El cineasta norteamericano James Ward Byrkit trabajó en una historia real para crear “Coherence”, una producción realmente atractiva que
partió de lo acontecido en Finlandia en 1923. La desorientación que sufrió todo
un pueblo entero con el paso de un extraño cometa por sus cielos alarmó a la
policía local, la cual recibió un gran número de llamadas con denuncias de
insólitos casos en los que los familiares no reconocían a sus propios seres
queridos o, incluso, que quienes fallecieron en su día, parecían haber regresado a
la vida. Y aunque dé la impresión de ser un relato recién salido de Cuarto Milenio y narrado
por el mismísimo Iker Jiménez, lo cierto es que casi un siglo después ha
quedado registrado en una película que bien podría llevar el sello del popular
autor David Lynch.
Esta generación de “nuevo cine de ciencia ficción” no
termina de despuntar, pero la cinta de Ward Byrkit consigue refrescar un
panorama que empezaba a quedarse estancado en los mismos temas. Es indudable
que el cineasta nos invita a la continua reflexión, dejando un poso a la
búsqueda de algún atisbo racional que genere este hecho. El largometraje cumple
su cometido y se convierte a la par en un thriller imprevisible que ya
quisieran crear las grandes superproducciones. Y así es, señoras y señores, este
filme se realizó con tan sólo dos cámaras reflex (Canon V, MarkIII supongo), en
un tiempo récord y con un presupuesto de chiste. Se puede decir ampliamente que
ha logrado salir con la cabeza muy alta.
Pocos autores están capacitados para hurgar en este tipo de
cuestiones con tal presupuesto y salir airosos de ello. “Coherence” se sirve de
bucles temporales, realidades paralelas y dimensiones abiertas, de todo aquello
que hoy en día sigue siendo una incógnita y, a la par, de máximo interés para
quienes se sientan motivados por saber más allá de lo que a simple vista se
puede observar. No existe una salida fácil para ello y el director parece ser
consciente de ello, por lo que, con el riesgo que supone plantear una teoría
sumamente atractiva, desarrolla una narración compleja de la forma más simple y fascinante, desvelando un guion repleto de paradojas sin necesidad de grandes
efectos especiales, sino regalando al espectador prácticamente 90 minutos de un
metraje que conduce con seguridad un suspense para nada manejable.
Así es como la cinta se ha convertido en una de esas
pequeñas rarezas dignas de ver y, sobre todo, recomendable a partir del
efectivo boca a boca. Con el progresivo aumento de la tensión, la historia nos
encierra en un mar de dudas al igual que a sus personajes, quienes se
encuentran totalmente desubicados ante los acontecimientos. El misterioso clima
envuelve los escasos escenarios por los que desfila la acción. Sin embargo, a
pesar de estar ante una idea del todo atrayente y, por momentos, muy lograda,
es una lástima que el director y guionista lleve al extremo tan interesante argumento. Sí, es cierto, el riesgo era demasiado y, aunque el cine de hoy tiende a
recurrir a recursos más fáciles, se aprecia que Ward Byrkit ha querido
distanciarse de ello, provocando que, lo que parecía ser una compleja trama
accesible, se convierta en un proyecto inesperadamente algo más complicado para
el público.
El constante juego con los diversos personajes y elementos
disponibles no facilitan la ardua tarea de comprender qué es lo que está
ocurriendo y por qué. Tampoco ayuda el hecho de que algunos diálogos no sean
del todo claros y mucho menos que las situaciones queden de alguna manera un tanto ambiguas como para poder atar cabos. No obstante, “Coherence”, si no llega a
quedar en el olvido con el paso del tiempo, bien podría llegar a ser parte de
esa lista tan intimidante con películas “diferentes” a las que los más
cinéfilos se enfrentan con extrema cautela. Igualmente, se echa de menos poder
empatizar y conocer más profundamente a la propia protagonista, Emily Foxler
(Emily Baldoni), ya que, aun presentando su profesión e intereses y algún
detalle de su pasado, no conseguimos entrar del todo en una historia que podría
habernos arrastrado con mayor éxito.
El resto de personajes secundarios, soportan, más o menos, una carga de
culpa que sirve para dramatizar y darle cuerpo a la narración, con ciertos intentos por lograr desvelar la psicología de cada uno de ellos, pero, a medida que pasan los minutos, este sentimiento
se hace frugal y queremos más suspense. También tenemos que considerar la
cuestión eterna y más evidente, como es la posibilidad de que la cinta, con un
mayor presupuesto, podría no sólo haber mejorado en su desarrollo, sino también
en aspectos publicitarios que podrían haber puesto en conocimiento a un público
masivo de una arriesgada cinta que no tiene nada que envidiar a las grandes
producciones de los últimos años dentro del género.
Pese a sus comprensibles fallos, el clímax se eleva gracias al fantástico trabajo de interpretación de su elenco, sobre quienes descansa,
obviamente, todo el peso de la acción y quienes logran salir airosos sin
grandes inconvenientes. Su banda sonora, obra del compositor Kristin Øhrn
Dyrud acompaña a la fotografía del director británico Nic Sadler para crear
una atmósfera perturbadora que mantiene su nivel a medida que la tensión
ambiental va in crescendo. El perfecto final deja un buen sabor de boca a los
espectadores, a pesar de las dificultades a las que se enfrentan. “Coherence”
es una grata sorpresa para quienes se animan a salir de la tónica habitual del
cine. Una pequeña gota que logra retomar un subgénero que siempre despierta un
gran interés a pesar de las constantes paradojas que nos llevan a la locura
irracional. Eso sí, y como consejo, es fundamental el hecho de leer la paradoja
de Schrödinger para que entendamos esa "coherencia".
Lo mejor: la ciencia ficción de bajo presupuesto que casa
perfectamente con un thriller que sabe mantener la tensión y lo refrescante de
su propuesta.
Lo peor: lo mismo de siempre, el desconocimiento para la
mayor parte del público y que, en su momento, otras obras eclipsaran en cartelera el interés en esta cinta.
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