Sin
duda, Internet supuso una de las mayores revoluciones en la historia
contemporánea. En pocos años, la red ha sido determinante para varias
generaciones y su día a día, siendo primordial para casi todos los ámbitos de nuestras vidas. El trabajo y el ocio utilizan la misma vía para quienes nos sentamos
delante de la pantalla a desarrollar nuestra profesión, disfrutar o
simplemente pasar el rato. Nunca antes ha tenido mayor sentido aquella frase
que decía “renovarse o morir” y es que, sin Internet, una persona parece dejar
de existir. Sin embargo, ese inmenso universo casi ilimitado esconde cuestiones
realmente oscuras que siguen en plena actualidad y que, muy posiblemente, se
mantendrán en esta misma situación por mucho más tiempo.
Nos
hemos acostumbrado a utilizar esta herramienta a toda a costa y hemos
normalizado textos, imágenes y vídeos que en su día escandalizarían a
cualquiera. Muerte, violencia y sexo campan a sus anchas sin darnos cuenta,
convirtiéndose en lo que en ciertos círculos se llama la “pornografía del
horror”. El mundo consume este tipo de “visiones” sin control, mientras que,
quienes manejan estos hilos, han logrado que sea parte de nuestra rutina beber de las mieles del placer más bizarro. Ya no
nos extraña saber que formamos parte de una sociedad hipócrita que ha perdido
ciertos sentimientos y emociones por el camino y no echamos en falta ni
siquiera todo lo que se ahogó en el proceso de cambio hacia un siglo XXI cada vez
más despiadado en el que el dinero es el rey que gobierna nuestras vidas.
Con
la gran recesión que comenzó en el 2008, muchas empresas cayeron en desgracia y
desaparecieron como arte de magia. Otras intentaron sobrevivir a duras penas,
mientras que, quienes supieron hacer frente al mal tiempo, acabaron triunfando
de una manera inesperada. Quién hubiera imaginado que la industria del porno,
aquélla que antes se jactaba de ser una de las más fructíferas por sus grandes
ingresos, ahora estaría prácticamente erradicada, consumida por gigantescas
plataformas en la red, que exponen gratuitamente vídeos de forma masiva y
abrumadora. Precisamente, de esta premisa parte el documental “Pornocracy: The
New Sex Multinationals”, de la directora, guionista, periodista y actriz
francesa Ovidie. Una autora que en su momento formó parte de tan poderosa
industria y que, a través de esta cinta, desvela una investigación sobre cómo los famosos
tube trafican con más de 100.000 millones de vídeos sexuales, conformando una
telaraña inimaginable que se reinventa año tras año, mientras desfila de
puntillas por la delgada línea de la legalidad.
La
producción, respaldada por Canal+, comienza con un equipo de investigación
preparado para descubrir quiénes son los que se benefician de todo este imperio
y cómo se ha desarrollado esta nueva industria del cine adulto. Durante 77
minutos asistimos a las diversas caras de la realidad, entre las que se
denuncia con mayor ímpetu las pésimas condiciones de trabajo, que, año tras
año, resultan cada vez más indeseables. Menos dinero por más horas y por un
sexo cada vez más cruel. Es el mensaje que constantemente se repite en una obra
que se queda a medio camino de destapar todo lo que parecía prometer. Algunos
profesionales desfilan en pantalla declarando que cada vez gay nás exigencias para las
actrices, las cuales, tarde o temprano, deben participar en escenas de un tipo de sexo mucho más fuerte y que
conlleva dolor físico para poder continuar con sus carreras, ya que, una
negativa en este ámbito puede meterles en un callejón sin salida.
Con
gran dinamismo, aparecen una gran variedad de agentes de la industria, desde
intermediarios hasta empresarios, pero ninguno de ellos termina por profundizar
en una pirámide demasiado encriptada como para escalarla en tan poco tiempo de
metraje. Supuestas conspiraciones que se deslumbran en los últimos testominios,
empresas que cambian de nombre de la noche a la mañana y que pasan de una mano
a otra con total impunidad, pero, al final, la sensación que queda es un tanto
insatisfactoria, puesto que las preguntas que nos hacíamos al inicio apenas
empezaban a ser respondidas cuando los créditos entraban de forma abrupta.
Ovidie
se detiene excesivo tiempo en la base, en donde el factor humano construye el
imperio del que otros disfrutarán. Sobre la mesa quedan cuestiones como los web-chats en el este de Europa, que ofrecen
“dinero fácil” gracias a la publicidad; o vídeos pirateados de profesionales del
sexo que, por supuesto, no han dado su consentimiento para una exposición a
modo de mercancía en este tipo de páginas. Parece que no hay quien detenga a
una nueva industria de la que se tratan diversos temas de forma superficial y
es que la autora ha pretendido abarcar más de lo que los minutos dan de sí. Sin
embargo, nunca está de más un documental como “Pornocracy: The New Sex
Multinationals” para dar un pequeño paso al frente y plantar cara a una de las
partes más oscuras de Internet.
Lo
mejor: Ovidie realiza un trabajo de lo más dinámico al contar con un gran
número de entrevistas de profesionales.
Lo
peor: apenas abre la puerta de lo que, en un principio, prometía desvelar.
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