La espectacularidad en el género de acción suele acumular grandes adeptos, pero, en concreto, el mundo de las carreras de coches llama aún más la atención en la cartelera. Espectaculares vehículos de alta gama, kilómetros recorridos a gran velocidad, inyecciones de adrenalina y persecuciones arriesgadas. Éstos son los ingredientes básicos de un cocktail que siempre promete diversión.
El segundo largometraje del director estadounidense Scott Waugh, “Need for Speed”, cumple con estas directrices basándose en la saga de videojuegos de carreras automovilísticas bajo la licencia de la compañía Electronics Arts, en la que un mecánico, Tobey Marshall (Aaron Paul), es culpado de la muerte de uno de sus mejores amigos, fallecido durante un improvisado desafío con Dino Brewster (Dominic Cooper). Una vez que sale de la cárcel y acompañado por la atractiva copiloto Julia (Imogen Poots), busca venganza ante su injusto arresto en la arriesgada competición clandestina De León, la Liga de Campeones.
Es cierto que, en este tipo de trabajos, la acción prima por encima de la trama y este caso no es una excepción. Su historia es extremadamente sencilla, pero poco importa cuando el fin es la búsqueda del más puro entretenimiento. Partiendo de esta base y sin grandes expectativas, la sed de venganza es el motor con el que funciona el argumento, aderezado, cómo no, de un previsible toque de romance. No obstante, su montaje está cargado de intensa adrenalina y es que Waugh, además de permanecer tras las cámaras, ha sido especialista de cine y sabe muy bien cómo ganarse al espectador. El impactante despliegue de efectos CGI y las secuencias rodadas con un gran número de cámaras otorgan un mayor realismo y, por tanto, diversión.
Aaron Paul, que ha adquirido importancia tras su paso por la galardonada serie “Breaking Bad” (Vince Gilligan, 2008), es el reclamo perfecto para “Need for Speed”. Aparentemente cómodo en un papel que no entraña mucha dificultad en comparación con sus anteriores trabajos, encarna un personaje cliché muy poco explotado, sin apenas profundidad y totalmente predecible desde el inicio, pero al que Paul saca el máximo partido posible, aunque esta aportación nunca destacará en su trayectoria artística.
Por su parte, Poots cumple con el personaje de la típica chica guapa relegada al romanticismo más absurdo aportándole cierta comicidad a sus diálogos. En contraposición, Cooper no consigue adaptase a su rol de antagonista, mostrándose muy poco convincente con su falta de carisma e intimidación en los instantes que más lo requieren. Mención especial para el veterano actor Michael Keaton entre el reparto de secundarios. A pesar de destacar como rostro conocido, realiza una actuación que inexplicablemente es desperdiciada.
El meticuloso trabajo técnico se ve deslucido por una banda sonora realmente inadecuada para los momentos de acción. Una desacertada elección que resta la adrenalina necesaria para el disfrute del espectador. Precisamente, el mundo del tunning suele pedir sonidos cañeros, que dejen sin respiración a los asistentes y que impulse la viveza visual de la que Waugh hace gala, pero, en cambio, se convierten en escenas lineales a las que les falta cierto clímax.
Los motores de “Need for Speed” harán las delicias de los amantes del género, a pesar de la inmensa cantidad de clichés de los que se alimenta la cinta y convierten el potencial de una trama en una historia insulsa y sin interés. No obstante, las escenas de acción con coches fastuosos y mucha velocidad cumplen a la perfección con el objetivo principal, entretener durante las más de 2 horas que dura el filme.
Lo mejor: visualmente es un largometraje con fuerza, muy llamativo y potente.
Lo peor: su previsible trama. Cooper no consigue ser el antagonista que necesitaba esta película. La banda sonora no impulsa los momentos de mayor tensión.
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