Si pensamos en cine coreano, probablemente nos vengan a la cabeza algunos nombres de directores con gran presencia a nivel internacional, como Kim Ki-Duk, Park Chan-Wook o Hong Sang-Soo, pero ¿cuántos de ellos son de mujeres? El mundo cinematográfico en Corea del Sur es mayormente terreno de hombres, pero un pequeño foco de autoras está consiguiendo hacerse un hueco en tan masculino universo. Precisamente, una de ellas es la cineasta Boo Ji Young. Tras su ópera prima “Sisters on the Road” (2008), regresó en 2014 con una producción mucho más reivindicativa, “Cart”, en la que las mujeres tienen mucho que denunciar.
Basada en hechos reales, la cinta se centra en el incidente ocurrido en un supermercado en 2007. Desde la directiva, se decidió despedir a gran parte de los trabajadores, en su mayoría, amas de casa que mantienen a sus familias. Para colmo, sus puestos fueron reemplazados por contratos temporales, evitando ciertas en leyes coreanas en las que se indica que, transcurrido un año en un trabajo, se tiene derecho a exigir un contrato fijo. Este tipo de irregularidades empujaron a crear un sindicato para luchar por los derechos de todos ellos y manifestarse para concienciar a los clientes. No indicaremos cómo terminó este caso para no desvelar el final del largometraje, puesto que, en este caso, sigue al pie de la letra lo ocurrido en la realidad.
Una difícil e irregular situación que es humanizada a través de la figura de Sun Hee (Yum Jung-Ah), una cajera y madre de dos hijos que espera ser fija en poco tiempo. Junto a ella, Hye Mi (Moon Jung-Hee), una madre soltera, Soon Rye (Kim Young-Ae), la señora de la limpieza que está a punto de jubilarse, o la más joven de todas, Mi Jin (Chun Woo-Hee), y otras muchas compañeras, reciben un mensaje en el que simplemente se les especifica que su contrato ha cesado. Sin explicaciones y con carácter inmediato, las trabajadoras se encuentran con un problema al que no saben hacer frente, a excepción de Hye Mi, que propone formar un sindicato para empezar a luchar contra la empresa. Así es cómo su diligencia es mal pagada e ignorada, dando paso a casi dos años de enfrentamientos, huelgas, golpes y sufrimiento para intentar concienciar. A ellas no tardarán en unirse más empleados, como Dong Joon (Kim Kang-Woo), uno de los encargados del supermercado que siente gran impotencia por sus subordinadas. Sun Hee, además, tendrá que hacerse cargo de su casa, mientras que su hijo mayor, Tae Young (Doh Kyung-Soo) siente total rechazo hacia ella hasta que se ve en la misma situación laboral.
Un drama social realmente conmovedor y es que las circunstancias que nos presentan bien podrían suceder en cualquier parte del mundo. El guionista Kim Kyung-Chan se estrena con una narración emocionante por momentos, pero dilatada sin necesidad, mientras nos conduce a un final inacabado y muy poco satisfactorio. Pese a ello, la intensidad dramática va en aumento con cada obstáculo que se presenta ante los personajes hasta desembocar en escenas más que desgarradoras por su total injusticia.
Las intenciones de la autora son más que loables y es que no deja de ser una clara denuncia hacia el comportamiento que tienen las empresas con sus empleados, simples números que engrosan el poder de quien permanece en la cumbre sin preocuparse de las personas que, con su esfuerzo diario, le permiten mantenerse en la cúspide laboral. Con un ritmo más energético del que estamos acostumbrados a ver en los dramas coreanos, impulsado, sobre todo, por el montaje realizado en las escenas de mayor violencia, se nos presenta la actualidad de uno de los países que más crecimiento económico está experimentando en los últimos años y es que no todo lo que reluce es oro.
La humanizadora historia se centra principalmente en los personajes más importantes, representando vidas muy diferentes, pero que confluyen en la necesidad de mantener ese trabajo. Escenas de hogar, maridos que reclaman a sus mujeres el dinero que deben traer a casa, hijos que deben vivir sin sus madres hasta que se normalice la situación, jóvenes que encuentran un empleo con el que pagar las innumerables facturas, etc. Todas ellas se reúnen para contar sus circunstancias familiares y empatizar unas con otras para sentir que, en cierta manera, están recibiendo apoyo mutuo. Es por esto que Boo Ji Young no duda en otorgarles voz con un elenco actoral que recibe prácticamente todo el peso de la película. La emotividad se hace palpable gracias a la labor realizada por las actrices Yum Jung-Ah, Moon Jung-Hee y Kim Young-Ae, en las que se profundiza más que las restantes y es que ellas son las encargadas de liderar el sindicato. Poco a poco, Kim Kang-Woo recibe cierto espacio con un personaje que lleva a cabo algunas loables acciones por el bien de sus compañeras y en perjuicio propio. El actor se muestra recatado, manteniendo cierta distancia y es que, en esta ocasión, el grito de llamamiento tiene notas femeninas, mujeres que comparten su empleo con sus tareas domésticas, que se encargan de sus hijos y de sustentar a la familia.
El novel Doh Kyung-Soo prueba suerte en el mundo cinematográfico tras más que consolidarse en la música. La directora permite, incluso, que encabece su propio espacio como una especie de aprendizaje de la vida. El joven personaje comprenderá los esfuerzos que su madre hace para encabezar la lucha viviendo en su propia piel esta clase de injusticias y es que la explotación también se produce entre niños en edad escolar que consiguen su primer trabajo y cuyos jefes se aprovechan de su inocencia.
El veterano director de fotografía Kim Woo-Hyung, venerado principalmente por su participación en una de las cintas que marcarían un antes y un después en la industria del cine coreano, “La Esposa del Buen Abogado” (Im Sang-Soo, 2003), realiza una espléndida labor visual, impregnando cada imagen de pura melancolía al exponer los tonos azules. La intimidad de estas mujeres es violada por la presencia de la cámara, haciéndonos partícipes de su fuerte sentido de la justicia. “Cart” es de esas producciones que enriquecen el séptimo arte, que da voz a personas anónimas y que nos muestran la realidad de otras sociedades que, tristemente, es la misma que la nuestra.
Lo mejor: la crítica social que se vierte a lo largo de sus 110 minutos. La fantástica labor visual de la mano de uno de los grandes directores de fotografía de Corea del Sur.
Lo peor: su poco satisfactorio final.
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