Las leyendas son una fuente más para nutrir historias con ciertos toques de fantasía. Si, además, provienen de Asia Oriental, muy
probablemente nos enfrentemos a un terrorífico mundo de mujeres fantasmas
martirizadas en vida. Siguiendo, en cierta medida, esta base, el director
tailandés Banjong Pisanthanakun recupera una de las creencias más extendida del
país para crear “Pee Mak”, una simpática comedia de terror que proyecta pocas
expectativas en su inicio, pero que consigue entretener de principio a fin con
asombrosa facilidad. No es la primera vez que se pretende adaptar el tradicional mito de “Mae Nak Phra Khanong”, ya sea siguiendo al pie de la letra el
cuento popular o bien proporcionando dosis de modernidad y experimentación para
completarlo, pero lo que es cierto es que, en esta ocasión, el cineasta aporta
una mayor diversión en los que, en un principio, aparentan ser 115 excesivos
minutos de metraje.
Mak (Mario Maurer) es un soldado que ha sido herido en un
combate al comienzo de la dinastía Rattanakosin y que decide regresar a su casa
junto a su esposa, Nak (Davika Hoorne), y su hijo recién nacido. Junto a él,
sus compañeros de batalla Ter (Nattapong Chartpong), Puak (Pongsatorn
Jongwilak), Shin (Wiwat Kongrasri) y Aey (Kantapat Permpoonpatcharasuk)
deciden acompañarle en su camino y pasar unos días en el pueblo natal de Mak.
Todo resulta más que idílico, pero los amigos se percatan de que algo extraño
está sucediendo. ¿Es posible que Nak esté realmente muerta tal y como los
rumores dicen o son ellos los verdaderos fantasmas?
El autor recupera ciertas pinceladas del género que le vio
nacer y que le ha ensalzado como uno de los cineastas más populares de
Tailandia. Su prolífico debut con la famosa cinta de terror “Shutter” (2004),
que llegó incluso a hacerse hueco en la cartelera española, marcó una
trayectoria de tintes sobrenaturales en la que únicamente existe una sola
excepción, “Hello Stranger”, una comedia romántica que tampoco salió mal
parada. Sin embargo, y pese a su estable éxito, “Pee Mak” le ha reportado
grandes alegrías convirtiéndose en una de las películas nacionales de mayor
recaudación. A pesar de ello, se trata de una producción no tan exportable como
aparenta ser, ya que el tradicionalismo que posee su historia hace que, a ojos
occidentales, se convierta en un largometraje entretenido que, por desgracia,
apenas destacaría entre la oferta cinematográfica.
No obstante, sus espectadores no pueden negar la
originalidad que respira la trama, en la que la tensión fluye a buen ritmo
entre sustos, risas y algún que otro toque romántico de menor peso que evita a toda costa el
clásico melodrama asiático hasta su desenlace, momento en el cual parece decaer
parte de ese dinamismo. Es poco común en estos tiempos disfrutar de la comedia
y el terror sin acabar entre la mediocridad y la previsibilidad, pero Pisanthanakun
consigue alcanzar un estupendo equilibrio a través de la duda y el
cuestionamiento. Una vez que se presentan los personajes y se plantea la
incógnita, el autor construye un desarrollo que parece moverse cual veleta,
aunque en determinados instantes caiga en la repetición, provocando que el
público sea engañado constantemente hasta el punto de no saber quién es el
verdadero fantasma en una especie de caos controlado. Su creatividad también se
nutre de algunas libertades narrativas, puesto que, a pesar de estar situada en
el mismo espacio temporal que la famosa leyenda, aspectos como sus diálogos o
su banda sonora abogan por una contemporánea cercanía.
Las escenas cargadas de ironía no logran romper el macabro
ambiente que con tanta sutileza se despliega a través de ese misterioso pantano
y de una casa ligeramente en ruinas. La excelente fotografía del cineasta
Narupon Sohkkanapituk convierte cada día en una imagen tétrica y cada noche en
instantes llenos de temor. Su escalofriante atmósfera inconfundiblemente
tailandesa rodea a unos supervivientes que nadan en la confusión y en los
deseos desesperados de aferrarse a la vida de forma ridícula. La simpática
torpeza de sus personajes, sus chifladas expresiones, las irremediables
discusiones y su aspecto desaliñado con los dientes pintados de negro son la
verdadera clave del sano entretenimiento que ofrecen. Pisanthanakun los perfila
con gran humanidad, aunque sean excesivos en su gesticulación. La popular
estrella Mario Mauer destaca más por su aparente inocencia y sumisión en un
trabajo que nuevamente pasa sin pena ni gloria en su adormilada trayectoria,
mientras que su coprotagonista Davika Hoorne se convierte en una fantástica
antagonista repleta de emotividad. Su sensibilidad, los cambios de humor y su
espeluznante belleza seduce a la cámara con asombrosa facilidad. A su lado, los
tres compañeros de Mak llevan la voz cantante en la mayoría de escenas cómicas.
Corren, gritan, lloran, sufren las consecuencias de sus dudas, realizando unas
interpretaciones impecables mientras tratan de advertir a su amigo Mak del aura
sobrenatural que embarga a su familia. La fuerza de la amistad se subraya en
“Pee Mak”, una obra de la que Pisanthanakun ha sabido sacar partido. Comedia y
terror terriblemente agradable, que ofrece toques de originalidad desde las
tierras exóticas de Tailandia.
Lo mejor: las divertidas interpretaciones de su elenco, en
especial, de los amigos de Mak.
Lo peor: es una película que simplemente sirve para
entretener, algo que cumple a la perfección.
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