miércoles, 21 de septiembre de 2016

TRAS LAS GIRAS DE LOS BEATLES (2016)



A día de hoy, queda poco por decir de un grupo tan mítico e indispensable como The Beatles y mucho menos por sorprender a sus innumerables seguidores. Sin duda, su carrera supuso un antes y un después en la historia de la música, a pesar de llegar en una década complicada para el panorama cultural. Los inicios de los años 60 trajeron consigo la lucha encarnizada de la Guerra Fría o los últimos juicios que intentaban cerrar un capítulo vergonzoso del siglo XX, como fue el holocausto nazi. El mundo se enfrentaba a una nueva crisis económica, pero también a un fuerte cambio de mentalidad en la sociedad, en la que los jóvenes comenzaban a reclamar protagonismo a través de los primeros brotes del movimiento “hippie” o de una segunda oleada de feminismo, símbolo del deseo por una evolución, por dejar atrás el conservadurismo reinante y asfixiante. El “baby boom” engrosaba a una población más fortalecida, fruto de dos conflictos mundiales que habían devastado todo a su paso. Y en ese momento tan inestable, que escondía una gran necesidad de transformación, John, Paul, George y Ringo crearon una banda que acabó convirtiéndose en uno de los fenómenos más importantes del último siglo.

El oscarizado director estadounidense Ron Howard sabía perfectamente a lo que se enfrentaba cuando comenzó con un proyecto de lo más ambicioso, “The Beatles: Eight Days a Week”, el único documental hasta la fecha que cuenta con el beneplácito de no sólo los integrantes supervivientes del cuarteto de Liverpool, Paul McCartney y Ringo Starr, sino también de Yoko Ono y Olivia Harrison, las viudas de los desaparecidos John Lennon y George Harrison. La cinta recapitula en líneas generales la trayectoria del grupo, su rápido ascenso al estrellato entre 1962 y 1966, centrándose principalmente en las extenuantes giras de conciertos que les obligó a tener un trepidante ritmo de vida. Desde sus inicios en The Cavern y su primera aparición en televisión a través del show de Ed Sullivan hasta su último directo realizado en San Francisco ante la locura exacerbada de miles de seguidores.

Hablar de la formación inglesa también conlleva las constantes imágenes de lo que posteriormente se conoció como “el fenómeno fan”, gente enloquecida que llegaba al éxtasis con cada movimiento de cabeza de los cuatro sobre el escenario. Un baño histérico de multitudes que realmente vivía con extrema felicidad cada segundo de sus espectáculos. Howard no duda en adjuntar un buen repertorio sobre el tema, logrando arrancar más de una sonrisa entre hombres de seguridad más estresados que de costumbre o alguna madre repartiendo pañuelos a las inconsolables jóvenes. A este tipo de experiencias, se unen las declaraciones de testigos de tal triunfo musical, como las actrices Sigourney Weaver y Whoopi Goldberg, que hicieron todo lo posible por asistir a diferentes citas de la primera gira estadounidense de The Beatles; el cantante Elvis Costello o el afamado periodista Jon Savage, que explica su visión de la época ante el cambio de mentalidad que propiciaron cuatro británicos un tanto rebeldes que solía dar ruedas de prensa en las que no dudaban en soltar lo primero que se les viniese a la cabeza.

Al respecto, y con el desarrollo del documental, es perceptible que ninguna de las aportaciones de Howard desvela nada nuevo en el panorama “beatlemaníaco”. Sin embargo, su dinamismo tanto visual como narrativo consigue mantener nuestra atención a lo largo de los 110 minutos de metraje con una facilidad pasmosa, aspecto que se acentúa, aún más, con alguna anécdota de lo más descarada. Y es que, precisamente, esa actitud impulsiva les ocasionó más de un disgusto en el que, incluso, se tuvo que pedir perdón públicamente en su conquista del mercado norteamericano. El autor también se detiene en otro peliagudo asunto como fue la segregación racial propia de la época, con la que el cuarteto supo lidiar a la perfección al declarar que a sus conciertos se permitía asistir a todo tipo de público independientemente de su raza. Bien pudiera ser un acto de valentía o de rebeldía, pero lo que sí es cierto es que aquél gesto les podría haber costado el rechazo de colectivos más conservadores que parecían estar en pie de guerra constantemente, siempre en busca del más mínimo detalle para hacerse notar.

Entre tanta información, el cineasta también dedica unos instantes a la labor realizada por su mánager, Brian Epstein, tildado de casi visionario, puesto que supo ver la esencia de un simple cuarteto de Liverpool y explotarla tan sólo con un cambio de imagen. Otra mención especial destaca entre el recorrido histórico, la del productor George Martin, que supuso un gran apoyo para los jóvenes ante un ambicioso proyecto que cosecharía un éxito y unas ganancias totalmente impensables. Junto a ellos, desfilan un sinfín de recuerdos entre conciertos y meses de rodaje para “Qué Noche la de Aquél Día” (1964) y “¡Socorro!” (1965), los largometrajes que el director británico Richard Lester, pero, realmente, la banda disfrutaba al máximo de los momentos en los que se encerraban en el estudio para dar rienda suelta a sus inquietas y creativas mentes, por lo que, tras una exhaustiva época de giras, discos y películas, su deseo de permanecer encerrados para grabar más trabajos tomó mayor importancia. Acompañando a la madurez de sus vidas, la esencia de The Beatles pasó por diferentes fases que Howard recorre a gran velocidad y sin pausa para concluir en un final más que digno, el último directo de la banda sobre la mítica azotea de los estudios de Apple Corps en Londres al son de “Don’t Let Me Down”.

Su despedida anuncia, tras los créditos, un maravilloso regalo para los fans que sólo es emitido en gran pantalla y no en su edición en DVD, el concierto realizado el 15 de agosto de 1965 en el Shea Stadium de Nueva York. Todo un placer para la vista y, por supuesto, los oídos al disfrutar de 30 minutos de los 50 grabados originalmente, en los que, con una resolución 4K y un sonido perfectamente pulido que deja atrás los gritos ensordecedores de los 56.000 asistentes, suenan “Twist and Shout”, “Can’t Buy Me Love”, “Ticket To Ride” o “Help!”, que, como es evidente, forman parte de una banda sonora esencial que reúne las canciones más míticas de la formación. “The Beatles: Eight Days a Week” no deja de ser otro homenaje reseñable y entretenido de un grupo que nunca esperó obtener tal éxito y mucho menos ofrecer un soplo de aire fresco a una sociedad que realmente lo necesitaba.

Lo mejor: Howard sabe cómo aportar dinamismo a una historia demasiado explotada. El material inédito que se aporta al final de la cinta y que, por desgracia, parece ser efímero.

Lo peor: no deja de ser un documental para los grandes seguidores de The Beatles y para esas nuevas generaciones que deseen conocer unas pinceladas de este gran fenómeno.


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