martes, 6 de marzo de 2018

EL CORAZÓN DEL PERIODISMO (1940)



“Luna Nueva” es uno de los mejores ejemplos de lo que realmente caracterizaba a la comedia screwball, un subgénero surgido tras la Gran Depresión de 1929, que logró extender su conquista durante casi 15 años según los investigadores. De gran popularidad para el público internacional, su influencia ha llegado hasta nuestros días, en donde aún se pueden percibir ciertos elementos de esa vía de escape que suponían grandes títulos como “Sucedió Una Noche” (Frank Capra, 1934), “Al Servicio de las Damas” (Gregory La Cava, 1936) o “La Fiera de mi Niña” (Howard Hawks, 1938), obras que han quedado en el eterno recuerdo y que resultan indispensables para todo cinéfilo que se preste a disfrutar de las primeras décadas del séptimo arte.

Aunque el gran director, productor y escritor Howard Hawks es recordado por el mítico thriller policíaco “Scarface, el Terror del Hampa” (1932), la comedia romántica “Bola de Fuego” (1941), los western “Río Rojo” (1948) y “Río Bravo” (1959), o el inolvidable musical “Los Caballeros las Prefieren Rubias” (1953), entre otras muchas, lo cierto es que, en toda su carrera, sólo consiguió un Oscar honorífico en 1975, aunque quizás sea más valorable que su trabajo aún permanezca en las retinas de bastantes generaciones. En esta ocasión y con un argumento similar a otras cintas de la época, “Luna Nueva” se traslada al trepidante mundo periodístico, en donde Hildy Johnson (Rosalind Russell) llega a la redacción para comentarle a su ex marido, el editor Walter Burns (Cary Grant) que se predispone a rehacer su vida con otro hombre, Bruce Baldwin (Ralph Bellamy), con el que pretende casarse pronto y formar una verdadera familia. Walter, sorprendido ante tal noticia, no puede aceptar su decisión, por lo que intenta urdir un plan para lograr que Hildy regrese al periódico y, por tanto, a sus brazos.

Aunque estemos ante la adaptación de la obra de teatro “Un Gran Reportaje”, a cargo de los dramaturgos Ben Hecht y Charles MacArthur, y del remake de la película de Lewis Milestone de 1931, que obtuvo tres nominaciones a los Oscars en las categorías de mejor película, director y actor gracias a la interpretación de Adolphe Menjou; la cinta de Hawks ganó una gran popularidad especialmente por su reconocido elenco. El cineasta volvía a contar con la participación de Grant tras la buena repercusión que obtuvo con el drama romántico “Sólo los Ángeles Tienen Alas” (1939), considerada otra de sus grandes obras maestras que, además, le llevó a dos nominaciones a los Oscars y a la Palma de Oro del Festival de Cannes de ese mismo año. Con una carrera que ya estaba sobradamente asentada en el mundo de la interpretación, Grant era uno de los más importantes actores que aseguraba altos beneficios en cada una de sus apariciones gracias a su inigualable naturalidad y desparpajo ante la pantalla. Su carismática actuación en “Luna Nueva” se ve perfectamente completada con la labor de la actriz Rosalind Russell. A pesar de que su primer protagónico llegaría pocos años antes de encarnar a la poderosa periodista Hildy Johnson, concretamente con “Código Secreto” (William K. Howard y Sam Wood, 1935), y de que era la primera vez que trabajaba con Grant, lo cierto es que su presencia basta para eclipsar la imagen. Como suele ocurrir en este tipo de comedias, su personaje es el encargado de sostener la trama con arrebatos fuertes de carácter, una independencia poco común para la época y una provocadora actitud con la que arrastra al resto de personajes que hay a su alrededor, un aspecto que Russell cumple con gran esplendor y notoriedad. 

Como es de esperar, estamos ante una narración realmente dinámica gracias a los constantes enredos maquinados por Walter. Mientras que Bruce presenta un perfil más inocente, débil e, incluso, torpe, el personaje de Walter posee un lado más salvaje, impulsivo y pícaro, aportando un gran ritmo a una trama entre dos polos totalmente opuestos. El humor se desprende del diálogo cargado de dobles sentidos, algún que otro desplante y, en definitiva, líneas divertidas, ingeniosas e inteligentes que marcan los tiempos de cada escena. La obsesión por el trabajo cobra especial protagonismo hasta el punto en que se convierte en el perfecto arma con el que Walter pretende recuperar a Hildy. Una noticia que cubrir, un reconocimiento que obtener y una oportunidad única para ella, incapaz de desconectar del mundo periodístico a pesar de habérselo propuesto con el oportuno matrimonio que le espera a la vuelta de la esquina.

Por supuesto, Hawks se rodeó de un equipo magnífico, como los grandes compositores Sidney Cutner y Felix Mills o el mítico director de fotografía Joseph Walker, indispensable en las filmografías de los cineastas George B. Seitz, Victor Schertzinger, Alexander Hall o, por supuesto, Frank Capra. Por sus manos han desfilado clásicos como “¡Qué Noche Aquella!” (Richard Wallace, 1942), “Nacida Ayer” (George Cukor, 1950) o “Caballero Sin Espada” (1939) y “¡Qué Bello Es Vivir!” (1946), de Frank Capra; al igual que tampoco es la primera vez que colabora con Hawks, puesto que ya había participado en su anterior obra, “Sólo los Ángeles Tienen Alas”. La imagen queda a disposición del divertido caos que se genera en la sala de prensa, con constantes idas y venidas de los personajes en un ambiente que casi pareciera espontáneo en sus 92 trepidantes minutos de metraje.

El recuerdo de “Luna Nueva” nos deja el sabor de una magistral adaptación y remake de una historia que nunca parece pasar de moda con el transcurso del tiempo. Tras ella surgieron otros dos remakes de la cinta, “Primera Plana” (Billy Wilder, 1974) e “Interferencias” (Ted Kotcheff, 1988), pero la película de Howard Hawks se ha convertido en uno de los grandes clásicos de Hollywood y una de las más importantes comedias de screwball. Hilarante a cada instante y vigorosa en su desarrollo, sigue despuntando frente a una premisa que a día de hoy suena convencional y poco atractiva, pero que, en cambio, ofrece una simpática experiencia frente a la pantalla como cabía esperarse de una obra maestra.

Lo mejor: la carismática pareja formada por Rosalind Russell y Cary Grant.

Lo peor: es necesario arriesgarse más allá de una simple sinopsis poco llamativa, ya que merece la pena su visionado.


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