Casi nos habíamos acostumbrado a disfrutar de los thrillers
con unos protagonistas siempre corruptos, con vidas demasiado complicadas y que
constantemente se tambalean entre el bien y el mal. Esa indecisión que
prácticamente humanizaba al héroe nos distancia del séptimo arte más clásico y
sus personajes moralmente impolutos. Sin embargo, hay quienes prefieren retomar
esa tradicional esencia con la que se corren inoportunos riesgos de cara al
público, aunque no siempre tiene que funcionar mal en el cine contemporáneo y,
como ejemplo de ello, el director y guionista surcoreano Ryoo Seung-Wan retoma
con fundamento lo políticamente correcto a través de “Por Encima de la Ley”
(“Veteran”), todo un fenómeno a nivel taquilla que logró recaudar más de 92
millones de dólares, llegando a posicionarse como la cuarta película más
exitosa de la industria cinematográfica de Corea del Sur.
Durante su recorrido por el circuito de festivales más
importantes, la cinta se alzó con un sinfín de premios, entre los que destaca
el galardón Casa Asia en el Festival de Sitges, certamen que parece
indispensable para el autor, quien recibió en 2011 el mismo reconocimiento por
su anterior largometraje “The Unjust”. Seung-Wan ya es todo un veterano (como
reza el título original de su trabajo) en cuanto al género de acción se refiere y
más con largometrajes que han traspasado las fronteras como “The Berlin File” (2013),
que también logró despuntar en cartelera. Para esta ocasión, el cineasta
recurre a uno de los filones más poderosos del thriller surcoreano como son las
historias policíacas. Seo Do-Cheol (Hwang Jung-Min) es un noble detective con
ciertos brotes violentos que pertenece a la brigada de delincuencia
metropolitana de Seúl. Se encuentra investigando a una red de contrabando de
coches que se extiende más allá de las fronteras de Corea del Sur y que
desemboca en una espectacular y humorística escena en los famosos muelles de
Busan a modo de laberinto de contenedores muy propia del cine de gángsters.
De forma paralela, Do-Cheol conoce al transportista Bae
(Jung Woong-In) y a su hijo. El pobre hombre atraviesa grandes problemas laborales por el
maltrato que recibe de su jefe Jeon (Jeong Man-Sik) y el encarecimiento del
combustible. Con el paso de los días, las cosas empeoran para Bae, por lo que
decide manifestarse a favor de sus derechos en las puertas de la sede de su empresa, Sin
Jin Trading. No tardará en reunirse con el presidente, el joven Jo Tae-Oh (Yoo
Ah-In), un despiadado chaebol que no presta atención a las consecuencias de sus
crueles actos, puesto que su equipo siempre trata de encubrirle. Do-Cheo se
encontrará envuelto en un caso de lo más peliagudo cuando Bae sea ingresado
inconsciente por intento de suicidio y las piezas no encajen con esa
versión.
Manteniendo originalmente el término “chaebol”, el personaje
de Jo Tae-Oh representa al mundo del imperio empresarial surcoreano que
continúa su saga generación tras generación dentro de una misma familia y que
suele tener un papel muy activo en los asuntos del país. Un sistema tradicional
que el cine ha retratado siempre desde un punto de vista crítico y de manera despiadada y corrupta,
tal y como se percibe en “Por Encima de la Ley”, en donde el autor proyecta la idea de que se mantiene a flote a pesar de
estar totalmente obsoleto. En esta
ocasión, sirve de mecanismo para presentar una de las escenas más grotescas del
largometraje, en donde el abuso de poder se lleva hasta el límite, convirtiéndose
en un repugnante espectáculo en donde, incluso, el hijo de Bae es obligado a
ser espectador de una auténtica brutalidad. Seung-Wan logra hacernos saborear la
injusta sangre que fluye de entre los dientes de los personajes, pero también
nos hace repudiar a este villano desde el primer momento en que aparece en
pantalla. Un antagonista que lleva la violencia y la humillación como paradigma
de una vida llena de excesos.
El trepidante ritmo surge desde el inicio, aunque la primera
mitad de la cinta sufra más de un altibajo en su desarrollo a causa de una
narración repleta de detalles que necesitan ser explicados y que provocan que
su segunda mitad mantenga al espectador en vilo hasta desembocar en un
delicioso desenlace no exento de adrenalina y brutales golpes en mitad de las
calles de Seúl. Junto a la acción que reclama la trama, se une un interesante
humor al más puro estilo slapstick que suma dosis de diversión de una forma
muy acertada. Sin apenas darnos cuenta, el cineasta introduce entre risas una
feroz, áspera y, sobre todo, inteligente crítica a la sociedad, que pone cada
vez más distancia entre clases sociales y que, incluso, hace tambalear el
sentido de la justicia a todo personaje aparece en pantalla.
Tras la ridícula escena en la que los más altos empresarios
deben ponerse pañales para aguantar una reunión, se esconde la impunidad ante
la delincuencia al estar escudados en grandes sumas de dinero y multitud de
contactos, haciendo que todo aquél que desee enfrentarse al poder, simplemente acabe
rendido a sus pies o directamente eliminado. Ni siquiera la policía se libra de
este mal que se aprovecha de las debilidades de quienes deberían
buscar el bien colectivo en lugar del individual. Ese desafío a la cúpula es el
mayor atractivo que ofrece el protagonista, su líder de equipo Oh (Oh Dal-Su) y
el resto de divertidos compañeros, que parecen tener presente la correcta
moralidad que un policía debería poseer.
El amplio elenco con el que cuenta el director es el
encargado de dar un mayor dinamismo a la sencilla trama. Se aprecia perfectamente
que Hwang Jung-Min, uno de los actores más reconocidos de Corea del Sur, se
encuentra cómodo en su papel de héroe policíaco como un verdadero veterano en
el género de acción. No es el primer título de estas características que
protagoniza y eso se aprecia desde el primer minuto. Su talento le ha llevado a
formar parte de las películas surcoreanas más populares como “New World” (Park Hoon-Jung, 2013) en su
rol de villano, mucho más sentimental en “Oda A Mi Padre” (Youn Jk, 2014), o repitiendo
experiencia con Seung-Wan en “The Unjust” (2010), en la que nuevamente encabeza el
cartel. Sin embargo, sorprende aún más la actuación de la joven estrella Yoo
Ah-In como un antagonista que consigue despertar en el espectador los más viles
sentimientos. Es inevitable llegar al hartazgo con un personaje rocambolesco e
impulsivo sin límites como Tae-Oh, que proyecta una imagen de ambición,
violencia, machismo, odio, pero también de víctima desde el momento en que
el autor incluye a su padre en escena, ya que en cierta manera se justifica su
comportamiento al seguir el modelo familiar. Mención especial para el oportuno
y fugaz cameo de Ma Dong-Seok en pleno clímax y con tan sólo una pequeña frase.
Su intervención desaparece de la misma forma que surge en pantalla, pero es un
placer ver a tan interesante actor, aunque sea unos segundos. Personajes y
trama bien perfilados se unen para crear “Por Encima de la Ley”; un largometraje sobradamente
correcto que recurre a fórmulas clásicas para salir más que airoso en un género
que marcha viento en popa en Corea del Sur.
Lo mejor: el dinamismo creciente que desemboca en un
estupendo desenlace. La interpretación de uno de los grandes, Hwang Jung-Min,
aunque, en esta ocasión, sea eclipsado en varios instantes por Yoo Ah-In.
Lo peor: ciertos altibajos en su primera mitad, durante la
presentación de todos los elementos de la trama.
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