jueves, 17 de agosto de 2017

EXCUSAS PARA EL RECUERDO (2016)



Es triste pensar que nos encontramos en un mundo cada vez más despiadado en el que el rico roba al pobre y éste roba también a sus iguales. Una sociedad corrompida que, con el transcurso de los años, va dejando en el camino su ética, los valores morales más esenciales, para venderse al mejor postor, el dinero. Quizá se trate de una reflexión tardía, pero, desde luego, es uno de los tantos pensamientos que surgen con el visionado de la crudeza de “Godless”, de la directora búlgara Ralitza Petrova. El primer largometraje de la autora, tras su inserción en el mundo del cortometraje, supone un trabajo arriesgado por tan desoladora fragancia. Un mérito que se vio recompensado con el premio a la mejor actriz (Irena Ivanova) y el Leopardo de Oro del Festival de Locarno de 2016, entre otros galardones obtenidos en certámenes internacionales como el de Reykjavik, Sarajevo, Varsovia, Estocolmo o Sevilla.

“Godless” cuenta la historia de Gana (Irena Ivanova), una mujer de mediana edad que asiste a los ancianos a través de rutinarias visitas a sus hogares con el fin de administrar correctamente los medicamentos y recibir un trato personalizado. Sin embargo, se trata de un trabajo que tapa el lado más oscuro y ruin de Gana, puesto que, en realidad, se dedica a robar los documentos de identidad de estos pacientes, siendo, uno de ellos (quizás, el más significativo), Yoan (Ivan Nalbantov), conductor de un coro religioso local que ha sufrido las calamidades del régimen comunista. Gana comparte junto a su pareja, Aleko (Ventzislav Konstantinov), no sólo su adicción por la morfina líquida, que consigue gracias a las personas más enfermas, sino también un jugoso y lucrativo negocio vendiendo estos papeles a una red de criminales para su posterior extorsión y fraude. Un mercado negro tejido desde el interior de la administración local, el corazón de la miseria de la que otros se aprovechan.

jueves, 10 de agosto de 2017

TRAS EL IMPERIO DEL PORNO (2017)



Sin duda, Internet supuso una de las mayores revoluciones en la historia contemporánea. En pocos años, la red ha sido determinante para varias generaciones y su día a día, siendo primordial para casi todos los ámbitos de nuestras vidas. El trabajo y el ocio utilizan la misma vía para quienes nos sentamos delante de la pantalla a desarrollar nuestra profesión, disfrutar o simplemente pasar el rato. Nunca antes ha tenido mayor sentido aquella frase que decía “renovarse o morir” y es que, sin Internet, una persona parece dejar de existir. Sin embargo, ese inmenso universo casi ilimitado esconde cuestiones realmente oscuras que siguen en plena actualidad y que, muy posiblemente, se mantendrán en esta misma situación por mucho más tiempo. 

Nos hemos acostumbrado a utilizar esta herramienta a toda a costa y hemos normalizado textos, imágenes y vídeos que en su día escandalizarían a cualquiera. Muerte, violencia y sexo campan a sus anchas sin darnos cuenta, convirtiéndose en lo que en ciertos círculos se llama la “pornografía del horror”. El mundo consume este tipo de “visiones” sin control, mientras que, quienes manejan estos hilos, han logrado que sea parte de nuestra rutina beber de las mieles del placer más bizarro. Ya no nos extraña saber que formamos parte de una sociedad hipócrita que ha perdido ciertos sentimientos y emociones por el camino y no echamos en falta ni siquiera todo lo que se ahogó en el proceso de cambio hacia un siglo XXI cada vez más despiadado en el que el dinero es el rey que gobierna nuestras vidas. 

Con la gran recesión que comenzó en el 2008, muchas empresas cayeron en desgracia y desaparecieron como arte de magia. Otras intentaron sobrevivir a duras penas, mientras que, quienes supieron hacer frente al mal tiempo, acabaron triunfando de una manera inesperada. Quién hubiera imaginado que la industria del porno, aquélla que antes se jactaba de ser una de las más fructíferas por sus grandes ingresos, ahora estaría prácticamente erradicada, consumida por gigantescas plataformas en la red, que exponen gratuitamente vídeos de forma masiva y abrumadora. Precisamente, de esta premisa parte el documental “Pornocracy: The New Sex Multinationals”, de la directora, guionista, periodista y actriz francesa Ovidie. Una autora que en su momento formó parte de tan poderosa industria y que, a través de esta cinta, desvela una investigación sobre cómo los famosos tube trafican con más de 100.000 millones de vídeos sexuales, conformando una telaraña inimaginable que se reinventa año tras año, mientras desfila de puntillas por la delgada línea de la legalidad. 

lunes, 7 de agosto de 2017

DESDE EL REFUGIO DEL MAL (2015)



Hannah Arendt fue una de las mujeres más influyentes del siglo XX. Filósofa, política, intelectual, musa, judía y, en definitiva, una controvertida mujer en un mundo eminentemente masculino. Nacida en Alemania en 1906, su juventud transcurrió en la Universidad de Marburgo, en Hesse, como alumna de importantes pensadores como Nicolai Hartmann, Rudolf Bultmann o Martin Heidegger, con quien tendría una relación más estrecha de lo que realmente parecía. Enamorados en secreto, puesto que él estaba casado y tenía hijos, su idilio terminó con tierra de por medio, puesto que ella decidió poner distancia y trasladarse a la Universidad Albert Ludwig, en Baden-Wurtemberg, en donde conoció a una de sus más grandes amistades, el psiquiatra y filósofo alemán Karl Theodor Jaspers. Para cuando quiso darse cuenta, el tiempo ya no le pertenecía al verse inmersa en la Segunda Guerra Mundial. Testigo de los más grandes crímenes del nazismo, tuvo que marcharse nuevamente y de forma ilegal para poder salvar su vida.

Así es como transcurre la primera mitad de una fascinante biografía que recoge el documental “Vita Activa, The Spirit of Hannah Arendt”, realizado por la directora israelí Ada Ushpiz, y que supone el perfecto homenaje a una de las figuras más incomprendidas del libre pensamiento más independiente. El metraje otorga una mayor importancia a las obras más polémicas de la autora en torno a cuestiones como los orígenes del totalitarismo, la naturaleza del mal o la crisis de los refugiados, dejando a un lado otros escritos populares que impactaron en menor medida. En poco más de dos horas, asistimos a los detalles más interesantes de la vida de Arendt, aquéllos que forjaron su personalidad e ideas, como sus años estudiantiles, sus influencias, sus dos matrimonios con el polaco Günther Anders o el poeta alemán Heinrich Blücher, junto a quien estuvo tres décadas y con el que compartió los sinsabores de la emigración forzosa.

miércoles, 2 de agosto de 2017

UN TEATRO DE MÁSCARAS (2016)



Hay un sentimiento un tanto suculento y morboso, pero también macabro, en disfrutar del encierro de otros. Observar en silencio a unos personajes encerrados en una habitación o una vivienda y que, a lo largo de un metraje, salgan trapos sucios, disputas, secretos, reconciliaciones, penurias y, evidentemente, lo más bajo del ser humano. Este lado más voyeur del cine nos lleva a pensar en títulos como el clásico “El Ángel Exterminador” (1962), de Luis Buñuel; o, mucho más reciente, “Un Dios Salvaje” (2011), de Roman Polanski. Sin necesidad de poner un pie en el exterior, los minutos transcurren entre la vergüenza ajena y la curiosidad, a la espera de saber si solucionarán sus problemas en una conversación que siempre acaba siendo exacerbada o tal vez prefieran terminar destruyendo sus vidas, en el peor de los casos.

Con mayor benevolencia, “It’s Not the Time of My Life”, la obra del director y guionista húngaro Szabolcs Hajdu, camina por estos derroteros mucho más teatrales de lo acostumbrado, pero manteniendo ese toque claustrofóbico en un antiguo piso cuidadosamente decorado. Ezster (Orsolya Török-Illyés), su marido Farkas (Szabolcs Hajdu) y su inquieto hijo Brúnó (Zgismond Hajdu) son una familia acomodada que recibe la inesperada visita de unos parientes por un tiempo indeterminado. La hermana de Ezster, Ernella (Erika Tankó), su marido Albert (Domokos Szabó) y su hija Laura (Lujza Hajdu). Tras varios fracasos laborales en Escocia, retornan a su país sin un lugar en el que vivir con la esperanza de reiniciar sus vidas. El distanciamiento entre los miembros sale a flote de la forma más inesperada, cubierto de reproches, heridas del pasado, frustraciones y envidias.

La cámara pasea tranquilamente entre las habitaciones de un laberíntico apartamento por el que deambulan los personajes, construyendo la trama simplemente a partir de los diálogos y las acciones que ocurren en el interior de sus muros. No existe una relación idílica, sino desconfianza entre todos los adultos frente a la inocente frescura de unos niños que son testigos de lo más rastrero. En apenas 84 minutos de un austero metraje, a la intimidad de los incómodos silencios, las reflexiones tardías y las miradas inquisitorias, de las que somos conscientes gracias a los constantes primeros planos, resurgen por encima de cualquier acto aparentemente bondadoso. Ciertos toques de humor adornan el drama y dulcifican tan angustiosa tensión entre idas y venidas de la casa, ya que Szabolcs Hajdu permite a sus personajes una libertad que nos es arrebatada, siendo el espectador el único incapaz de cruzar el umbral de la puerta principal.