El
famoso director surcoreano Kim Ki-Duk nos traslada al mundo onírico gracias a
“Dream”.
La que es su obra número 15 se ve claramente afectada por la crisis en la que
el autor se encontraba inmerso. Y es que, como comentábamos a través de la
crítica de otra de sus cintas, “Amén” (2011), el propio realizador
se percató de cómo todo el esplendor de su creatividad empezaba a ir cuesta
abajo para verse sumergido en una creciente depresión que llegaría a plasmar en
su única pieza documental, “Arirang” (2011) y que, pos
desgracia, se vería acrecentada por el accidente que tuvo la actriz principal
de este filme, Lee
Na-Young, que casi muere ahogada al realizar una de las escenas.
Independientemente
de sus éxitos y fracasos, el cineasta es difícil que pase desapercibido haga lo
que haga, puesto que cada una de sus producciones siempre contienen ese toque
personal lleno de poesía visual sin grandes recursos ni extravagancias y su
bella sensibilidad en la forma de tratar las historias que pasan por sus manos,
ya sean sumamente delicadas o extrañamente bizarras, como estamos viendo en los
últimos tiempos y en su nueva etapa profesional.
Sin embargo,
“Dream”
quedó relegada a ser una obra menor en su filmografía y no porque su premisa no
fuese interesante, sino porque el trato de ésta resulta más que disperso,
llegando a extenderse demasiado a lo largo de unos innecesarios 95 minutos de
duración. La percepción entre la realidad ficticia y el mundo de los sueños
encuentra su hueco en la relación entre Jin (Jô Odagiri) y Ran (Lee Na-Young). La cinta
comienza con la fantasía del protagonista, un hombre de procedencia japonesa
que, mientras duerme, ve cómo se causa un accidente. Tal suceso resulta haberse
producido de verdad, pero desconoce quién conducía el coche. Poco a poco
descubre que, durante sus descansos y constantes pesadillas, la joven Ran, que
es sonámbula, los lleva a cabo. Su conexión les obliga a unir sus fuerzas, pero
el pasado no deja de ser el causante de su presente. Jin no es capaz de olvidar a su
expareja, pero Ran,
tras su ruptura, intenta dejar atrás a su exnovio a pesar de que los sueños le
impiden cortar con él definitivamente.
Una
historia de superación, de querer y no poder, de desear días anteriores haciendo
insufrible la vida actual y de pretender superar el ayer que siempre persigue e
impide vivir un futuro tranquilo y feliz. Su espléndido comienzo nos hace
pensar que Ki-Duk
ha regresado a sus buenos tiempos, pero, con el transcurso del metraje, el
ritmo decae estrepitosamente, perdiendo toda la intriga posible de una trama
que la necesitaba para poder crecer. Su narración se muestra como una especie
de bucle onírico que asfixia tanto a los personajes como a la acción y es que,
de repente, los hechos suceden una y otra vez de forma similar, forzándonos a
desfilar por una delgada línea entre el aburrimiento y las ganas de llegar al
desenlace. No obstante, sus minutos finales nos llevan a regresar a la
verdadera esencia de su autor, a las impecables imágenes de una conclusión que
va más allá de estas mismas, de los escasos diálogos que tanta magia crean a su
paso y de esa poesía que le hizo brillar a nivel internacional como uno de los
realizadores surcoreanos de referencia.
Tanto
el actor nipón Odagiri
como Na-Young
cumplen su limitado cometido a la perfección, aunque sus personajes pierdan
cierto interés al zambullirse en la burbuja surrealista de la que a su director
le cuesta salir. Mientras que ella asume su papel como coreana de a pie, él
habla en japonés y, curiosamente, parece que todos le entienden sin problemas,
un detalle que le otorga cierto aire inverosímil a la cinta.
“Dream”
no deja de ser original, pese a beber de los recursos más fáciles de sus
trabajos anteriores y sí, precisamente por ésto no pertenece a ese grupo
selecto de obras de Ki-Duk que son indispensables para todo cinéfilo. Como
siempre, técnicamente intachable con efectos visuales realizados por Kang Chang-Bae,
todo un veterano en cine nacional que ha participado en producciones de gran
envergadura como “Thirst” (Park Chan-Wook, 2009), “Mother” (Bong Joon-Ho,
2009) o “Snowpiercer (Rompenieves)” (Bong Joon-Ho, 2013) y que, una vez
más, luce su grandeza, aunque para disfrutarlo haya que acudir al desenlace del
metraje.
Por
suerte, Kim
Ki-Duk sigue manteniendo activa nuestra mente con posibles
interpretaciones de sus obras y, por supuesto, “Dream” no iba a ser
menos. El tormento del pasado nos persigue si no conseguimos romper con él
definitivamente, si no dejamos marchar todo lo que nos impide ser felices y nos
instiga a un presente lleno de dolor y rencor. Quizá sea la idea más sencilla
de extraer, pero tras ésta, se encuentra una parte de la vida del autor, que
ayuda a comprender su humana trayectoria y que, aunque no disculpa sus errores,
sí que nos continúa conquistando, mientras exploramos las diversas facetas de
tan interesante y único artista.
Lo
mejor: tanto el principio como el final de la cinta contienen escenas de
pura belleza técnica.
Lo
peor: el guion no sabe cómo mantener el interés de un espectador que llega
a cansarse con tantos juegos oníricos demasiado idénticos.
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