El
vampiro es el ser sobrenatural sobre el que más se ha hablado. El séptimo arte
siempre le ha incluido en películas de terror que, además, suelen poseer una
trama paralela de romance o drama y, posiblemente, ese sea el mayor de sus
poderes, si somos realistas. Ciertos actores también se han visto “encadenados”
a su presencia y, sin querer, automáticamente les relacionamos con este ser
mítico. Así es como Bela Lugosi, Christopher Lee o Gary Oldman son los más
conocidos gracias a su personal interpretación de Drácula.
La
mujer, en cambio, siempre suele ser la compañera, víctima o el objetivo
romántico del protagonista. En este caso, tenemos uno de los pocos casos en los
que ésto no se cumple. “El Ansia” fue la obra con la que el director británico
Tony Scott (sí, el hermano de Ridley) lanzó su carrera en Hollywood. Inspirado
estéticamente en el famoso libro de la escritora Anne Rice, “Entrevista con el Vampiro”; y basado en la novela homónima del escritor
norteamericano Whitley Strieber, la protagonista, Miriam Blaylock (Catherine Deneuve), se alimenta de
almas y amantes bajo la identidad de una coleccionista de reliquias del
Renacimiento y el Antiguo Egipto. John (David Bowie), su romance actual,
comienza a ver las consecuencias de jugar con el tiempo y la inmortalidad.
Con
este modesto proyecto, aunque no por su fabuloso casting, el autor se lanzaba a
los brazos del comercio cinematográfico estadounidense, de un público que no
supo valorar su esfuerzo y de una crítica que no vio con buenos ojos su
estreno. Como ya sabemos, no es la primera cinta independiente que se
revaloriza con el paso de los años, convirtiéndose, a día de hoy, en toda una
película de culto, sobre todo, para los fans de Bowie, quienes han premiado,
con el paso del tiempo, la auténtica actuación del cantante, cuya vampirizada
estética está en maravillosa sintonía con la narración. Igualmente, Deneuve
hace un despliegue de todos sus elegantes y sensuales encantos, como cabía
esperar. La actriz es impecable en sus trabajos y fue todo un acierto
entregarle el papel protagonista.
Como
buenos seres de la noche, se alimentan de sangre humana para mantenerse
eternamente jóvenes, pero John descubre que, tanto su alma como su cuerpo, son
perecederos y comienza a envejecer a pasos agigantados. Él y Miriam intentarán
buscar una cura para que su amor luche contra el tiempo. Sarah Roberts (la
magnífica Susan Sarandon) será la científica que investigue tal hecho y se deje
seducir por los encantos de ambos.
Esta
cuestión será la que haga despegar una narración aparentemente pausada, pero
que se verá en marcha y a contrarreloj, desprendiendo un fino erotismo y una
sofisticación, en parte gracias al brillante elenco, a través de una mujer a la
que en ningún momento se le califica de vampiro, una palabra que ni siquiera se
menciona, aunque tampoco es necesario. El
eterno deseo de ser inmortal por parte del ser humano, esa capacidad de poder
controlar el paso del tiempo, se ve reflejada como si de una condena se
tratase. El miedo a la soledad aporta una visión aún más fatalista de la
situación, desprendiendo ese sabor amargo de la debilidad del hombre.
La
labor fotográfica del director sudafricano Stephen Goldblatt resulta totalmente
inspiradora con ese toque oscuro, distinguido y gótico, que se complementa a la
perfección con una banda sonora de lujo, con temas de Iggy Pop o Bauhaus, con
su mítico “Bela Lugosi’s Dead”, que protagoniza una de las mejores escenas de
la cinta en el interior de una discoteca y con unos efectos de iluminación
verdaderamente asfixiantes.
“El
Ansia” es una de esas pequeñas joyas de la que no han disfrutado muchos. Un
trabajo sumamente recomendable e irrepetible.
Lo
mejor: un elenco de lujo, una admirable fotografía y una soberbia banda sonora.
Lo
peor: una película injustamente castigada por la crítica que, en su momento, la
recluyó a la oscuridad del mercado cinematográfico.
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