibieron con premios realmente
merecidos.
Tras
realizar tres cortometrajes de suspense, “Le Parasol” (2008), “La Morsure”
(2009) y “La Permission” (2013), siendo el segundo el que más rodó entre certámenes
internacionales, entre ellos, el de Sitges; la autora decidió dar un paso al
frente con un trabajo que presenta un futuro en el que la tremenda sequía está
provocando la mayoría de los conflictos sociales. A pesar de las extremas
medidas gubernamentales, Grecia se ha convertido en un paraje árido y desértico
que dista mucho de la imagen tan idílica de sus paisajes. Ashraf Idriss (Ziad
Bakri) es un inmigrante árabe que ha sido contratado por una pareja francesa, Gilles
(Louis-Do de Lencquesaing) y Katerina (Mimi Denisi), para cuidar su finca en su
ausencia. Sin embargo, antes de llegar hasta la casa, Ashraf es registrado por
un policía (Yannis Stankoglou), el cual le roba los papeles. Esta situación de
irregularidad le lleva a tener que desplazarse hasta la comisaría del pueblo
más cercano constantemente, debido a la ineptitud de los agentes de seguridad. De repente, esta preocupación pasa a un segundo plano cuando advierte que no sólo está
siendo vigilado, sino que, además, alguien ha entrado en la casa sin haberse
percatado de ello.
La
propuesta de Nashawati mantiene la intriga a fuego lento entre un clima
ambivalente que se sumerge entre los límites de la realidad y la ilusión sin distinciones. El
excesivo calor puede jugar malas pasadas no sólo a los personajes, sino también
al propio espectador, creando un curioso engranaje entre piezas amenazantes, sombras
inquietas y el fantasmal silencio de un escenario con demasiada quietud. En
plena tierra hostil, el protagonista se desenvuelve en la más temible soledad y
la inquietante sensación de que puede suceder cualquier contratiempo mientras
las décimas no dejan de subir en un termómetro que no permite tregua alguna.
La autora da un giro a la típica narrativa en torno al “otro”, al ser que se
inmiscuye en una historia, rompiendo, así, la rutina. Precisamente, esto sucede
porque Ashraf es ese “otro”, esa persona que llega a un nuevo espacio en el que
se siente extranjero desde el primer minuto. Pero también existen “otros” que
se interponen en su trabajo, “otros” que, sin explicación alguna, rompen su tranquilidad.
Con tan sólo unos pocos detalles y muchos menos escenarios, Nashawati lleva a
cabo un trabajo de lo más meritorio que, a pesar de no ser perfecto ni erigirse
como una de las grandes producciones del año, supone todo un interesante debut
en el mundo del largometraje para todo aquél que disfrute de la creciente
tensión de un thriller diferente.
No
obstante, ese minimalismo que tan bien maneja la cineasta viene acompañado por
una labor fotográfica magnífica, capaz de asfixiar desde el primer instante, de
hacer respirar fuego hasta alcanzar un punto de ebullición de lo más
angustioso. El director griego Giorgos Arvanitis es el encargado de
sobrexponernos a esta situación, de acentuar los tonos cálidos hasta límites
insospechados y de crearnos la ilusión de que el azul embriagador del agua de
la piscina puede llegar a ser la octava maravilla del mundo. Pero claro, esto
sólo puede hacerlo alguien como Arvantis, con una extensa trayectoria en la
industria cinematográfica griega desde 1968. Tan hipnótica resulta la imagen de
“Blind Sun” que no es de extrañar que se premiara su creatividad tanto en
Toronto como en Bruselas.
Por
su parte, el actor palestino Ziad Bakri se encarga de llevar sobre sí mismo
todo el peso de la narración, provocando que no sea necesaria la presencia de
nadie más a su paso. Por eso mismo, Nashawati desarrolla ampliamente todo el proceso psicológico que conduce a Ashraf hasta la locura, hacia la pérdida de todo sentido. La psicosis en la
que se baña el personaje termina pasándole factura y, mientras trata de resolver
el robo de sus papeles ante las autoridades, todo se vuelve extraño, caótico,
inseguro. Sin remedio, es conducido a una caza furtiva, a una espeluznante sin
razón en un mundo que se consume a sí mismo. “Blind Sun” esconde desesperación,
crítica, egoísmo y destrucción y lo plasma desde el más puro aislamiento
emocional y geográfico, desde un juego desafiante para el espectador en el que
se hace uso de una aterradora sencillez con aires de apocalíptica
advertencia.
Lo
mejor: la inigualable labor realizada por el cineasta Giorgos Arvanitis. La
poderosa interpretación de Ziad Bakri.
Lo
peor: la lentitud con la que se desarrolla la historia y la gran abundancia de
silencios puede hacer que el espectador poco acostumbrado a este tipo de
películas sienta una total desconexión.
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