“Luna
Nueva” es uno de los mejores ejemplos de lo que realmente caracterizaba a la
comedia screwball, un subgénero surgido tras la Gran Depresión de 1929, que
logró extender su conquista durante casi 15 años según los investigadores. De
gran popularidad para el público internacional, su influencia ha llegado hasta
nuestros días, en donde aún se pueden percibir ciertos elementos de esa vía de
escape que suponían grandes títulos como “Sucedió Una Noche” (Frank Capra,
1934), “Al Servicio de las Damas” (Gregory La Cava, 1936) o “La Fiera de mi
Niña” (Howard Hawks, 1938), obras que han quedado en el eterno recuerdo y que
resultan indispensables para todo cinéfilo que se preste a disfrutar de las
primeras décadas del séptimo arte.
Aunque
el gran director, productor y escritor Howard Hawks es recordado por el mítico
thriller policíaco “Scarface, el Terror del Hampa” (1932), la comedia romántica
“Bola de Fuego” (1941), los western “Río Rojo” (1948) y “Río Bravo” (1959), o
el inolvidable musical “Los Caballeros las Prefieren Rubias” (1953), entre
otras muchas, lo cierto es que, en toda su carrera, sólo consiguió un Oscar honorífico en 1975,
aunque quizás sea más valorable que su trabajo aún permanezca en las retinas de
bastantes generaciones. En esta ocasión y con un argumento similar a otras
cintas de la época, “Luna Nueva” se traslada al trepidante mundo periodístico,
en donde Hildy Johnson (Rosalind Russell) llega a la redacción para comentarle
a su ex marido, el editor Walter Burns (Cary Grant) que se predispone a rehacer
su vida con otro hombre, Bruce Baldwin (Ralph Bellamy), con el que pretende
casarse pronto y formar una verdadera familia. Walter, sorprendido ante tal
noticia, no puede aceptar su decisión, por lo que intenta urdir un plan para
lograr que Hildy regrese al periódico y, por tanto, a sus brazos.
Aunque
estemos ante la adaptación de la obra de teatro “Un Gran Reportaje”, a cargo de los
dramaturgos Ben Hecht y Charles MacArthur, y del remake de la película de Lewis
Milestone de 1931, que obtuvo tres nominaciones a los Oscars en las categorías
de mejor película, director y actor gracias a la interpretación de Adolphe
Menjou; la cinta de Hawks ganó una gran popularidad especialmente por su reconocido elenco. El cineasta volvía a contar con la participación de Grant tras la buena repercusión que
obtuvo con el drama romántico “Sólo los Ángeles Tienen Alas” (1939),
considerada otra de sus grandes obras maestras que, además, le llevó a dos
nominaciones a los Oscars y a la Palma de Oro del Festival de Cannes de ese
mismo año. Con una carrera que ya estaba sobradamente asentada en el mundo de la
interpretación, Grant era uno de los más importantes actores que aseguraba
altos beneficios en cada una de sus apariciones gracias a su inigualable
naturalidad y desparpajo ante la pantalla. Su carismática actuación en “Luna
Nueva” se ve perfectamente completada con la labor de la actriz Rosalind
Russell. A pesar de que su primer protagónico llegaría pocos años antes de
encarnar a la poderosa periodista Hildy Johnson, concretamente con “Código
Secreto” (William K. Howard y Sam Wood, 1935), y de que era la primera vez que
trabajaba con Grant, lo cierto es que su presencia basta para eclipsar la
imagen. Como suele ocurrir en este tipo de comedias, su personaje es el
encargado de sostener la trama con arrebatos fuertes de carácter, una independencia
poco común para la época y una provocadora actitud con la que arrastra al resto
de personajes que hay a su alrededor, un aspecto que Russell cumple con gran
esplendor y notoriedad.
Como
es de esperar, estamos ante una narración realmente dinámica gracias a los
constantes enredos maquinados por Walter. Mientras que Bruce presenta un perfil
más inocente, débil e, incluso, torpe, el personaje de Walter posee un lado más
salvaje, impulsivo y pícaro, aportando un gran ritmo a una trama entre dos
polos totalmente opuestos. El humor se desprende del diálogo cargado de dobles
sentidos, algún que otro desplante y, en definitiva, líneas divertidas,
ingeniosas e inteligentes que marcan los tiempos de cada escena. La obsesión
por el trabajo cobra especial protagonismo hasta el punto en que se convierte
en el perfecto arma con el que Walter pretende recuperar a Hildy. Una noticia
que cubrir, un reconocimiento que obtener y una oportunidad única para ella,
incapaz de desconectar del mundo periodístico a pesar de habérselo propuesto
con el oportuno matrimonio que le espera a la vuelta de la esquina.
Por
supuesto, Hawks se rodeó de un equipo magnífico, como los grandes compositores
Sidney Cutner y Felix Mills o el mítico director de fotografía Joseph Walker,
indispensable en las filmografías de los cineastas George B. Seitz, Victor
Schertzinger, Alexander Hall o, por supuesto, Frank Capra. Por sus manos han
desfilado clásicos como “¡Qué Noche Aquella!” (Richard Wallace, 1942), “Nacida
Ayer” (George Cukor, 1950) o “Caballero Sin Espada” (1939) y “¡Qué Bello Es
Vivir!” (1946), de Frank Capra; al igual que tampoco es la primera vez que
colabora con Hawks, puesto que ya había participado en su anterior obra, “Sólo
los Ángeles Tienen Alas”. La imagen queda a disposición del divertido caos que
se genera en la sala de prensa, con constantes idas y venidas de los personajes
en un ambiente que casi pareciera espontáneo en sus 92 trepidantes minutos de
metraje.
El
recuerdo de “Luna Nueva” nos deja el sabor de una magistral adaptación y remake
de una historia que nunca parece pasar de moda con el transcurso del tiempo.
Tras ella surgieron otros dos remakes de la cinta, “Primera Plana” (Billy
Wilder, 1974) e “Interferencias” (Ted Kotcheff, 1988), pero la película de
Howard Hawks se ha convertido en uno de los grandes clásicos de Hollywood y una
de las más importantes comedias de screwball. Hilarante a cada instante y
vigorosa en su desarrollo, sigue despuntando frente a una premisa que a día de
hoy suena convencional y poco atractiva, pero que, en cambio, ofrece una
simpática experiencia frente a la pantalla como cabía esperarse de una obra
maestra.
Lo
mejor: la carismática pareja formada por Rosalind Russell y Cary Grant.
Lo
peor: es necesario arriesgarse más allá de una simple sinopsis poco llamativa, ya que merece la
pena su visionado.
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