El
alma sigue siendo uno de los grandes misterios que el ser humano intenta desenmarañar.
Una pieza de nuestro engranaje que no sabemos si se puede manejar o llegar a
transformar en algo material, si es tan imprescindible como se dice que es y,
lo que es más importante, si existe realmente o tan sólo son fábulas religiosas
que justifican un aspecto que va más allá de nuestra comprensión. El séptimo
arte ha coqueteado con este tipo de cuestiones, consiguiendo que más de una
cinta se elevara al nivel de culto. Nuestro limitado conocimiento en este campo
hace que sea todo un manjar para la ciencia ficción y que, sea cual sea el
argumento, se parta de una premisa que siempre resulta más que interesante.
La
directora y guionista francesa Sophie Barthes se involucra en esta temática con
su debut, “Cold Souls”, película independiente en la que figura el actor
y comediante estadounidense Paul Giamatti interpretándose a sí mismo, un actor
de teatro en plena crisis personal, puesto que no funciona bien en la cama y se
siente mentalmente bloqueado e incapaz de interpretar su próxima obra, “Tío
Vania”, del dramaturgo ruso Anton Chéjov. Sufre estrés, ansiedad, inseguridad
y una total insatisfacción por la vida que lleva. Un día, recibe la llamada que
le lleva a visitar una extraña empresa en la que podría encontrar la solución a
sus problemas a partir de un revolucionario proceso. El Doctor Flintstein (David Strathairn)
le ofrece la posibilidad de extraer su alma momentáneamente, depositarla e
insertarle una nueva con sus propios recuerdos y experiencias. Giamatti
no se siente confiado, pero acaba accediendo con la esperanza de un amanecer
distinto. Sin embargo, después de probarla, no está del todo satisfecho y acude
a recuperar la suya, pero para entonces ya es tarde, su alma está en Rusia.
Una
idea fantástica y arriesgada que Barthes ha sabido pulir en un principio, aunque el
guion muestre serios altibajos a medida que se acerca el final y que, por
desgracia, consiguen mermar la atención del espectador. Humor mordaz y dramatismo
se fusionan para crear un producto inteligente que emana directamente de otros
largometrajes existencialmente similares que ya obtuvieron un merecido éxito.
Hablamos de, en primer lugar, una pieza clave de este imaginario, “Cómo
ser John Malkovich” (Spike Jonze, 1999), con las referencias del actor
interpretándose a si mismo mientras desea ocupar el lugar de otro. Igualmente,
es inevitable también acercarse de nuevo a “¡Olvídate De Mí!” (Michel Gondry,
2004), que nos adentra aún más en los misterios de la mente humana para borrar
todos aquellos dolorosos recuerdos. La esencia, esa búsqueda de la felicidad
cuando uno se ve sumergido de lleno en la depresión, es lo que “Cold
Souls” comparte con estas grandes cintas. Retorcidos ejemplos que
siempre invitan a la reflexión, dejando un poso difícil de olvidar. La autora
se suma a tal corriente de inquietudes, pero, a pesar de que el inicio del
metraje engancha desde el primer minuto, no es capaz de profundizar,
permaneciendo siempre sobre una capa superficial que podría haber conquistado a
quienes no sólo gustan de las rarezas, sino también de las pequeñas joyas que
ofrece el cine independiente.
Es
innegable cierto grado de originalidad y frescura que se respira a lo largo de
los casi 100 minutos de duración. Surrealismo neurótico plagado de
excentricidad y crítica satirizada tanto al tráfico ilegal de órganos como a esa
oleada de insatisfacción generalizada que embriaga a las personas actualmente,
pero no consigue adentrarse en el punto de vista más psicológico del supuesto
alma, haciendo más asequible su disfrute, pero obviando a todos los que prefieren
una carga reflexiva tras su visionado. Por el camino se pierde parte de la
emoción y empatía que debería aportarnos el drama, navegando por una narración
que podría haber sido mejor explotada.
Contar
con Giamatti,
al menos, hace que la parte interpretativa esté salvada. Actuar como uno mismo
en una situación nueva es un trabajo arduo que el artista realiza con total
fluidez y naturalidad. Un carisma que traspasa la pantalla y que nos atrapa con
su gran intensidad en un ejercicio actoral perfecto como pilar fundamental de
esta historia. El actor comparte protagonismo en las mejores escenas con Strathairn
gracias a la estupenda química que se respira entre ambos. Por desgracia, Barthes
no ha sabido aprovechar como debiera la participación de Emily Watson en su papel de Claire,
la esposa de Giamatti,
desaprovechando en demasía a la popular actriz que cuenta con una escasa intervención.
“Cold
Souls” está bañada por una atmósfera llena de frialdad, obra del
director de fotografía estadounidense Andrij Parekh. Visualmente impecable, la cinta no
deja de ser un interesante comienzo en la carrera de esta autora, que,
posteriormente y con menor acierto, se adentró en el drama de época con una
nueva versión del clásico literario “Madame Bovary” (2014), junto a Mia Wasikowska,
Ezra Miller
y, cómo no, su ya indispensable Paul Giamatti.
Lo
mejor: en términos generales, se trata de un interesante filme que invita,
como buenamente puede, a la autorreflexión. Para ser una ópera prima, la labor
técnica es magnífica.
Lo
peor: la desperdiciada Emily Watson. Los fallos de guion evidencian el
poco riesgo que ha querido tomar la cineasta.
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