Los países de Asia Oriental siempre han tenido fama de
poseer unas jornadas laborales excesivamente extensas, al igual que los
trabajadores están sometidos a duras condiciones y a una situación de
inestabilidad en sus empleos. Esa idea preconcebida que en occidente se ha
extendido con el paso de los años resulta estar más cerca de la realidad de lo
que podríamos haber imaginado. El director y guionista surcoreano Im Heung-Soon continúa explorando las vidas de los más marginales a través de su trayectoria
profesional, fusionando ciertos aires de denuncia social con la emotividad, el
arte y la poesía; y propiciando una inevitable reflexión a la que el propio autor
nos invita sin entrar en juicios previos.
En esta ocasión, nos extiende una pequeña ventana a través
de la que poder presenciar los testimonios de mujeres que forman parte de esa
mano de obra que ha sido fuertemente acallada con el paso del tiempo. El
documental “Factory Complex”, ganador del León de Plata en la Bienal de Venecia
de 2015, no sólo es un perfecto homenaje a su madre, como él mismo indica, sino a todas a esas trabajadoras
anónimas que lucharon por sus derechos, por mejorar sus condiciones laborales y
las de futuras generaciones. Su angustiosa situación nos lleva a comparar las
circunstancias en las que se encontraba el mercado laboral durante la década de
los años 60 y en la actualidad, demostrando que, aun con el paso de los años, las cosas no han cambiado tanto como parecen.
Desde la sutil perspectiva que ofrece el cineasta, exploramos
detalladamente en la estricta, jerárquica y patriarcal sociedad. Los
precarios salarios, los excesos durante la jornada y en el trato a los
empleados nos llevan a presenciar los tristes testimonios de trabajadoras de
una fábrica textil, una de las industrias más tradicionales del país; de las
cajeras de supermercado, con casos como el referido en la
película “Cart” (Boo Ji-Young, 2014), de la que aprovechan el escenario para explicar lo que sucedió; las teleoperadoras de los call center,
que cuentan con una gran presión psicológica al no tener ni un solo descanso a lo
largo del día para no ver reducido su salario; o de unas azafatas,
víctimas de una multitud de actos machistas y el reflejo mismo de esa
modernización tan vertiginosa que ha experimentado el país en los últimos tiempos.
Un retrato dolorosamente impactante que se intensifica con
una magnifica y poderosa aportación de material de archivo, en la que se puede
apreciar diferentes manifestaciones brutalmente sofocadas, huelgas sangrientas
de los sindicatos femeninos o disturbios laborales de diversa índole. El
silencio en determinadas ocasiones habla por sí mismo, haciendo prácticamente
palpable las degradaciones a las que han sido sometidas constantemente y de
forma diaria. “Factory Complex” no se detiene en lo que ocurre dentro de sus
fronteras, sino que, en su parte final, dispone de unos provechosos instantes
que se emplean para informar sobre la apertura de una fábrica en Camboya,
propiedad de un conglomerado surcoreano que mantiene esta tónica habitual y en
la que también tuvieron lugar este tipo de conflictos durante 2014, año en el
que se produjeron, incluso, algunas muertes entre sus trabajadoras. Las
multinacionales Samsung o Daewoo son sólo algunos de los ejemplos más populares
que coparon las noticias nacionales por esta misma causa.
Mujeres violadas, explotadas hasta colapsar, puestas a
prueba hasta límites insospechados, víctimas de enfermedades a causa de las
malas condiciones en las que deben trabajar y de, en definitiva, un destino sin
misericordia que jugaba con sus necesidades, puesto que todas ellas forman
parte del sustento de sus austeras familias. Junto al realismo de estas
situaciones, Heung-Soon da rienda suelta a su creatividad al intercalar escenas
de gran lirismo, de mujeres en pleno bosque con la cabeza cubierta o rodeadas,
en la lejanía, de la inmensidad de la urbe con los ojos vendados. La calidad de
la naturaleza les otorga instantes merecidos de tranquilidad, de esperanza y
recompensa ante tanto sufrimiento. Un regalo que el propio autor les ofrece a
través de su metraje, aunque sus vidas no se lo hayan permitido.
Ese toque surrealista que adquieren las imágenes se
compagina con suaves movimientos de cámara que muestran una gran elegancia a la
hora de plasmar una cuestión tan delicada. Siguiendo la estela de su primer
largometraje, “Jeju Prayer” (2012), en cuanto a estética se refiere, se sirve
de un enfoque minimalista que aporta una gran frialdad a los ambientes de
trabajo, permitiendo resaltar la poesía visual que se despliega casi de forma
etérea y dinamizando, en cierta manera, la gran monotonía que posee el
escenario urbano.
Sin juicios de por medio y evitando el indeseable
sensacionalismo tan habitual, “Factory Complex” nos invita a reflexionar sobre
los hechos, a comparar las décadas que nos separan, a despertar nuestra
conciencia y a concluir, inevitablemente, en la facilidad con la que el ser
humano es capaz de autodestruirse. Un país aclamado por su fuerte crecimiento
económico, pero que, sin embargo, ha dejado atrás su evolución social y
laboral, esos problemas que siguen aquejando al basto mercado laboral de
Corea del Sur y que ponen en evidencia la necesidad de una reforma desde hace
demasiado tiempo.
Lo mejor: la denuncia sobre la que se nos invita a
reflexionar. El cuidadoso tratamiento visual.
Lo peor: que a día de hoy sigan sucediéndose este tipo de
injusticias.
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