La etiqueta de “Nueva Ola de Cine de Terror Francés” hace
que muchos tiemblen en sus butacas y es que, desde que conocemos la existencia
de este término, el interés por este tipo de cine ha crecido a pasos
agigantados. Directores como Pascal Laugier, Alexandre Aja, Xavier Gens o
Fabrice Du Weltz, entre otros, se han hecho un hueco indispensable en el
suculento circuito de festivales internacionales para acabar obteniendo
opiniones dispares de cada trabajo. Precisamente, “Livide” no es una excepción. El largometraje de los cineastas y guionistas Alexandre Bustillo y Julien Maury,
considerados como dos de los impulsores de esta corriente cinematográfica, creó
excesivas expectativas en un público que quedó totalmente encandilado por la
anterior obra de ambos, “Al Interior” (2007), con la que Bustillo inició su
trayectoria tras las cámaras junto a Maury, que contaba con apenas un par de
cortometrajes a su espalda. Si en su debut apostaron por una producción
trepidante, arriesgada e impactante por su extremismo, su segundo filme da un
gran giro hacia un universo más calmado y cuidado a nivel visual.
La historia comienza en el primer día de trabajo de Lucie
Klavel (Chloé Coulloud), una joven enfermera que asiste a solitarios ancianos.
Acompañada por Catherine Wilson (Catherine Jacob), la tranquilidad de la
jornada se rompe al llegar a una tétrica mansión que parece estar abandonada.
Allí reside su próxima paciente, Jessel (Marie-Claude Pietragalla), una mujer
en estado vegetativo que, hace décadas, llegó a ser una afamada profesora de
danza. Wilson se encarga de relatar una vieja leyenda sobre ella, acrecentando
la curiosidad de Lucie por un misterioso tesoro que parece esconderse en el interior de los ruinosos muros.
Al terminar el día, la protagonista no duda en contar tal suculenta información
a su novio William (Félix Moati), que, con la ayuda de su amigo Ben (Jérémy
Kapone), no dudarán en hacerle una visita a Jessel y, así, saciar su codicia,
destapando el oscuro secreto que la anciana guarda.
Jugando con los elementos más típicos del clásico género de
terror, “Livide” presume de incluir en su trama una casa encantada, fantasmas,
leyendas, zombies e, incluso, vampiros. Efectivamente, en este aspecto, asume un papel
arriesgado a la hora de reformular la tradicional imagen de este sanguinario
ser. Con un guion que nada en las pacíficas aguas del cuento gótico, llega a
ser verdaderamente macabro en alguna que otra escena gracias a los tintes gore con los que coquetea el relato. Su
esencia busca un ataque directo a los miedos, los encierra en una extraña
mansión que, ya de por sí, infunde un gran respeto, y los explota de forma
sangrienta e inquietante como toda pesadilla que se precie.
Los detalles se funden en una impactante heterocromía, en la
relación entre una severa madre y una hija, en esperpénticas levitaciones, en
el reflejo del espesor de la sangre o en el pavor que infunden asquerosos insectos. Sin embargo,
poco se profundiza en la narración, pasando de puntillas por una historia que
prometía conquistar y que va desgranando la trama de forma básica para salir
del paso. Su inicio se muestra ralentizado en cuanto a ritmo, manteniendo el
tradicionalismo del terror clásico, pero, una vez que se produce la
presentación de sus personajes y comienza la siniestra aventura, el dinamismo y
la atracción se disparan, creando un ambiente de tensión bastante correcto,
independientemente de la gratuidad de alguna escena y de ciertos tópicos
innecesarios. A pesar de este perfecto desarrollo, la cinta desemboca en un
clímax bastante confuso e indiferente, haciendo un mayor hincapié en el aspecto
visual y oscureciendo una producción de la que se podría haber obtenido un
producto más interesante.
Coulloud encabeza un reparto bastante solvente, todos ellos entregados a
unos papeles de poco calado e, incluso, contradictorios en varias ocasiones. La actriz,
que despliega una gran naturalidad y atracción como protagonista, realiza un trabajo más que
correcto, recompensado con la posterior colaboración con Bustillo y Maury en su
siguiente título, “Aux Yeux Des Vivants” (2014). Por su parte, el resto de
compañeros apenas adquieren importancia y, mucho menos, interés, a pesar de la inserción de
un personaje inesperado a mitad de la historia como parte de un giro narrativo
con efecto sorpresa.
Eso sí, “Livide” logró alzarse con el premio al Mejor diseño
de producción en el Festival de Sitges de 2011, evidenciando una magnífica
labor técnica. El director francés Laurent Barès vuelve a repetir experiencia
con ambos autores, haciéndose cargo de una fotografía elegante, siniestra e
impecable. Un ejercicio de estilo que potencia la trama a través de su cuidada
puesta en escena digna de alabanza y una banda sonora principalmente
atmosférica. Diferente y disfrutable, “Livide” es creada como una fantasía
gótica que conquista visualmente, labor que absorbe nuestra atención por encima
de una narración que, a pesar de parecer interesante, sufre de irregularidades,
contradicciones y cierta confusión.
Lo mejor: el gran potencial que despliega el aspecto
técnico.
Lo peor: las inevitables comparaciones con el anterior
trabajo de Bustillo y Maury, “Al Interior”.
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