A veces, en la sencillez radica el gusto y no en la excesiva
parafernalia que muchos utilizan para encubrir un producto demasiado mediocre.
Es cierto que ésta fórmula puede funcionar con algunos de los taquillazos que
inundan la cartelera, pero produce un mayor placer poder disfrutar de simples
historias que se acercan a nuestra realidad o que nos recuerdan capítulos de
nuestra vida. Posiblemente, el director estadounidense Joe Swanberg tuvo esta
idea en mente a la hora de comenzar su carrera.
El joven cineasta cuenta con un gran número de largometrajes
que engrosan las filas del cine indie norteamericano, una colaboración en la
producción “V/H/S” (2012), para la que creó el episodio “The Sick Thing That
Happened to Emily When She Was Younger”, aparte de tímidos coqueteos con series
de televisión como la reciente “Love” (Judd Apatow, 2016), “Looking” (Michael
Lannan, 2014) o “Young American Bodies” (2006), en la que además de interpretar
a uno de los personajes principales, Ben, comparte dirección junto a su esposa, Kris
Williams. Porque sí, también es un polifacético actor, editor, productor,
guionista y un largo etcétera.
Su trabajo “Colegas de Copas” suena a otras tantas cintas
como la saga de “Resacón en Las Vegas” (Todd Phillips, 2009), “Noche de Marcha” (Jon
Lucas y Scott Moore, 2012) o similares títulos en los que la típica juerga
entre amigos acaba siendo toda una inesperada aventura. Nada más lejos de
la realidad, ya que, en esta ocasión, se trata de un relato que profundiza en
las complicadas relaciones de pareja y el eterno dilema sobre la amistad entre
hombres y mujeres. Luke (Jake Johnson) y Kate (Olivia Wilde) son dos grandes
amigos que trabajan en la misma empresa, una cervecería. Cuando terminan sus
jornadas, suelen beber cerveza mientras comparten risas, conversaciones,
coqueteos y mucha complicidad. Sin embargo, todo se volverá más confuso cuando
se conozcan las parejas de cada uno, Jill (Anna Kendrick) y Chris (Ron
Livingston).
Swanberg construyó esta historia sin apenas diálogos,
dejando fluir las improvisaciones al más puro estilo mumblecore (uno de los subgéneros más interesantes del cine independiente)
durante poco menos de 3 semanas de rodaje, consiguiendo transmitir esos aires de realismo y naturalidad a la perfección. Esta auténtica mirada a la intimidad de los sentimientos capta
enseguida nuestra atención, aunque sólo sea por la irremediable empatía hacia
sus personajes. De ritmo pausado, la narración evoluciona con cuidado,
centrándose en pequeños detalles, miradas, gestos y, sobre todo, silencios, para desembocar en un final abierto, como la vida misma. Una sutil y fresca comicidad se
mezcla entre instantes más dramáticos en los que somos testigos del dolor y las inquietudes de
sus protagonistas. Atracción, confesiones, desengaños y dudas, emociones que son
cercanas, que a veces conseguimos romper con ellas y otras muchas nos mantienen
encerrados en un aparentemente eterno laberinto. Mientras que el amor acecha,
las amistades sobreviven sólo si son fuertes, si prevalecen frente a cualquier
obstáculo. En esencia, el autor nos viene a mostrar este tipo de experiencias
con absoluta sencillez y desenfado.
No es un clásico producto comercial ni la típica comedia
romántica de enredos. Hay quienes tienen muy claro lo que esperan de sus
relaciones, otros viven en la incertidumbre, en el inevitable amor no
correspondido, en el conformismo, en el riesgo de una confesión o en las turbulentas aguas de la ruptura.
Independientemente de cual sea la circunstancia, Swanberg ha sabido aprovechar
el valor de estas historias para desembocar en un largometraje realmente
disfrutable si se consigue leer la mente de unos personajes más que
transparentes. Es en este aspecto donde “Colegas de Copas” logra atraparnos,
puesto que, aunque no cuente con grandes estrellas que aporten cierta
publicidad al título, tiene un reparto de lujo.
Kate y Luke son almas gemelas. Entre ellos existe una
conexión que les otorga total libertad. Una amistad más que envidiable, pero se
hace palpable desde el primer minuto una atracción sexual no resuelta. Salen
juntos de fiesta, juegan al billar, ríen, beben cerveza, se gastan bromas y no
necesitan decir ni una sola palabra para saber y comprender lo que piensa el
otro. Kate es desordenada, extrovertida, alegre, positiva y posee cierto toque
masculino, un aspecto que Wilde asume con excelente naturalidad y viveza. La
actriz, a la que últimamente vemos a través de la serie “Vinyl” (TerenceWinter, Martin Scorsese, Mick Jagger, Rich Cohen, 2016), realiza un magnífico
trabajo, al igual que su compañero, Johnson. Popular por encarnar a Nick Miller
en la serie “New Girl” (Elizabeth Meriwether, 2011), el actor nos sorprende una
vez más con un papel redondo y más dramático de lo acostumbrado, razón más que
suficiente para que el cineasta volviera a contar con él en “Reencontrando el
Amor” (2015). Por su parte, una estupenda y modosita Kendrick es la
prometida de Luke. Tras varios años de feliz convivencia, Anna desea casarse.
Comprensiva, educada y, en definitiva, totalmente contraria a Kate, comparte
instantes muy diferentes con Chris, el novio de ésta. Precisamente es
Livingston quien sale perdiendo en esta ocasión, puesto que su actuación apenas adquiere
protagonismo, pasando desapercibido en una historia que exigía mucha más presencia y profundidad de su personaje.
El director británico Ben Richardson se encarga de una labor
fotográfica especialmente sobria, restando importancia a todo lo que rodea a
los cuatro protagonistas. Premiado en el Sundance Film Festival por su
excelente trabajo en “Beasts of the Southern Wild” (Benh Zeitlin, 2012) y en la
siguiente producción de Swanberg tras “Colegas de Copas”, “Happy Christmas”
(2014), ha sabido captar perfectamente todo lo que el proyecto exigía, con
cierto minimalismo, intimidad y cercanía, adjetivos que resumen con claridad
este largometraje. Sencillez para plasmar un tumulto de sentimientos, sin
adornos ni excentricidades. Una comedia muy diferente y más que disfrutable
como sólo podría ocurrir en el cine independiente norteamericano.
Lo mejor: la empatía que despiertan sus cuatro
protagonistas. Swanberg no podía evitar participar en su propia producción,
interpretando a un simple extra dentro de un coche.
Lo peor: que haya pasado tan desapercibida.
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