martes, 22 de septiembre de 2015

DEVUÉLVEME MI ALMA (2009)



El alma sigue siendo uno de los grandes misterios que el ser humano intenta desenmarañar. Una pieza de nuestro engranaje que no sabemos si se puede manejar o llegar a transformar en algo material, si es tan imprescindible como se dice que es y, lo que es más importante, si existe realmente o tan sólo son fábulas religiosas que justifican un aspecto que va más allá de nuestra comprensión. El séptimo arte ha coqueteado con este tipo de cuestiones, consiguiendo que más de una cinta se elevara al nivel de culto. Nuestro limitado conocimiento en este campo hace que sea todo un manjar para la ciencia ficción y que, sea cual sea el argumento, se parta de una premisa que siempre resulta más que interesante.

La directora y guionista francesa Sophie Barthes se involucra en esta temática con su debut, “Cold Souls”, película independiente en la que figura el actor y comediante estadounidense Paul Giamatti interpretándose a sí mismo, un actor de teatro en plena crisis personal, puesto que no funciona bien en la cama y se siente mentalmente bloqueado e incapaz de interpretar su próxima obra, “Tío Vania”, del dramaturgo ruso Anton Chéjov. Sufre estrés, ansiedad, inseguridad y una total insatisfacción por la vida que lleva. Un día, recibe la llamada que le lleva a visitar una extraña empresa en la que podría encontrar la solución a sus problemas a partir de un revolucionario proceso. El Doctor Flintstein (David Strathairn) le ofrece la posibilidad de extraer su alma momentáneamente, depositarla e insertarle una nueva con sus propios recuerdos y experiencias. Giamatti no se siente confiado, pero acaba accediendo con la esperanza de un amanecer distinto. Sin embargo, después de probarla, no está del todo satisfecho y acude a recuperar la suya, pero para entonces ya es tarde, su alma está en Rusia.

Una idea fantástica y arriesgada que Barthes ha sabido pulir en un principio, aunque el guion muestre serios altibajos a medida que se acerca el final y que, por desgracia, consiguen mermar la atención del espectador. Humor mordaz y dramatismo se fusionan para crear un producto inteligente que emana directamente de otros largometrajes existencialmente similares que ya obtuvieron un merecido éxito. Hablamos de, en primer lugar, una pieza clave de este imaginario, “Cómo ser John Malkovich” (Spike Jonze, 1999), con las referencias del actor interpretándose a si mismo mientras desea ocupar el lugar de otro. Igualmente, es inevitable también acercarse de nuevo a “¡Olvídate De Mí!” (Michel Gondry, 2004), que nos adentra aún más en los misterios de la mente humana para borrar todos aquellos dolorosos recuerdos. La esencia, esa búsqueda de la felicidad cuando uno se ve sumergido de lleno en la depresión, es lo que “Cold Souls” comparte con estas grandes cintas. Retorcidos ejemplos que siempre invitan a la reflexión, dejando un poso difícil de olvidar. La autora se suma a tal corriente de inquietudes, pero, a pesar de que el inicio del metraje engancha desde el primer minuto, no es capaz de profundizar, permaneciendo siempre sobre una capa superficial que podría haber conquistado a quienes no sólo gustan de las rarezas, sino también de las pequeñas joyas que ofrece el cine independiente.

Es innegable cierto grado de originalidad y frescura que se respira a lo largo de los casi 100 minutos de duración. Surrealismo neurótico plagado de excentricidad y crítica satirizada tanto al tráfico ilegal de órganos como a esa oleada de insatisfacción generalizada que embriaga a las personas actualmente, pero no consigue adentrarse en el punto de vista más psicológico del supuesto alma, haciendo más asequible su disfrute, pero obviando a todos los que prefieren una carga reflexiva tras su visionado. Por el camino se pierde parte de la emoción y empatía que debería aportarnos el drama, navegando por una narración que podría haber sido mejor explotada.

Contar con Giamatti, al menos, hace que la parte interpretativa esté salvada. Actuar como uno mismo en una situación nueva es un trabajo arduo que el artista realiza con total fluidez y naturalidad. Un carisma que traspasa la pantalla y que nos atrapa con su gran intensidad en un ejercicio actoral perfecto como pilar fundamental de esta historia. El actor comparte protagonismo en las mejores escenas con Strathairn gracias a la estupenda química que se respira entre ambos. Por desgracia, Barthes no ha sabido aprovechar como debiera la participación de Emily Watson en su papel de Claire, la esposa de Giamatti, desaprovechando en demasía a la popular actriz que cuenta con una escasa intervención.

“Cold Souls” está bañada por una atmósfera llena de frialdad, obra del director de fotografía estadounidense Andrij Parekh. Visualmente impecable, la cinta no deja de ser un interesante comienzo en la carrera de esta autora, que, posteriormente y con menor acierto, se adentró en el drama de época con una nueva versión del clásico literario “Madame Bovary” (2014), junto a Mia Wasikowska, Ezra Miller y, cómo no, su ya indispensable Paul Giamatti.

Lo mejor: en términos generales, se trata de un interesante filme que invita, como buenamente puede, a la autorreflexión. Para ser una ópera prima, la labor técnica es magnífica.

Lo peor: la desperdiciada Emily Watson. Los fallos de guion evidencian el poco riesgo que ha querido tomar la cineasta.



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