Pocos
trabajos son capaces de dejarnos tan extenuados tras su visionado como lo hace “La
Sangre de las Bestias”, un documental de corte surrealista que encierra
un durísimo mensaje expresado a través de unas imágenes que muestran la cara
más cruel del ser humano (para muchos, incluso, alcanzaría a ser calificado
como gore). El director francés Georges Franju
convirtió su debut tras las cámaras en toda una revolución internacional hasta
el punto de elevar su obra al nivel de una pieza esencial no sólo en la trayectoria
del séptimo arte, sino también dentro de nuestra historia contemporánea y es
que su explícita metáfora encierra los horrores de la Segunda Guerra Mundial,
conflicto que el propio autor vivió de primera mano y que, por supuesto,
deseaba dejar constancia de tal atrocidad.
Narrada
por los actores galos Georges Hubert y Nicole Ladmiral, la cinta plasma la
rutinaria labor de un matadero de la periferia de París. Los primeros instantes
del metraje recorren una ciudad convertida en escombros tras el fatal
acontecimiento para, después, dejar a las espaldas lo que simplemente es el
contexto de la matanza que se sucede tras los muros de esa cárcel animal. Sin filtro
alguno, el cineasta nos desvela cómo caballos, terneros y ovejas son degollados
mientras se retuercen de dolor, desangrados hasta su muerte y descuartizados salvajemente
para que sus carnes sirvan de alimento a los que viven fuera de esas
gigantescas puertas. Un filete servido a la mesa de quien ignora la clase de
espantos que se han sucedido hasta llegar esa comida a sus manos.
Visto
así, no es de extrañar que este cortometraje se haya convertido en un pilar
fundamental para vegetarianos y veganos, pero, para Franju, este no era el objetivo de
su espeluznante obra. Son pocos los que logran mantener su mirada de principio
a fin y es que, a pesar de ser tan sólo 20 minutos de duración, cada escena
retuerce la anterior hasta convertirse en un “espectáculo” insoportable para
todo espectador con un mínimo de sensibilidad. Un recuerdo al nauseabundo Holocausto
nazi que, por lejano que ahora nos parezca, será imposible de olvidar.
“La
Sangre de las Bestias” no desaprovecha ni un solo segundo y es que,
incluso, también hay tiempo para resaltar una pequeña crítica a la iglesia con
la aparición de unas monjas que compran esa carne tan sacrificada de la que
desconocen todo el mecanismo por el que ha pasado. Sí, hablamos de “mecanismo”
aunque pierda toda clase de emoción humana y es que para los trabajadores del
matadero o campo de concentración, esos verdugos enmascarados en la piel de
unos carniceros, solo se trata de realizar sus rutinarias tareas como cualquier
otro empleo, a pesar de que, para ello, implique asesinato y dolor con el fin
de ganarse su salario en una época de especial dificultad para la
supervivencia.
Pocos
olvidarán las desagradables imágenes que contiene este cortometraje, al igual
que muchos intentarán llegar al final como si de un reto cinematográfico se
tratase. Cada escalofriante e impactante detalle queda instantáneamente grabado
en uno de los documentales más importantes del siglo XX que nos invita a
interiorizar una mínima parte del sentimiento que se respiraba durante la
década de los 40, un aspecto que pocas cintas logran proyectar tan cercanamente
entre su público.
Con
el simple y auténtico sonido ambiente de silbidos y chirridos, el autor pone
especial énfasis en los prodigiosos encuadres de los que hace gala. Franju
expresó que, si hubiera rodado en color, las imágenes hubieran sido repulsivas
y, una vez visualizado, comprendemos que, tal vez, si hubiera sido así, muy
pocos elegidos habrían llegado a los minutos finales, puesto que, aun en blanco
y negro, sigue siendo uno de los trabajos más perturbadores sobre el Holocausto,
por lo que, insistimos, abstenerse de su visualización si sois demasiado
sensibles.
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