Una
de las críticas más habituales que solemos recibir es la alineación a la que
nuestra sociedad se somete, una idea que queda fielmente reflejada a través de
la mejor obra del director e ilustrador argentino Santiago Bou Grasso, “El Empleo”. Un cortometraje que recibió el Gran Premio del Jurado en el Festival
ANIMA y el Premio FIPRESCI del Festival de Annecy hace seis años. Todo un orgullo
para el cineasta, que, a pesar de contar con cuatro metrajes, tan sólo éste ha
recibido atención.
El
protagonista forma parte de un universo en el que las personas son utilizadas
como objetos. Así es como podremos ver a hombres-lámpara, hombres-espejo,
hombres-semáforo, etc. Un sinfín de elementos cotidianos que expresan una
reflexión verdaderamente contundente y es que el ser humano utiliza a sus
iguales con el objetivo de sacar provecho y prosperar; y como símbolo del propio
sistema en el que convivimos. Una vida rutinaria en la que el trabajo es lo
más importante.
La
cinta está construída por el mismo autor, con dibujos animados
artesanales, es decir, realizados sobre papel como aquellas clásicas
animaciones de las que disfrutábamos de pequeños. Los toques de acuarela en los
fondos ayudan a centrarse más en los personajes, mientras que la elección de
colores neutros y suaves proporcionan un mayor énfasis en la trama, que es lo
que realmente adquiere mayor interés.
Dentro
de su imaginario, “El Empleo” nos presenta un mundo más real de lo que nos
gustaría, a través de nuestras debilidades y nuestro lado más oscuro, desesperanzado
y desolador. Una triste verdad que no solemos apreciar debido a la frenética y
estresante vida en la que nos encontramos y que, tras esa máscara de
abstracción de nuestros propios problemas, rebela una tétrica existencia que
demuestra estar por encima de todo.
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