La moda de los 80 continúa con su estela atravesando, sin piedad, todo
ámbito cultural. Para toda una extensa generación de espectadores, esta nueva
ola estética y narrativa supone casi un lujo a la hora de volver a disfrutar
con la esencia de una infancia que siempre se mira desde la lejanía. Parece que
la fórmula funciona sobradamente y sólo hay que ver el furor causado por la
serie creada por Netflix, “Stranger Things” (Matt y Ross Duffer, 2016), que maneja todos los elementos más
representativos de la década para profundizar en la emoción de un público que tiene el poder de convertir este tipo de producciones en viral. De la misma manera se vio impulsado el
mediometraje “Kung Fury” (David Sandberg, 2015), realizado por y para nostálgicos que, a través
del boca a boca, llego a ser todo un fenómeno social que, según su autor,
acabará siendo transformado en un largometraje.
No es de extrañar que otros apliquen esta aparentemente
"fórmula mágica incansable" para sus trabajos, como es el caso del director
irlandés John Carney, que tras saborear las mieles del éxito con lo que bien podría ser ya su sello de identidad, el género musical, vuelve a explotar lo que mejor
sabe hacer para crear “Sing Street”, una comedia romántica de lo más fresca y
juvenil que recuerda a sus más populares obras, como la premiada “Once” (2006)
o su primera producción estadounidense “Begin Again” (2013). Atrás quedan los
tiempos del mundo televisivo y el drama, género con el que debutó, siendo indudable
que el que fuera bajista de The Frames tiene un talento innato para hacer
cantar a sus personajes para quitarse sus pesares de encima.
En plena década de los 80, Irlanda se encontraba inmersa en
una crisis económica que obligó a muchos de sus ciudadanos a coger sus pocos
ahorros y lanzarse al mar para buscar un futuro mejor en Gran Bretaña, aunque
no en todos los casos fue la solución. Connor (Ferdia Walsh-Peelo) es un
adolescente que ve cómo su familia se desmorona a pasos agigantados. Sus
padres, Penny (Maria Doyle Kennedy) y Robert (Aidan Gillen) discuten
constantemente por los problemas económicos que les ahogan y, como primera
medida para ahorrar, deciden que su hijo se traslade a un instituto
católico. Comienza así con una nueva etapa de nuevas amistades, abusones como
Larry (Conor Hamilton) y, en definitiva, supervivencia escolar. No tardará en
conocer a Raphina (Lucy Boynton), una joven adolescente de la que se enamora y
a la que trata de convencer para que trabaje en el videoclip de su banda. Así
es como Connor corre a formar un grupo de pop junto al pelirrojo Darren (Ben
Carolan), su mano derecha Eamon (Mark McKenna), Ngig (Percy Chamburuka) y Garry
(Karl Rice), siempre bajo la influencia y los consejos de su hermano mayor Brendan (Jack
Reynor).