Bien es sabido que el cine asiático siempre nos ha mostrado
algo diferente. Ese toque de bella rareza que hace pensar que no sabes si
estás viendo una comedia, un drama o gore. El famoso director
japonés Sion Sono resulta ser de esos viejos cineastas que hace lo que les da
la real gana independientemente del género en el que se embarque y, a pesar de
ello, consigue valiosos premios y una gran atención. Después de todo, ¿quién no
ha tenido la tentación de tomar una cámara y hacer películas, tal y como hacen
los protagonistas de "Why Don't You Play In Hell?", trabajo con el que el autor logró alzarse con el premio del público en el Festival de Toronto.
Desde hace muchos años existe una gran rivalidad entre
Ikegami (Sinichi Tsutsumi) y Muto (Jun Kunimura), pero todo se complica aún más
desde que Ikegami se enamoró de la hija de su enemigo, Himizu (Fumi
Nikaido). El enredo no se hace esperar, viéndose involucrados el tímido Kouji
(Gen Hochino) y Hirata (Hiroki Hasegawa), un director de cine bastante peculiar. Un simple entretenimiento que, con grandes dosis de humor, contiene
una mordaz crítica a la industria cinematográfica independiente y todo lo que
gira a su alrededor. El autor, que ha tardado nada menos que 20 años en llevar
a cabo este proyecto, inicia esta historia con un anuncio publicitario para
preparar una premisa trepidante que gira en torno a la comedia, el drama y el romance, pero que contiene litros y litros de
sangre y emocionantes peleas con pistolas y katanas en mano que, cómo no,
recuerdan al cine ligero de épocas anteriores.
Son infundadas las comparaciones con otros cineastas contemporáneos como Quentin Tarantino o Takashi Miike porque los trabajos de Sono hace tiempo
que tienen un estilo original y eso se aprecia claramente en esos diálogos tan
inteligentes en situaciones irreales, con los cuales es imposible no reír.
Aunque en algunos momentos no lo parezca, ésta no es una tragedia, porque hacer
cine nunca debe de ser un sufrimiento. "Why Don't You Play In Hell?"
es un sentido homenaje al séptimo arte por parte de un director imprescindible
que es capaz de recrear diferentes texturas, generar vueltas de tuerca constantemente
y plasmar los delirios del gore más desenfrenado.
La pasión por el cine que posee especialmente
Hirata es el punto de inflexión que le lleva a verse involucrado entre esa
especie de batalla yakuza tan tradicional, compuesta por dos bandas con
personajes realmente caricaturizados, sedientos de atención y fama. Un momento
que aprovechará a toca costa a través de su propia productora
independiente, Fuck Bombers. Da igual que algunos mueran o queden heridos, son
consecuencias sin importancia cuando el objetivo primordial es recrear una
película lo más realista posible, convirtiendo su personalidad en
un despiadado criminal.
Es inevitable pensar en el inigualable Bruce Lee o en el
estilo que el propio Tarantino desplegó en las propuestas de “Kill Bill” (2003)
y su secuela y que, en esta ocasión, están presentes de una u otra manera. A ello se suma el
trepidante montaje del que hace gala Sono, muy cercano al videoclip, que agiliza
enormemente la narración a golpe de estridencias y una gran variedad de planos.
Ante tal propuesta, todo redunda en lo absurdo de las situaciones y diálogos,
no por deficiencias, sino porque el cineasta ha querido realizar una producción
burlesca para retratar una realidad que ya conocemos de sobra. Explota todo
aspecto negativo para sacarle partido, para evidenciar su vulnerabilidad,
aunque piensen que nunca pueden ser engañados.
Y entre situaciones ridículas, el autor vuelca no sólo su
profesionalidad, sino también la nostalgia que siente hacia su propio pasado,
hacia el mecanismo cinematográfico que tanto conoce. Derrochando exceso y
locura a cada instante, la diversión no cesa entre aventuras inesperadas,
llevando a sus personajes hasta el límite, hasta ese mundo personal que roza lo
extremo. Sin embargo, no se acerca siquiera a ser el mejor largometraje del
afamado realizador como bien pudiera ser “Exposición de Amor” (2008), entre
otras muy destacadas. "Why Don't You Play In Hell?"
cumple su simple objetivo a través de un
ritmo narrativo y visual inigualable y original, que cuenta, además, con el
director de fotografía Hideo Yamamoto, un habitual en el equipo del popular
cineasta Takashi Miike. Sin apenas espacio, la cámara se desenvuelve con suma
maestría, persiguiendo a los personajes con gran rapidez y reacción hasta
extraer el más mínimo detalle. La plasticidad en la sangre evidencia aún más la
artificialidad de los efectos, que simplemente forman parte de esa mofa y no
buscan la espectacularidad como suele ser habitual en el género de la acción,
porque aquí sólo cuenta la diversión.
Lo mejor: un peculiar homenaje al cine. El absurdo desenlace de toda esta historia. Interpretaciones sobreactuadas hasta la risa.
Lo mejor: un peculiar homenaje al cine. El absurdo desenlace de toda esta historia. Interpretaciones sobreactuadas hasta la risa.
Lo peor: en un principio, aburrirá soberanamente a los no dados a ver cine oriental.
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