martes, 20 de marzo de 2018

EL EMBRUJO DE LA NOCHE (1904)

No cabe duda de que Georges Méliès es uno de los padres del cine narrativo, una carrera que partió de la compra del Teatro Robert-Houdin, cuna de la magia y el ilusionismo y que, posteriormente, recibió la primera presentación pública de aquellas fotografías animadas de los hermanos Lumière, a quienes quiso comprar su patente a pesar de la negativa. Sin embargo, tal rechazo no detuvo su trayectoria, creando su primer metraje en 1896 gracias a la colaboración de un viejo amigo británico, el director de cine Robert W. Paul. Así es como comenzó su nueva vocación, que, a día de hoy, se traduce en los primeros inicios de una fantasía como es la del séptimo arte.

Aquella ingente cantidad de obras que vieron la luz a principios del siglo XX fueron poco a poco rescatadas del olvido gracias a la Filmoteca francesa, siendo restauradas constantemente a lo largo de las décadas para trasladarse a cada uno de los formatos que han pasado por nuestras manos. Precisamente, uno de los muchos ejemplos de los que podemos disfrutar es “La Serenata a la Luna por el Infortunado Pierrot” (“Au Clair de la Lune ou Pierrot Malheureux”). Rodada en 1904, la pieza, de escasos 3 minutos de duración, recoge un pequeño fragmento en el que Pierrot intenta tocar su guitarra frente a la puerta de una casa. Sin embargo, un vecino sale por la puerta para protestar por los ruidos que produce su canto. Ambos discuten, incluso, con espada en mano, provocando que Pierrot, molesto, se refugie en una esquina de la calle para calmar su llanto. Es entonces cuando, entre nubes, surge la luna y, con ella, la noche, acompañada por una mujer que consuela al pobre Pierrot, pero que también le traerá extrañas consecuencias que el protagonista no podrá evitar.

Un plano estático recoge la teatralidad sobre el escenario en el que el propio Méliès también hace acto de presencia. No obstante, la magia de esta pieza surge a mitad de metraje, cuando el cielo cobra movimiento de forma ilusoria, desplegando la técnica por la que el cineasta francés sigue siendo tan reconocido. Sus efectos especiales tan populares hacen resurgir a la dama de la luna, manipulando una obra que parecía no rendirse a los encantos de la fantasía en un principio. Es cierto que el autor es especialmente recordado por otros de sus trabajos más venerados, como “Viaje a la Luna” (“Le Voyage dans la Lune”, 1902) o “Viaje a Través de lo Imposible” (“Voyage à Travers l'Impossible”, 1904), ambos recordados por la inconfundible imagen de una luna y un sol de lo más expresivos. Sin embargo, ensombrecida por estos títulos, “La Serenata a la Luna por el Infortunado Pierrot”, también es fruto de esa magia, un ejemplo de los muchos que han nacido de la creatividad de Méliès.



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