Pocos
cineastas pueden decir que han creado una de las mayores joyas cinematográficas
de la década de los 90 en unos instantes de aburrimiento. Es más, probablemente
el director hongkonés Wong Kar-Wai nunca pensó que dos meses de descanso serían
tan fructíferos en su carrera. Así es como surgió una de sus obras maestras,
“Chungking Express”, una cinta creada entre rodajes, precisamente durante la
producción de “Las Cenizas del Tiempo” (1994), con un equipo que trabajaba en sus
ratos libres junto a él y con una historia que se iba escribiendo sobre la
marcha, entrelazando dos tramas que ponen en tela de juicio ese “amor líquido”
del que nos hablaba el sociólogo polaco Zygmunt Bauman, esa falta de solidez
que provoca que el amor romántico haya sido destruido en favor de la finitud.
Estrenada
en el Festival de Locarno de 1994, las expectativas de la película crecieron a
pasos agigantados con un público fascinado por las vivencias de dos policías.
El oficial 223, He Zhiwu (Takeshi Kaneshiro), pasa por una crisis que trata de
ahogar mientras bebe en un bar. Su relación se rompió hace apenas un mes y es
incapaz de salir adelante, de vivir sin la presencia de su novia. Sumido en la
melancolía de una ausencia y con gran desesperación en pleno cumpleaños, decide
enamorarse de la primera mujer que entre en el pub, una
joven rubia con gafas de sol (Brigitte Lin). Por su parte, el oficial 663 (Tony
Chiu Wai Leung) también se encuentra en una situación similar. Tras la ruptura
con su novia, ésta deja las llaves del piso que compartían en un puesto de
comida que él suele frecuentar, atendido por Faye (Faye Wong), una chica que
escucha constantemente “California Dreamin”, de The Mamas And The Papas.
Enamorada en secreto del agente, no duda en guardarse las llaves para visitar
su casa de vez en cuando, en donde suele limpiar o gastarle alguna broma, como
echar somníferos en las bebidas o cambiar las etiquetas de las latas. Un día,
Faye descubre que él le ha dejado un mensaje en la casa: quiere conocerla y la
cita será en el restaurante California.
Sin
duda, el cineasta creó estilo con una narración de estructura poética, con un
cine urbano que presenta la ciudad siempre en estado cambiante, prácticamente
futurista, una urbe que deja atrás el pasado, casi olvidado, para convertirse en toda una metrópoli que nunca duerme. Con poco más de
100 minutos de narración desarrollados a fuego lento, de manera contemplativa y
cuidadosa, posee un virtuosismo que se verá ensalzado en otras cintas posteriores de su
filmografía, como “Happy Together” (1997), “In the Mood for Love” (2000),
“2046” (2004) o, incluso, “My Blueberry Nights” (2007). Drama, romance, toques
de comedia y hasta cierto aire de cine negro se entremezclan sin necesidad de grandes
exuberancias, puesto que el largometraje se transforma al instante en una pieza arrebatadora, atrevida y rebosante de
frescura.
El
mítico director de fotografía Christopher Doyle se encarga de explotar la
viveza de los colores, las elocuentes escenas rodadas con cámara en mano o la
extravagante composición general, aspectos que provocaron que creara escuela
durante los años 90 y que le han llevado a permanecer al lado de Wong Kar-Wai durante
sus respectivas carreras. Su tan perfeccionado e inconfundible estilo viene acompañado por
una banda sonora con gran presencia, compuesta por covers de “Dream Person”, de
The Cramberries, o “Bluebeard”, de Cocteau Twins, entre otros variados temas,
que complementan la profundidad de las historias de los personajes.
Sin
embargo, a pesar de los buenos resultados que se obtuvieron, no todo el elenco
corrió la misma suerte. La actriz taiwanesa Brigitte Lin tuvo un trepidante año
1994 con el rodaje de varias producciones de forma simultánea, pero, tras este “boom
cinematográfico”, pocas veces más ha aparecido delante de las cámaras. Su
icónica actuación ha pasado a formar parte de la historia del séptimo arte,
pero no pudo trascender más allá de eso. Al igual que ella, Faye Wong realizó
pocos proyectos más, aunque su trayectoria se desvió por otros campos, como las
series de televisión. Aquella simpática joven que bailaba al son de la
nostalgia y que trataba de ser coquetea y huidiza al mismo tiempo sólo volvió a trabajar con
Wong Kar-Wai en una ocasión más, con “2046”; y con su compañero de reparto,
Tony Leung, en “Odisea China” (Jeffrey Lau, 2002). Precisamente,
el actor se ha convertido en uno de los rostros más populares, siendo el
perfecto embajador de la cinematografía china de las últimas décadas. Aunque ha
dedicado parte de su carrera a ser protagonista de algunas de las obras
maestras del cineasta, también ha colaborado con otros grandes autores como
Johnnie To, Hou Hsiao-Hsien, Zhang Yimou, Ang Lee o John Woo. Como cabe esperar,
su brillante actuación resulta hipnotizante, mientras que su también afamado
compañero, Takeshi Kaneshiro, que apenas comenzaba su andadura, proyecta un
gran magnetismo y carisma. Ambas trayectorias se han cruzado en más de una
ocasión, pero, en el caso de Kaneshiro, se le ha reconocido
especialmente por la cinta “La Casa de las Dagas Voladoras” (Zhang Yimou,
2007).
Las
improvisaciones, los rodajes, el caótico material que se obtuvo sin conocer tan
siquiera cuál sería el montaje definitivo que daría sentido a la película y las
constantes idas y venidas del equipo podrían haber calado negativamente en el
resultado final y, en cambio, provocaron que la producción se acabara
convirtiendo en una obra de culto, al igual que aquella rubia de gafas de sol
que se acercó al agente 223 y que terminó siendo un icono para varias
generaciones. Pero, ante todo, “Chungking Express” fue el mayor éxito
internacional del cineasta Wong Kar-Wai, cuyo sello es garantía de sensibilidad
y poesía visual, una autoría que pasó a ser mundialmente conocida gracias a las
andanzas de dos polícias y dos jóvenes que surgieron de la nada.
Lo
mejor: el virtuosismo del que hace gala Wong Kar-Wai en un largometraje
esencial para los amantes de un cine que siempre ha intentado abrir horizontes.
Lo
peor: de nuevo, la lentitud en el transcurso de su narración puede hacer que
más de uno desista en llegar al final.
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