Desde
occidente, a día de hoy, sólo los más cinéfilos en el género de animación conocen y disfrutan
de las grandes obras maestras que nos ha dejado el llamado “Dios del Manga”, el
dibujante y director japonés Osamu Tezuka. Su labor por difundir masivamente el
consumo popular de la literatura manga, tan indispensable en nuestros días, le
llevó a expandir su carrera al mundo televisivo, en donde, con la indudable
influencia de la hegemonía de Walt Disney, se convirtió en uno de los
pioneros de la animación en su país a través de su propio estudio, Mushi
Productions, con sede en Nerima, aunque actualmente se encuentre en el
mismísimo Tokio.
Un
ejemplo de sus grandes creaciones, recordado por varias generaciones, fue la
serie “Astro Boy” (1963), que nos amenizó las mañanas y tardes de nuestra más
tierna infancia; y ni qué decir de aquel largometraje de animación que
pareciera una maravillosa obra pictórica y que, hasta hace poco, fue, por
suerte, recuperado en formato digital, “The Belladonna of Sadness” (1973).
Entre sus más famosas producciones, Tezuka también realizó muchas piezas
experimentales en las que ponía a prueba su propia creatividad, como “Jumping”,
un cortometraje de 7 minutos de duración, que fue presentado en el Festival de
Zagreb de 1984 en colaboración con la compañía canadiense ACC Production y con
el que fue galardonado con el Gran Premio del certamen.