martes, 15 de septiembre de 2015

NO CIERRES LOS OJOS (2008)



El famoso director surcoreano Kim Ki-Duk nos traslada al mundo onírico gracias a “Dream”. La que es su obra número 15 se ve claramente afectada por la crisis en la que el autor se encontraba inmerso. Y es que, como comentábamos a través de la crítica de otra de sus cintas, “Amén” (2011), el propio realizador se percató de cómo todo el esplendor de su creatividad empezaba a ir cuesta abajo para verse sumergido en una creciente depresión que llegaría a plasmar en su única pieza documental, “Arirang” (2011) y que, pos desgracia, se vería acrecentada por el accidente que tuvo la actriz principal de este filme, Lee Na-Young, que casi muere ahogada al realizar una de las escenas.

Independientemente de sus éxitos y fracasos, el cineasta es difícil que pase desapercibido haga lo que haga, puesto que cada una de sus producciones siempre contienen ese toque personal lleno de poesía visual sin grandes recursos ni extravagancias y su bella sensibilidad en la forma de tratar las historias que pasan por sus manos, ya sean sumamente delicadas o extrañamente bizarras, como estamos viendo en los últimos tiempos y en su nueva etapa profesional.

Sin embargo, “Dream” quedó relegada a ser una obra menor en su filmografía y no porque su premisa no fuese interesante, sino porque el trato de ésta resulta más que disperso, llegando a extenderse demasiado a lo largo de unos innecesarios 95 minutos de duración. La percepción entre la realidad ficticia y el mundo de los sueños encuentra su hueco en la relación entre Jin (Jô Odagiri) y Ran (Lee Na-Young). La cinta comienza con la fantasía del protagonista, un hombre de procedencia japonesa que, mientras duerme, ve cómo se causa un accidente. Tal suceso resulta haberse producido de verdad, pero desconoce quién conducía el coche. Poco a poco descubre que, durante sus descansos y constantes pesadillas, la joven Ran, que es sonámbula, los lleva a cabo. Su conexión les obliga a unir sus fuerzas, pero el pasado no deja de ser el causante de su presente. Jin no es capaz de olvidar a su expareja, pero Ran, tras su ruptura, intenta dejar atrás a su exnovio a pesar de que los sueños le impiden cortar con él definitivamente.

Una historia de superación, de querer y no poder, de desear días anteriores haciendo insufrible la vida actual y de pretender superar el ayer que siempre persigue e impide vivir un futuro tranquilo y feliz. Su espléndido comienzo nos hace pensar que Ki-Duk ha regresado a sus buenos tiempos, pero, con el transcurso del metraje, el ritmo decae estrepitosamente, perdiendo toda la intriga posible de una trama que la necesitaba para poder crecer. Su narración se muestra como una especie de bucle onírico que asfixia tanto a los personajes como a la acción y es que, de repente, los hechos suceden una y otra vez de forma similar, forzándonos a desfilar por una delgada línea entre el aburrimiento y las ganas de llegar al desenlace. No obstante, sus minutos finales nos llevan a regresar a la verdadera esencia de su autor, a las impecables imágenes de una conclusión que va más allá de estas mismas, de los escasos diálogos que tanta magia crean a su paso y de esa poesía que le hizo brillar a nivel internacional como uno de los realizadores surcoreanos de referencia.

Tanto el actor nipón Odagiri como Na-Young cumplen su limitado cometido a la perfección, aunque sus personajes pierdan cierto interés al zambullirse en la burbuja surrealista de la que a su director le cuesta salir. Mientras que ella asume su papel como coreana de a pie, él habla en japonés y, curiosamente, parece que todos le entienden sin problemas, un detalle que le otorga cierto aire inverosímil a la cinta.

“Dream” no deja de ser original, pese a beber de los recursos más fáciles de sus trabajos anteriores y sí, precisamente por ésto no pertenece a ese grupo selecto de obras de Ki-Duk que son indispensables para todo cinéfilo. Como siempre, técnicamente intachable con efectos visuales realizados por Kang Chang-Bae, todo un veterano en cine nacional que ha participado en producciones de gran envergadura como “Thirst” (Park Chan-Wook, 2009), “Mother” (Bong Joon-Ho, 2009) o “Snowpiercer (Rompenieves)” (Bong Joon-Ho, 2013) y que, una vez más, luce su grandeza, aunque para disfrutarlo haya que acudir al desenlace del metraje.

Por suerte, Kim Ki-Duk sigue manteniendo activa nuestra mente con posibles interpretaciones de sus obras y, por supuesto, “Dream” no iba a ser menos. El tormento del pasado nos persigue si no conseguimos romper con él definitivamente, si no dejamos marchar todo lo que nos impide ser felices y nos instiga a un presente lleno de dolor y rencor. Quizá sea la idea más sencilla de extraer, pero tras ésta, se encuentra una parte de la vida del autor, que ayuda a comprender su humana trayectoria y que, aunque no disculpa sus errores, sí que nos continúa conquistando, mientras exploramos las diversas facetas de tan interesante y único artista.

Lo mejor: tanto el principio como el final de la cinta contienen escenas de pura belleza técnica.

Lo peor: el guion no sabe cómo mantener el interés de un espectador que llega a cansarse con tantos juegos oníricos demasiado idénticos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario