Hasta la fecha, el director estadounidense George Gallo no ha logrado despuntar en el mercado cinematográfico. Sus películas, consideradas de segunda categoría, apenas han tenido hueco en taquilla y, en el caso de “Middle Men”, ni siquiera consiguió llegar a la cartelera española, quedando relegada directamente a formato DVD. Esta decisión resulta inexplicable tras visionar la cinta y es que peores largometrajes han llegado a nuestras manos y han tenido su espacio en los cines.
El autor se une al guionista Andy Weiss para tratar una historia basada en hechos reales. Dos drogadictos, Wayne (Giovanni Ribisi) y Buck (Michael Marcht), ponen en práctica un pequeño negocio al subir imágenes de revistas porno a una web y cobrar un módico precio por ello. La idea era más que jugosa, pero no supieron sacar el máximo partido a las grandes posibilidades que brindaba hasta la llegada de Jack Harris (Luke Wilson), un hombre de familia bastante convencional que ve cómo, de la noche a la mañana, se convierte en uno de los pioneros del comercio pornográfico en Internet. Con la mafia rusa de por medio, que controla a la mayoría de los clubs de prostitutas, el negocio se ve en expansión hasta alcanzar unos beneficios de millones de dólares.
Es inevitable pensar en la posterior “La Red Social” (David Fincher, 2010), en la que el actor Jesse Eisenberg encarnaba al joven multimillonario Mark Zuckerberg, creador de Facebook. Sin embargo, y a pesar de que estemos ante dos biopics aparentemente similares, la cinta de Gallo cuenta con un gran atractivo: la industria del porno. Es evidente que el morbo suele captar nuestra curiosidad, pero “Middle Men” no sobrepasa los límites de una comedia dramática para alcanzar el erotismo ni incluir escenas de sexo explícito.
Igualmente, y aunque el diálogo juega con tintes de humor negro y cierta picardía, estamos ante una trama seria que toma un cariz amargo, crudo y a veces dominado por la intriga, y es que este negocio resulta muy jugoso para quienes poseen ambición y, por desgracia, quien mejor sabe utilizar sus cartas es el ganador del gran premio. Con una dinámica voz en off, la película se desarrolla con un ritmo audaz y vertiginoso gracias a las divertidas situaciones que viven los personajes, pero, aunque el autor consigue atrapar la atención del espectador desde el primer minuto, la intensidad decae inevitablemente en determinados momentos a lo largo del metraje para finalizar en un clímax con algún que otro giro argumental inesperado.
El verdadero Jack Harris colabora en la producción de “Middle Men”, lo que le suma cierta veracidad a los hechos por los que debe pasar el protagonista. A pesar de que Luke Wilson realiza un trabajo más que decente, en ocasiones, se muestra demasiado distante con un personaje que ya de por sí despierta un gran interés. Envuelto en la tesitura de llevar una doble vida entre el habitual hombre de familia y el empresario que se deja arrastrar por el poder y la fama, se ve sometido a conflictos internos constantemente, mientras se encuentra rodeado de dinero y sensuales mujeres. Por su parte, tanto Ribisi como Macht quedan relegados a un segundo plano con papeles algo más excéntricos y a los que, sin duda, es necesario prestar mayor atención para poder exprimir toda la carga de diversión que lleva la cinta. La corrupción viene de la mano de James Caan como abogado que, pese a ser una de las caras más conocidas, permanece ensombrecido por sus compañeros de reparto. También vemos desfilar al mítico Kelsey Grammer, Robert Forster, Peter Stormare, Kevin Pollack o la australiana Jacinda Barrett como Diana, la sufrida esposa de Harris.
El director suizo Lukas Ettlin, llegado directamente de “Fanboys” (Kyle Newman, 2009), la producción independiente que todo fanático de la saga “La Guerra de las Galaxias” debería ver, se encarga de pulir una fotografía dominada por el brillo del dinero y los destellos azules de las explosivas fiestas repletas de exuberantes mujeres. Un trabajo totalmente sincronizado con una banda sonora de calidad compuesta tanto por temas clásicos como “Oye Cómo Vas”, de Tito Puente, o “Bouna Sera”, de Louis Prima, pasando por “Sympathy for the Devil” y “You Can’t Always Get What You Want”, de los inolvidables Rolling Stones, hasta llegar a los 90 con “How Bizarre”, de los neozelandeses OMC, y “Tubthumper”, de Chumbawamba. Junto a ellos, suenan las notas del mítico y sumamente recurrido “La Grange”, de Wes Cunningham, Notorious B.I.G., 2Pac, Stone Temple Pilots, Moby o Tears For Fears, entre otros muchos.
Probablemente, Gallo no contó con dejar cierto halo reflexivo sobre una cuestión que permitía involucrar al espectador más allá de presentarle un mero entretenimiento y no es que sea un aspecto negativo para “Middle Men”, puesto que, al menos cumple a la perfección con este cometido. No obstante, y teniendo en cuenta que estamos ante otro largometraje sobre la ambición y codicia que genera el poder, no hubiera estado de más una mayor profundización en los personajes y cierto interés por valorar nuestra sociedad actual y el efecto que ha tenido en nuestras vidas la llegada de un apabullante mundo como es Internet.
Lo mejor: el dinamismo que crean los estupendos diálogos cargados de ironía. La variada banda sonora que agiliza aún más el ritmo narrativo.
Lo peor: la poca profundidad de los personajes secundarios.
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