lunes, 3 de agosto de 2020

LOS LÍMITES DEL VACÍO (2019)


No son pocas las películas sobre la Segunda Guerra Mundial y el holocausto nazi. Todas recuerdan una de las mayores tragedias de la historia, pero pocas realizan un homenaje tanto a los que después regresaron a sus casas como a los que no estaban y deberían haber estado. Ese es el objetivo del director, guionista, actor y productor independiente Barnabás Tóth. Aunque nació en Francia, lo cierto es que ha crecido en Hungría, en donde ha desarrollado también toda su carrera profesional. Iniciada en el mundo del cortometraje con la comedia “Az ember, akit kihagytak” (2000), codirigida junto al cineasta húngaro Gergely Litkai; aterrizó en la televisión a través de “Született lúzer” (2007), una serie compuesta por pequeñas piezas en la que colaboraría con tres trabajos. Desde entonces, Tóth ha combinado ambos mundos hasta la llegada de su ópera prima “Rózsaszín sajt” (2009), una comedia dramática en torno a las relaciones paternofiliales que logró una nominación en el Festival de Cine de India en 2010.

Su semilla en la red de festivales ya estaba plantada, por lo que no es de extrañar que su segundo largometraje, “Those Who Remained”, cinta presentada a los Oscar; se alzara con varios reconocimientos destacados en Hungría al igual que algunos premios internacionales más en los certámenes de Sofía o Jerusalén. Y no es para menos, puesto que este drama de época centrado en los primeros instantes de la posguerra húngara guarda en su interior una revisión de la memoria histórica del país a través de la mirada íntima de un ginecólogo, Aladár Körner (Károly Hajduk) y una adolescente de 16 años, Klára Wiener (Abigél Szõke). La joven, que vive con su tía Olgi (Mari Nagy), con la que no logra entenderse, ha perdido a unos padres que supuestamente siguen siendo prisioneros de guerra. Su sentimiento de abandono le lleva directamente a Aladár, quien ahora guarda en su interior el recuerdo de una familia mientras debe vivir solo en un pequeño apartamento. Casi de forma inevitable, Klára se marcha a vivir con él bajo el consentimiento de su tía como si de una adopción se tratase, pero los límites resultan ambiguos y la relación entre ambos se presenta cuanto menos difusa.

Precisamente, el encanto de esta obra reside en la soltura con la que Tóth y su guionista Klára Muhi juegan con dichos límites. Basándose en la novela de la escritora húngara Zsuzsa F. Várkonyi, la narración mantiene el pulso con la tensión existente entre ambos protagonistas y que llena, al menos, el vacío que ha dejado la guerra en sus vidas. Atrás han tenido que dejar a familiares y ahora se enfrentan a una nueva vida, perdida en el dolor de los recuerdos y en el extraño futuro en el que apenas se permiten pensar. Aladár y Klára son tan solo dos ejemplos de todos aquellos que vivieron la ruptura de la posguerra, que tuvieron que hacer frente a la rutina en soledad o con el apoyo de otros en sus mismas circunstancias. Por ello, no es de extrañar que Aladár ni siquiera se permita el lujo de recordar tiempos pasados, mientras que Klára se ve lastrada por aquello que tenía y que ya no está.

Tratada con mimo y a fuego lento, la narración despliega los sentimientos de sus protagonistas una vez que asistimos a su primer encuentro como médico y paciente. A partir de ese instante, su rol cambia a una amistad sustentada en la necesidad para, posteriormente, propiciarse la vital unión entre un padre adoptivo y una hija. De esta forma, el vacío que habían experimentado durante los primeros instantes de la posguerra queda adormecido para dar paso al apoyo mutuo y al cariño. Es en esta contención de deseos y emociones en donde Hajduk y Szõke nos conquistan en un claro ejercicio interpretativo de especial dificultad, sobre todo, si tenemos en cuenta que estamos ante un homenaje y, a la par, una revisión de la memoria histórica, lo que supone una mayor responsabilidad para ambos. 

Por un lado, Károly Hajduk se ha convertido en reconocido actor en Hungría, galardonado con dos premios nacionales precisamente por este trabajo. Tras sus papeles secundarios más famosos en Europa con “Un puente sobre el Danubio” (Géza Bereményi, 2002) y “Transmission” (Roland Vranik, 2009), parece que por fin llegó su momento con un entrañable papel que ha terminado por ser uno de los más importantes de su carrera. Asimismo, la joven actriz Abigél Szõke apenas cuenta con una trayectoria. Sin embargo, su presencia y carisma es indiscutible con una actuación más que excelente en la piel de una adolescente un tanto rebelde y muy poco interesada en lo propio de su edad. Al contrario, su principal preocupación es Aladár, especialmente cuando conoce su pasado y comparten juntos la misma desdicha.

Gracias a la labor del director de fotografía Gábor Marosi, nos quedamos encerrados en esa atmósfera de posguerra europea en la que la precariedad choca con la esperanza de reconstrucción. Con una imagen dulcificada en la que solo sentimos congelarse el ambiente por los últimos coletazos del conflicto, “Those Who Remained” supone una apuesta muy atractiva por su valor y significado. No es una película cualquiera, es un trabajo sobre el recuerdo, sobre una herida que, aun con el paso de los años, sigue estando presente en el continente. Esa memoria histórica conmemora la vida de millones de nombres anónimos, pero también la pesada losa que las generaciones posteriores debemos seguir cargando para recordarnos a nosotros mismos la facilidad con la que estos terribles conflictos del pasado pueden volver a repetirse.

Lo mejor: la ambigüedad en los límites sentimentales de ambos protagonistas.

Lo peor: el escaso desarrollo en la falta de comprensión de algunos personajes en torno a la amistad existente entre Aladár y Szõke.


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