Ya
hemos comentado en alguna ocasión cómo los documentales sobre artistas con vidas trágicas tienen
que balancearse constantemente entre la figura pública a tratar o su lado más
oscuro y, por tanto, más sensacionalista. Igualmente, este aspecto puede hacer
que la familia colabore o reniegue de su participación, como ocurrió con
“Antonio Vega: tu voz entre otras mil”, la producción dirigida por Paloma
Concejero que se exhibió en plena polémica. Los más allegados del cantante se
sintieron engañados con el material resultante y podemos imaginar el por qué.
Las
dos horas de cinta recogen, de forma cronológica, toda una trayectoria de una
de las figuras más importantes de aquella Movida de los 80 y la posterior
estela del pop español de calidad. La infancia y adolescencia de un niño con
168 de Coeficiente Intelectual que sentía una gran inquietud por la astronomía.
Su pasión por el exterior escondía una gran fragilidad, cierto despiste y una
fuerte ensoñación que siempre ha escondido tras su intensa mirada y una agridulce sonrisa. Su madre, preocupada por su hijo más rebelde, pero al que arropaba con
más cariño, fue quien le llevó al médico para concluir que estaba ante alguien
demasiado complicado. Poco se detiene en su etapa con Nacha Pop, que queda
ensombrecida por los malos vicios y por las ansias de extrema libertad y de
hacer todo y nada a la vez. Los primeros conciertos y apariciones en televisión, las emociones
sobre el escenario, los nuevos amigos que se sumaban a un círculo cada vez más
grande gracias a su fama. Un hombre que ocupaba su tiempo de ocio practicando
alpinismo, kárate, devorando multitud de libros o desarrollando sus
investigaciones sobre los anillos de Saturno. Su porterior carrera en solitario, el matrimonio fallido con Teresa
y la pérdida de su siguiente pareja, Marga, fallecida en 2004 y a quien dedicó el
disco “3000 noches con Marga”. Penas, supervivencia, soledad, esperanza, años
de insatisfacción, de siempre querer más, que se detuvieron el 12 de mayo de
2009.
Un
excelente material bien documentado que fue recopilado durante cuatro años,
reuniendo fotografías y filmaciones en Super-8 del álbum familiar, entrevistas
del propio cantautor gracias al trabajo realizado por el escritor Bosco Ussía,
impresiones y dibujos de un alma inquieta, grabaciones inéditas, recuerdos y anécdotas
en boca de su madre, parejas, compañeros, amigos y no tan amigos (como el actor Will More, que
deja claro los grandes efectos de las drogas en unas estrambóticas y dañinas
declaraciones que sobraban en este metraje, a no ser que la autora buscara
amarillismo a raudales o, en su defecto, poner una nota de humor cruel).
Con
un título en apariencia inadecuado que da la sensación de expresar que Antonio
fue uno más del montón, el documental deja un regusto oscuro de un artista
constantemente al pie del abismo, dejando un poco nublada su carrera musical, sus logros
y desafíos profesionales. Esa mancha que vuelca la balanza sobre la
drogadicción y no sobre quien es considerado poeta, amante de la música como
forma de expresión para liberar los fantasmas que habitaban su mente. Y es que,
para él, este mundo se quedaba pequeño y siempre necesitaba ir más allá. Un
retrato íntimo que, tal y como su familia indicó, mantiene en la penumbra a un
artista que vivió también en la luz y no sólo la de los focos.
Bajo
una estética nostálgica y de aire retro, la fotografía es fantástica, pero más
reseñable aún es la banda sonora, que, lógicamente, son temas variados del
cantautor. De algunos se explica la procedencia de su magnífica letra, mientras
que otros, casi himnos, pasan desapercibidos. “La chica de ayer”, “El sitio de
mi recreo”, “Esperando nada” o la magnífica “Lucha de gigantes”, canción que interpreta,
en un directo, un Antonio acabado, al que le falta la voz y que Concejero
incluye como un punto y final, de nuevo, innecesario, buscando la lágrima fácil
de quienes le tenían aprecio, de sus fans o de los que simplemente
buscaban profundizar más en un artista que les era conocido.
Lo
mejor: las anécdotas que nos cuenta su madre. El recuerdo de
una vida intensa a través de su banda sonora.
Lo
peor: la intervención de Will More contando hechos que no interesan y dejando ver
viejas redecillas que no vienen a cuento. El insulso sabor de un documental que
podría haber sido perfecto, pero que se centra más en la drogadicción del cantante, cayendo, así, en las redes de tantos otros trabajos que no sólo
deslucen al protagonista, sino que oscurecen el propio mérito del metraje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario