lunes, 23 de mayo de 2016

EL ARTE DE LA DENUNCIA (2014)


Los países de Asia Oriental siempre han tenido fama de poseer unas jornadas laborales excesivamente extensas, al igual que los trabajadores están sometidos a duras condiciones y a una situación de inestabilidad en sus empleos. Esa idea preconcebida que en occidente se ha extendido con el paso de los años resulta estar más cerca de la realidad de lo que podríamos haber imaginado. El director y guionista surcoreano Im Heung-Soon continúa explorando las vidas de los más marginales a través de su trayectoria profesional, fusionando ciertos aires de denuncia social con la emotividad, el arte y la poesía; y propiciando una inevitable reflexión a la que el propio autor nos invita sin entrar en juicios previos.

En esta ocasión, nos extiende una pequeña ventana a través de la que poder presenciar los testimonios de mujeres que forman parte de esa mano de obra que ha sido fuertemente acallada con el paso del tiempo. El documental “Factory Complex”, ganador del León de Plata en la Bienal de Venecia de 2015, no sólo es un perfecto homenaje a su madre, como él mismo indica, sino a todas a esas trabajadoras anónimas que lucharon por sus derechos, por mejorar sus condiciones laborales y las de futuras generaciones. Su angustiosa situación nos lleva a comparar las circunstancias en las que se encontraba el mercado laboral durante la década de los años 60 y en la actualidad, demostrando que, aun con el paso de los años, las cosas no han cambiado tanto como parecen.

Desde la sutil perspectiva que ofrece el cineasta, exploramos detalladamente en la estricta, jerárquica y patriarcal sociedad. Los precarios salarios, los excesos durante la jornada y en el trato a los empleados nos llevan a presenciar los tristes testimonios de trabajadoras de una fábrica textil, una de las industrias más tradicionales del país; de las cajeras de supermercado, con casos como el referido en la película “Cart” (Boo Ji-Young, 2014), de la que aprovechan el escenario para explicar lo que sucedió; las teleoperadoras de los call center, que cuentan con una gran presión psicológica al no tener ni un solo descanso a lo largo del día para no ver reducido su salario; o de unas azafatas, víctimas de una multitud de actos machistas y el reflejo mismo de esa modernización tan vertiginosa que ha experimentado el país en los últimos tiempos.

Un retrato dolorosamente impactante que se intensifica con una magnifica y poderosa aportación de material de archivo, en la que se puede apreciar diferentes manifestaciones brutalmente sofocadas, huelgas sangrientas de los sindicatos femeninos o disturbios laborales de diversa índole. El silencio en determinadas ocasiones habla por sí mismo, haciendo prácticamente palpable las degradaciones a las que han sido sometidas constantemente y de forma diaria. “Factory Complex” no se detiene en lo que ocurre dentro de sus fronteras, sino que, en su parte final, dispone de unos provechosos instantes que se emplean para informar sobre la apertura de una fábrica en Camboya, propiedad de un conglomerado surcoreano que mantiene esta tónica habitual y en la que también tuvieron lugar este tipo de conflictos durante 2014, año en el que se produjeron, incluso, algunas muertes entre sus trabajadoras. Las multinacionales Samsung o Daewoo son sólo algunos de los ejemplos más populares que coparon las noticias nacionales por esta misma causa.

Mujeres violadas, explotadas hasta colapsar, puestas a prueba hasta límites insospechados, víctimas de enfermedades a causa de las malas condiciones en las que deben trabajar y de, en definitiva, un destino sin misericordia que jugaba con sus necesidades, puesto que todas ellas forman parte del sustento de sus austeras familias. Junto al realismo de estas situaciones, Heung-Soon da rienda suelta a su creatividad al intercalar escenas de gran lirismo, de mujeres en pleno bosque con la cabeza cubierta o rodeadas, en la lejanía, de la inmensidad de la urbe con los ojos vendados. La calidad de la naturaleza les otorga instantes merecidos de tranquilidad, de esperanza y recompensa ante tanto sufrimiento. Un regalo que el propio autor les ofrece a través de su metraje, aunque sus vidas no se lo hayan permitido.

Ese toque surrealista que adquieren las imágenes se compagina con suaves movimientos de cámara que muestran una gran elegancia a la hora de plasmar una cuestión tan delicada. Siguiendo la estela de su primer largometraje, “Jeju Prayer” (2012), en cuanto a estética se refiere, se sirve de un enfoque minimalista que aporta una gran frialdad a los ambientes de trabajo, permitiendo resaltar la poesía visual que se despliega casi de forma etérea y dinamizando, en cierta manera, la gran monotonía que posee el escenario urbano.

Sin juicios de por medio y evitando el indeseable sensacionalismo tan habitual, “Factory Complex” nos invita a reflexionar sobre los hechos, a comparar las décadas que nos separan, a despertar nuestra conciencia y a concluir, inevitablemente, en la facilidad con la que el ser humano es capaz de autodestruirse. Un país aclamado por su fuerte crecimiento económico, pero que, sin embargo, ha dejado atrás su evolución social y laboral, esos problemas que siguen aquejando al basto mercado laboral de Corea del Sur y que ponen en evidencia la necesidad de una reforma desde hace demasiado tiempo.

Lo mejor: la denuncia sobre la que se nos invita a reflexionar. El cuidadoso tratamiento visual.

Lo peor: que a día de hoy sigan sucediéndose este tipo de injusticias.


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