jueves, 9 de marzo de 2017

UN REFRESCANTE ENCUENTRO CON LA "HOME INVASION" (2013)


“Borgman” es de esas películas que, a pesar de trabajar con un punto de partida más que tratado en el cine, posee un gran valor y atractivo por los constantes y sorpresivos giros argumentales. Precisamente este curioso juego nos atrapa desde el inicio, intentando captar cada detalle para poder desenmarañar parte del laberíntico retrato que nos ofrece la obra del director y guionista holandés Alex van Warmerdam. Sin embargo, esta extraña telaraña produce cualquier tipo de emoción menos confusión y es que no podemos evitar sentir curiosidad y dejarnos llevar por una narración perfectamente tejida. Tras participar en el Festival de Cannes de 2013 y recibir el premio a mejor película en el Festival de Sitges del mismo año, el largometraje se convirtió en toda una sensación para los amantes del cine europeo y las nuevas experiencias.

Esta percepción es fácilmente evidente desde sus primeras imágenes, en donde podemos observar una plácida casa de campo rodeada de un profundo bosque. Pero, frente a esa apacible estancia, encontramos a unos hombres armados (incluido un párroco) que intentan buscar a otros bajo tierra. Así es como empieza una acción que, aun desarrollándose a fuego lento, no permite respiro alguno. Por tanto, el suspense se eleva lentamente y sin decaer, pero las cosas no suceden como podría esperarse, sino que el director nos desubica a la menor oportunidad. “Borgman” es un masoquista juego que se inmiscuye en nuestra realidad, nos roba nuestra mente y nos traslada al interior de una trama como si, aun siendo testigos de lo que sucede, nos sintamos como una especie de invasores de forma indirecta. Un escenario desconocido que no nos permite mirar más allá del bosque y que, aun después de casi 115 minutos, nos hace sentir cada vez más extrañeza e inquietud. 

Una familia burguesa es la protagonista de nuestra mirada, a la que vigilamos en silencio desde nuestra posición como voyeurs. Al mismo tiempo que la embriagadora atmósfera nos atrapa, cada vez sentimos un mayor desasosiego plagado de incógnitas que no sabemos si realmente serán resueltas. Es más, van Warmerdam no duda en arriesgar al máximo, pero, a la vez, deslizarse a paso seguro con una laboriosa historia perfectamente trabajada y una imagen que nos encierra en la propia fisicidad del conjunto, de tal forma que, sin duda alguna, se trata de una de las películas más desasosegantes que nos ofrece la cinematografía holandesa.

La reflexividad que se desprende de la cinta se envuelve de cierto halo irónico para terminar de enmarcar tan turbulento ambiente. A ello se suma, en su vertiente más simplista, una organización simbólicamente clasista entre el conjunto de personajes, de la que se desprende un mensaje de desprecio entre los que residen en el interior de la casa y los recién llegados. Sin embargo, y aunque las ideas parezcan tan difusas como el propio argumento que se nos presenta, el aspecto menos original de la película se relaciona con la clásica cuestión de cómo la normalidad es interrumpida por un ser extraño que se inmiscuye. A partir de ello, se construyen todo tipo de posibles interpretaciones, desde una más que típica revolución de clases bajo el inigualable prisma marxista hasta la rocambolesca “fábula” que rápidamente se expandió en el momento de su exhibición en España, como es la posibilidad de que estemos ante pura ciencia ficción con nada menos que extraterrestres. 

Sea cual fuere su verdadero significado, lo cierto es que la obra dio para hablar más que suficiente, al igual que todo espectador que se enfrenta a ella no puede evitar reflexionar ante una extrañeza que se mantiene hasta el último minuto. Parte de esta labor reside en el fantástico elenco, que, a pesar de no tener una gran trayectoria a sus espaldas e, incluso, en algún caso, debutar, resulta de lo más carismático. Curiosamente, el propio cineasta tampoco puede reprimir su deseo de formar parte del reparto encarnando el personaje de Ludwig. No obstante, de entre todos ellos, hay que destacar la interpretación del actor Jan Bijvoet en el papel protagónico de Camiel Borgman, un rostro que reconocemos de su anterior proyecto, “Alabama Monroe”, del director belga Felix van Groeningen (2012), de la que pudimos disfrutar a principios de 2014 en los cines nacionales.

Para más enredo, “Borgman” es todo un híbrido fílmico en el que la tensión nos invita a pasear por terrenos propios del fantástico y del terror, bajo un telón dramático que favorece y enriquece el suspense. El largometraje de van Warmerdam deja muchas incógnitas en el aire, muchos detalles a cuestionar y muchos personajes a los que comprender. En pocas ocasiones se puede disfrutar de un cine tan interesante como el que nos ofrece el autor, que despliega todo su talento y creatividad para forjar un producto de lo más recomendable. Una ambivalente experiencia que se tambalea entre la construcción y destrucción de ciertas ideas que, sin duda, no dejan indiferente a todo aquél que desee prestarse a una invitación tan disfrutable y diferente como ésta.

Lo mejor: el personaje de Borgman, tan intensamente bello. El resto del reparto, casi completos desconocidos, están a la altura de Bijvoet. Lo misterioso e inquietante de la trama que te obliga a verla para buscar el auténtico sentido.

Lo peor: es injusto que, una vez más, trabajos tan maravillosos como el de Alex van Warmerdam queden relegados a un número escaso de cines.


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