La
realidad norcoreana nos sigue sorprendiendo y el cine nunca falla a esta clase
de citas. Cada historia que se nos muestra resulta aún más sobrecogedora, pero,
a pesar de ello, nada parece cambiar en el horizonte de la realidad. “Mrs. B,
Una Mujer Norcoreana” es uno más de la gran lista de relatos espeluznantes que
desdibujan cualquier atisbo de felicidad en familias que sufren cada día un
gran peso a sus espaldas. La pobreza, las fronteras y la distancia quedan
plasmadas en la obra del director surcoreano Jero Yun en un documental de
producción francesa que ha viajado por las pantallas de algunos festivales
mundiales como el de Cannes, Moscú o Zúrich, alzándose, en estos dos últimos,
con el premio al mejor documental.
El
retrato que formula el cineasta en apenas 70 minutos de metraje se transforma
en anónimo, no porque su protagonista no quiera darse a conocer, sino porque
sus vivencias son las mismas que para otras tantas personas que han tratado de
escapar del régimen norcoreano en busca de una nueva vida para sus
familias. La Sra. B así lo hizo. Hace tiempo que tomó la decisión de dejar
atrás el país que la vio nacer, Corea del Norte, y, con ello, a su marido y
dos hijos, que lograron partir a Corea del Sur. Refugiada en China junto a su
segundo marido, realiza contrabando entre las dos Coreas y su nueva tierra,
pero este dinero no es para subsistir, sino para ahorrar y poder reunirse con
sus dos hijos después de varios años sin poder verlos.
Para
ello, la Sra. B ha tenido que sufrir grandes calamidades. Unida a su trágica
separación familiar, fue vendida en el mercado chino como esposa. Sin embargo,
su nueva pareja es más que comprensivo, permitiendo que intente marcharse para,
posteriormente, tratar de reunirse con ella en Seúl. Un plan que, a simple
vista, parece sencillo, pero que, en realidad, se presenta desesperante y
siniestro. Con la cámara en mano, el autor vela noche y día por la protagonista
de su trabajo, a la que acompaña en su andadura desde China hasta Vietnam, en
donde el trayecto parece precipitarse a la infernal oscuridad. Junto a ella,
otras víctimas de un sistema que olvida a su pueblo, en su mayoría mujeres que,
incluso, cargan con niños pequeños campo a través.
De
nada importa ese aire amateur que transmite la cinta, ni los largos silencios
que parecen taladrar las almas de quienes se plantan delante de la cámara, ni
las miradas a veces desesperadas, otras intranquilas, pero casi siempre
resignadas a un destino en el que ya nada se puede perder. La crudeza que se
respira campa frente a ciertos altibajos en el desarrollo del metraje que, en
ocasiones, suponen un gran lastre. Sin embargo, el encanto de este documental reside en la sabia decisión de Jero Yun de permitir que el espectador viva casi
en primera persona la tensión que se respira en plena escapatoria o las fuerzas
y esperanzas de quienes tratan de cambiar su trágica vida por todos los medios o la
incomprensión ante una meta alcanzada en la que nunca se sabe cuál será el
final.
Sin
duda, la Sra. B tiene muy clara su decisión, tal vez, tomada con la misma
firmeza que años atrás le llevaron a huir de Corea del Norte. Para ella no
existe el arrepentimiento ni las dudas, sino un autobús que le llevará a cruzar
China o una extensa ruta a pie por Vietnam. Sabe las consecuencias que pueden acarrear
un solo fallo, pero la angustia y necesidad de reencontrarse con sus dos hijos
hace que se vuelva imparable y que, ante cualquier adversidad, cualquier
sensación de que todo está perdido, siempre haya un camino directo a la salida
para poder cumplir con su plan.
No
es la primera vez que Jero Yun indaga en este tipo de historias y mucho menos
en la preocupante situación norcoreana. Su anterior documental, “Looking for
North Koreans” (2012), que sólo desfiló de forma minoritaria por los festivales
de Hamburgo y Jihlava, en la República Checa; profundizaba en el oportunismo
existente entre quienes se aprovechan de las personas que escapan del régimen, a los que someten a
secuestros, extorsiones, esclavismo o tráfico, engrosando, así, el gran número de desapariciones. El
rastro de estas víctimas se pierde en una oscura sombra que el autor trata de
alumbrar a partir de entrevistas y pistas sobre aquéllos de los que no se ha
vuelto a saber más. Precisamente, “Mrs. B, Una Mujer Norcoreana” es como un
segundo capítulo, un drama focalizado en un solo caso que bien podría ser el de
cualquiera y que, en esta ocasión, deja un poso agridulce por culpa de una realidad que se
repite a diario.
Lo
mejor: acompañar de primera mano a su protagonista para conocer de cerca su
trágica historia.
Lo
peor: los altibajos en el desarrollo, que llegan a dañar el dinamismo del que
partía el metraje.
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