Es
innegable que el director chino Zhang Yimou utiliza las técnicas
cinematográficas con total maestría. Integrante de la conocida Quinta
Generación de cineastas chinos, el autor ha visto cómo algunas de sus obras han
sufrido la represión en su propio país, pero eso no ha impedido que su carrera
despegara incluso en el paraíso comercial de Hollywood. Sus inicios en la
fotografía de cine han marcado toda su trayectoria, puesto que no hay duda de que
toda imagen que pasa por sus manos, está detalladamente realizada con una
arquitectura cuidada de forma minuciosa. Todo un ejemplo de cómo el cine puede
asombrar visualmente y descubrir mundos inimaginables.
“La Linterna Roja” fue su cuarta película y, por desgracia, la segunda que caía en
manos de la censura tras el estreno de “Semilla de Crisantemo” (1990).
Inspirada en la China de los años 20, la historia se centra en Songlian (Li
Gong), una joven de buena familia que debe abandonar su carrera académica tras
el fallecimiento de su padre. Su destino ya está escrito y, como mujer, debe
casarse. En vez de escoger a un hombre corriente y vivir en pareja por siempre,
decide entregar su vida a Chen Zouqian (Jingwu Ma), señor de gran poder adquisitivo que
reside en su palacio con tres esposas más. Recluida entre las cuatro paredes de
su habitación, empieza a comprender que la elegida por el maestro recibe
favores y cuidados mejores que las demás. Por eso, ser la primera dama le
lleva a emprender una lucha competitiva, alimentada por la envidia, el odio y
los juegos sucios, con las otras tres mujeres para conseguir que el patio de
sus aposentos sea iluminado por linternas rojas como señal de que es la
favorita y que los sirvientes marcan a través de una orden militar gritada a voces.
La
trama, sobria y sencilla en desarrollo y mínima en diálogos, sigue el
transcurso de las estaciones del año como si de capítulos se tratase,
destacando el invierno con un palacio cubierto de nieve y una atmósfera irreal,
cruel y claustrofóbica, al igual que los días de la protagonista. Una sutil crítica de la propia sociedad china,
oprimida por retrógradas tradiciones, convencionalismos e injusticias difíciles
de superar. Quizá, por esta circunstancia, Yimou suele entregar, muy
respetuosamente, el protagonismo de sus trabajos a la figura de la mujer
heroica y apasionada, ya sea en historias cotidianas como en narraciones más
épicas. A su vez, encontramos una esencia aún más profunda y es que el ser
humano siempre acaba buscando la seguridad o la estabilidad que un matrimonio
puede proporcionar, aunque le conlleve a perder parte de su libertad e
independencia.
Visualmente,
el autor guarda una especial simetría fotográfica, creando perspectivas
eternas, lejanas, con patios aparentemente carcelarios, aspecto que se acentúa
con la propia cámara, que no abandona el palacio en ni un solo instante como
muestra del cautiverio en el que viven las esposas y que mantiene una gran
distancia con el maestro como símbolo de poder y respeto, haciéndonos sentir, en
nuestra propia piel, la crudeza y frialdad que las mujeres deben experimentar
con su propio marido. Un halo de tristeza que confronta directamente con la
gran belleza de las imágenes.
En
su decorado resaltan, obviamente, esas linternas rojas que someten a las cuatro. Ese rojo que siempre nos ha llevado a pensar en la pasión, la
sensualidad y el amor, nos confunde y nos asfixia. Domina a los personajes
y a la vez nos incomoda, ahoga toda esperanza pero, a su vez, viene
acompañado de privilegios, elimina los sentimientos y despierta la
supervivencia. Por
todo, “La Linterna Roja” es toda una obra maestra. Minimalista y austera,
parece increíble que una película pueda expresar tantas ideas con tan pocos
elementos. Con diálogos profundos, bien empleados y que dejan la importancia
justa al silencio, al vacío de un enorme palacio y de los corazones de cada
personaje.
Lo
mejor: la inigualable fotografía y la apasionante historia que el cineasta nos
ofrece.
Lo
peor: tal vez, tanto silencio ralentice el ritmo de la narración cuando no se está
acostumbrado al cine oriental, pero, pese a ello, el visionado es más que
recomendable.
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