27 de febrero de 2009. El joven Benjamin Feller, de 18 años,
decide acabar con todo, con la vida que conocía, para cometer un atroz crimen
y emprender, así, un destino oscuro y siniestro. Sin embargo, antes de llevar a
cabo su plan, escribe detalladamente cómo asesina a sangre fría a sus padres
para entregarle el diario a su profesor de francés. Una terrible noticia en la
que se basa la directora y guionista franco-suiza Ursula Meier para crear
“Diario de mi Mente”, la obra que forma parte del proyecto “Ondes de Choc”,
inspirado en impactantes noticias acontecidas en Suiza que son plasmadas en imágenes por cuatro
cineastas nacionales. En esta ocasión, Benjamin (Kacey Mottet Klein) retrató cada uno de sus pensamientos a lo largo de un año, un ejercicio que su
profesora Esther Fontanel (Fanny Ardant) creía que sería una gran experiencia
para sus alumnos al darles la oportunidad de expresar sus emociones a través de
un papel. Sin embargo, cinco días antes de disparar a sus progenitores, el
adolescente llegó a plantearse seriamente la posibilidad de cambiar su futuro.
Tras llamar a la policía, Benjamin ingresa en la cárcel,
iniciando un eterno proceso hasta su juicio, también interminable para la
maestra, interrogada sucesivamente para sembrar la duda en su labor profesional.
¿Acaso no conocía las intenciones del joven si le entregaba periódicamente sus
escritos?, ¿no podía haber hecho absolutamente nada ante tal catástrofe?, ¿es
posible que, después de tantos años de carrera, no sirva para guiar a sus
alumnos?, ¿tal vez ella le impulsó a cometer el crimen? El juez Mathieu
considera fuertemente estos interrogantes, pero Fontanel se ve en la inmensidad
de un mar de dudas que ni siquiera tienen una contestación fiable.
Efectivamente, los hechos acontecen de forma inexplicable,
impactando al espectador en una primera mitad sobresaliente, desarrollada a un ritmo
constante y acertado, para desembocar en la exposición de un huracán de
emociones en las que se veía envuelto Feller. Meier no duda en humanizar a
quien en su día era un simple rostro en las noticias, un siniestro asesino que
produjo una brutal conmoción en la sociedad suiza. No es el primer caso de este
estilo, pero, a pesar de ello, sigue propiciándonos un bofetón en nuestra
concepción de la realidad. Resulta extraño notar cierta sensibilización por un
perfil que parece antinatura, generando la necesidad de comprender cuando, en
verdad, todo escapa a nuestra razón. ¿Tenía motivos para hacerlo?, ¿son
suficientes esos motivos?, ¿cabe una mínima posibilidad de entender por qué
decidió matar a sus padres?
Meier nos genera dudas a cada minuto, siguiendo el compás de
la trayectoria de Fontanel, pero, si esto hubiera sido suficiente,
estaríamos ante una de las mejores películas de los últimos tiempos. Sin
embargo, a lo largo de sus 70 minutos de metraje, se produce una fuerte
irregularidad en el dinamismo de su narración. Comentábamos que su primera
mitad se erigía, cuanto menos, excelente, potenciando la intriga, provocando
con sus diálogos, brillando con su montaje, diluyendo los límites entre la
realidad y la ficción. El precario equilibrio de un desequilibrado Feller queda
plasmado entre palabras, pensamientos y hechos. Una macabra historia que
muestra la soledad y el sufrimiento psicológico que conduce a la locura, a una
extraña pesadilla representada como una ensoñación imposible, incapaz de llevarse a
cabo en nuestro mundo. Pero todo termina lentamente, desinflándose hacia un
final irregular que parece no llevar a nada a través de una narración densa,
perdida, vaga y abstracta que deja un mal sabor de boca.
Kacey Mottet Klein controla perfectamente el perfil del
protagonista, sumiéndose en un rol que entraña una gran dificultad por su
ambivalente personalidad. Una labor muy destacable para un joven actor que tan
sólo posee unos cuantos títulos en su trayectoria y que, a parte de encarar a
un personaje complicado, comparte protagonismo con la gran
actriz Fanny Ardant. Por desgracia, este trabajo no supone una obra cumbre en
su extensa carrera, siendo tristemente desaprovechada en manos de Meier. El
personaje de Fontanel podría haber sido una auténtica joya y uno de los puntos
fuertes del largometraje, pero la falta de profundidad y las esquivas palabras
que desfilan constantemente provocan que su personaje acabe perdiendo interés,
pese a que Ardant trate de salvar a Fontanel con gran mérito.
“Diario de mi Mente” cuenta con el director de fotografía
Jeanne Lapoirie, más conocido por su excelente labor en “8 Mujeres” (François
Ozon, 2002), “La Resurrección de los Muertos” (2004) y “120 Pulsaciones por
Minuto” (2017), de Robin Campillo; “Un Castillo en Italia” (Valeria Bruni
Tedeschi, 2013); o “Gett: El Divorcio de Viviane Amsalem” (Ronit y Shlomi
Elkabetz, 2014). Títulos, por supuesto, mucho más significativos que este caso,
en el que Meier se centra excesivamente en el fin de este proyecto, la
televisión, creando un largometraje promedio cuando partía una premisa con gran potencial.
Lo mejor: su primera parte presenta una historia de lo más
interesante y atractiva.
Lo peor: un clímax que conduce al vacío, a la nada.
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