26 de julio de 1976. Manchester. Los míticos Sex Pistols llegan a la ciudad para dar un concierto en el Manchester Lesser Free Trade Hall. Una noche que cambiará la vida de los integrantes de Warsaw, la primera agrupación de lo que posteriormente conoceríamos como Joy Division, el grupo de post-punk que pasó a ser todo un referente en la historia de la música, pese a su corta trayectoria. El retrato de la banda viene recogido por el cineasta británico Grant Gee, un ya casi veterano autor en biopics, que se estrenó en el género documental con “Meeting People Is Easy”, en el que exploraba la fama que han labrado los componentes de Radiohead.
Los inicios del metraje de “Joy Division” parten de las calles de tan gris e industrializada localidad, en la que la juventud estaba predestinada a formar parte de ese engranaje de fábricas. Su futuro quedaba escrito entre las constantes crisis laborales, entre la supervivencia de una población que se oscurecía a pasos agigantados. Sin embargo, a pesar de esta siniestra imagen, en sus rincones se podía respirar el comienzo de una insurgencia cultura y musical que ya se había producido en otros lugares como Londres. Gee y el guionista y periodista Jon Savage tienen facilidad para situarnos en el contexto para comprender las futuras decisiones de la agrupación, cuyos miembros se enfrentan a la cámara para revelar la verdad de muchos mitos que les rodearon y conocer de cerca, sobre todo, la figura del cantante Ian Curtis.
Los integrantes que aún viven, Peter Hook (bajo), Stephen Morris (batería) y Bernard Sumner (guitarra y teclados), se unen a las declaraciones de los más cercanos a la banda, de productores, diseñadores, músicos e, incluso, de Annik Honoré, la amante belga del vocalista que, por primera vez, se muestra ante las cámaras para contar su propia versión. Hora y media de entrevistas y testimonios, videoclips, intervenciones televisivas, material inédito de conciertos y en formato de audio, y la esencial presencia de la esposa del líder, Deborah Curtis, a través de diversas citas y juicios extraídos del libro que escribió tras el fallecimiento de su marido, “Touching From The Distance”. Un retrato humano y terrenal sumamente completo y apasionante que no sólo trata de Joy Division, sino también de quien se convirtió en la imagen y atracción principal, Curtis.
Desde Warsaw hasta New Order (la formación que llegó tras la desaparición del líder), el grupo tardó en encontrar su propio estilo, pasó por grandes altibajos, anécdotas, discusiones, la enfermedad de Ian, su infidelidad, sus composiciones y posibles significados, etc. Atravesamos el umbral de la fama y la engañosa mitificación para dar un paso más allá, dentro de las emociones de quienes contribuyen con sus declaraciones, en la culpabilidad de algunos y la nostalgia de otros. Conseguimos entrar en el oscuro mundo de un hombre atormentado, de quien es víctima de sus propios pensamientos, los mismos que le encerraron en una especie de cárcel que le llevó al suicidio en 1980.
Gee y su equipo exploran cada rincón de la historia de la agrupación, presentando no sólo lo que más conocemos de Joy Division, sino también aportando grandes novedades que complementan perfectamente la visión que de ellos podemos tener. Es inevitable que surjan ciertas preguntas que hurgan en el dolor y la pena, al igual que las más superfluas sobre fiestas y cuestiones mucho más banales que apenas tienen importancia.
La fusión entre imágenes en blanco y negro y color, algunas de baja calidad, obligan a despertar al espectador de cualquier tipo de monotonía, creando un documental que, en conjunto, es puro dinamismo. Incrementa su interés a su paso, sobre todo, en los momentos en los que nos acercamos a tan increíble mente y cómo el destino hace que desaparezca en cuerpo, dejando un alma plasmada en cada una de sus depresivas composiciones. Una carrera con tan sólo dos discos a sus espaldas, “Unknown Pleasures” y “Closer”, pero con un sinfín de recopilatorios, directos y ediciones especiales editados una y otra vez, cantidades ingentes de merchandising y un ídolo musical histórico, único e inigualable. Siguen siendo uno de esos grandes referentes que todo amante de la música debe saber disfrutar y, como tal, es indispensable visionar este documental, no sólo para quien ya es seguidor, sino también para quienes gusten de pequeñas joyas como “Joy Division”.
Lo mejor: puro dinamismo en un metraje que no intenta idolatrar, sino hacer más terrenal a quien los tiempos han encumbrado. Muy notable aportación la de Gee que, sin duda, no pasará desapercibida en su trayectoria profesional.
Lo peor: los momentos más banales, que resultan inevitables.
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