lunes, 26 de septiembre de 2016

GOLPE A LA CÚPULA DEL PODER (2015)



Casi nos habíamos acostumbrado a disfrutar de los thrillers con unos protagonistas siempre corruptos, con vidas demasiado complicadas y que constantemente se tambalean entre el bien y el mal. Esa indecisión que prácticamente humanizaba al héroe nos distancia del séptimo arte más clásico y sus personajes moralmente impolutos. Sin embargo, hay quienes prefieren retomar esa tradicional esencia con la que se corren inoportunos riesgos de cara al público, aunque no siempre tiene que funcionar mal en el cine contemporáneo y, como ejemplo de ello, el director y guionista surcoreano Ryoo Seung-Wan retoma con fundamento lo políticamente correcto a través de “Por Encima de la Ley” (“Veteran”), todo un fenómeno a nivel taquilla que logró recaudar más de 92 millones de dólares, llegando a posicionarse como la cuarta película más exitosa de la industria cinematográfica de Corea del Sur.

Durante su recorrido por el circuito de festivales más importantes, la cinta se alzó con un sinfín de premios, entre los que destaca el galardón Casa Asia en el Festival de Sitges, certamen que parece indispensable para el autor, quien recibió en 2011 el mismo reconocimiento por su anterior largometraje “The Unjust”. Seung-Wan ya es todo un veterano (como reza el título original de su trabajo) en cuanto al género de acción se refiere y más con largometrajes que han traspasado las fronteras como “The Berlin File” (2013), que también logró despuntar en cartelera. Para esta ocasión, el cineasta recurre a uno de los filones más poderosos del thriller surcoreano como son las historias policíacas. Seo Do-Cheol (Hwang Jung-Min) es un noble detective con ciertos brotes violentos que pertenece a la brigada de delincuencia metropolitana de Seúl. Se encuentra investigando a una red de contrabando de coches que se extiende más allá de las fronteras de Corea del Sur y que desemboca en una espectacular y humorística escena en los famosos muelles de Busan a modo de laberinto de contenedores muy propia del cine de gángsters.

De forma paralela, Do-Cheol conoce al transportista Bae (Jung Woong-In) y a su hijo. El pobre hombre atraviesa grandes problemas laborales por el maltrato que recibe de su jefe Jeon (Jeong Man-Sik) y el encarecimiento del combustible. Con el paso de los días, las cosas empeoran para Bae, por lo que decide manifestarse a favor de sus derechos en las puertas de la sede de su empresa, Sin Jin Trading. No tardará en reunirse con el presidente, el joven Jo Tae-Oh (Yoo Ah-In), un despiadado chaebol que no presta atención a las consecuencias de sus crueles actos, puesto que su equipo siempre trata de encubrirle. Do-Cheo se encontrará envuelto en un caso de lo más peliagudo cuando Bae sea ingresado inconsciente por intento de suicidio y las piezas no encajen con esa versión.

Manteniendo originalmente el término “chaebol”, el personaje de Jo Tae-Oh representa al mundo del imperio empresarial surcoreano que continúa su saga generación tras generación dentro de una misma familia y que suele tener un papel muy activo en los asuntos del país. Un sistema tradicional que el cine ha retratado siempre desde un punto de vista crítico y de manera despiadada y corrupta, tal y como se percibe en “Por Encima de la Ley”, en donde el autor proyecta la idea de que se mantiene a flote a pesar de estar totalmente obsoleto.  En esta ocasión, sirve de mecanismo para presentar una de las escenas más grotescas del largometraje, en donde el abuso de poder se lleva hasta el límite, convirtiéndose en un repugnante espectáculo en donde, incluso, el hijo de Bae es obligado a ser espectador de una auténtica brutalidad. Seung-Wan logra hacernos saborear la injusta sangre que fluye de entre los dientes de los personajes, pero también nos hace repudiar a este villano desde el primer momento en que aparece en pantalla. Un antagonista que lleva la violencia y la humillación como paradigma de una vida llena de excesos.

El trepidante ritmo surge desde el inicio, aunque la primera mitad de la cinta sufra más de un altibajo en su desarrollo a causa de una narración repleta de detalles que necesitan ser explicados y que provocan que su segunda mitad mantenga al espectador en vilo hasta desembocar en un delicioso desenlace no exento de adrenalina y brutales golpes en mitad de las calles de Seúl. Junto a la acción que reclama la trama, se une un interesante humor al más puro estilo slapstick que suma dosis de diversión de una forma muy acertada. Sin apenas darnos cuenta, el cineasta introduce entre risas una feroz, áspera y, sobre todo, inteligente crítica a la sociedad, que pone cada vez más distancia entre clases sociales y que, incluso, hace tambalear el sentido de la justicia a todo personaje aparece en pantalla.

Tras la ridícula escena en la que los más altos empresarios deben ponerse pañales para aguantar una reunión, se esconde la impunidad ante la delincuencia al estar escudados en grandes sumas de dinero y multitud de contactos, haciendo que todo aquél que desee enfrentarse al poder, simplemente acabe rendido a sus pies o directamente eliminado. Ni siquiera la policía se libra de este mal que se aprovecha de las debilidades de quienes deberían buscar el bien colectivo en lugar del individual. Ese desafío a la cúpula es el mayor atractivo que ofrece el protagonista, su líder de equipo Oh (Oh Dal-Su) y el resto de divertidos compañeros, que parecen tener presente la correcta moralidad que un policía debería poseer.

El amplio elenco con el que cuenta el director es el encargado de dar un mayor dinamismo a la sencilla trama. Se aprecia perfectamente que Hwang Jung-Min, uno de los actores más reconocidos de Corea del Sur, se encuentra cómodo en su papel de héroe policíaco como un verdadero veterano en el género de acción. No es el primer título de estas características que protagoniza y eso se aprecia desde el primer minuto. Su talento le ha llevado a formar parte de las películas surcoreanas más populares como “New World” (Park Hoon-Jung, 2013) en su rol de villano, mucho más sentimental en “Oda A Mi Padre” (Youn Jk, 2014), o repitiendo experiencia con Seung-Wan en “The Unjust” (2010), en la que nuevamente encabeza el cartel. Sin embargo, sorprende aún más la actuación de la joven estrella Yoo Ah-In como un antagonista que consigue despertar en el espectador los más viles sentimientos. Es inevitable llegar al hartazgo con un personaje rocambolesco e impulsivo sin límites como Tae-Oh, que proyecta una imagen de ambición, violencia, machismo, odio, pero también de víctima desde el momento en que el autor incluye a su padre en escena, ya que en cierta manera se justifica su comportamiento al seguir el modelo familiar. Mención especial para el oportuno y fugaz cameo de Ma Dong-Seok en pleno clímax y con tan sólo una pequeña frase. Su intervención desaparece de la misma forma que surge en pantalla, pero es un placer ver a tan interesante actor, aunque sea unos segundos. Personajes y trama bien perfilados se unen para crear “Por Encima de la Ley”; un largometraje sobradamente correcto que recurre a fórmulas clásicas para salir más que airoso en un género que marcha viento en popa en Corea del Sur.

Lo mejor: el dinamismo creciente que desemboca en un estupendo desenlace. La interpretación de uno de los grandes, Hwang Jung-Min, aunque, en esta ocasión, sea eclipsado en varios instantes por Yoo Ah-In.

Lo peor: ciertos altibajos en su primera mitad, durante la presentación de todos los elementos de la trama.


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