En
los últimos tiempos hemos visto que el thriller
de origen surcoreano ya es un sello de calidad, pero para llegar a este punto
de éxito, han sido necesarias muchas cintas que sacrificar y otras cuantas que
no destacan de entre la media. Precisamente, entre éstas se encuentra “Psychometry”
(“The Gifted Hands” en su título inglés), el largometraje realizado por el
director y guionista Kwon Ho-Jung que incorpora ciertos toques de
ciencia ficción en un relato que sigue con el empeño del tradicional género que
tantos beneficios da a los cineastas nacionales tanto en taquilla como en
festivales de renombre.
Historias
de violencia y crueldad que se alejan, en cierta manera, de los patrones de los
clásicos occidentales del género. Bajo esta tesitura, la trama parte del
personaje de Chun
Dong (Kim Kang-Woo), un detective de mala fama que investiga un caso
de secuestro y asesinato de una niña. En una de las escenas del crimen, en
plena calle, aparece un graffiti que desvela ciertas claves del fatídico suceso.
Desde ese momento, el autor de éste, Kim Joon (Kim Bum), que posee el don de la
psicometría, es decir, que conecta con la mente de otras personas a través del
tacto, se verá perseguido por un policía desesperado por cumplir con esta
investigación.
Los
primeros instantes del metraje prometían ser de máximo interés al incorporar
cierta originalidad en su argumento, pero en ningún momento despunta, aunque sí
permite pasar un buen rato frente a la pantalla. La elegante comicidad en sus
diálogos agiliza una narración que no contiene ni dosis de venganza, como la
inmensa mayoría de estas cintas, ni duras escenas de violencia, ya que, durante
los casi 110 minutos de duración,
mantiene una estela muy sencilla, simple y sin grandes pretensiones.
Junto a los toques de humor negro, se suma un elemento fantástico que, al
menos, mejora la calidad de la producción y consigue diferenciarla del resto de
thrillers del mercado. Kim Joon
tiene la capacidad de introducirse en la mente de los demás al establecer
contacto con su mano, un aspecto que hace fluir con ligereza la trama y, sobre
todo, la ausencia de pistas y el estancamiento al que se enfrenta el policía.
El
director y, en este caso, también guionista, conduce la tensión a duras penas
en un largometraje sin escenas ni hechos reseñables y que probablemente sea tan
fácil de olvidar como lo es de visualizar. Ho-Jung parecía mantenerse fiel a una trama
durante el inicio del filme, pero, poco a poco, se produce una subdivisión de
historias que lo único que hacen es crear cierto caos a la hora de explicar
detalles que son importantes.
“Psychometry”
a duras penas funciona, aunque, en parte, el mérito es de Kang-Woo, sobre el que recae todo el
peso de la acción y de la sutileza humorística. El personaje sobresale por
encima del clásico detective al que estamos acostumbrados, puesto que su buena predisposición
a hacer las cosas de forma correcta contrarresta con sus fallos profesionales a
la hora de investigar. Por su parte, su compañero de reparto, el joven actor Kim Bum,
posee pocos registros en su papel, manteniendo un halo de misterio y oscuridad
junto al perfil solitario que muestra en todo momento.
Su
arriesgada estética es lo único reseñable frente a una atmósfera poco lograda
para los instantes de mayor tensión, los cuales vienen recogidos simplemente
con cámara en mano. La cinta de Ho-Jung no posee grandes méritos, aunque sí nos
traslada a una historia un poco diferente dentro del clásico thriller surcoreano. Su original trama
consigue llevarnos por un mundo de violencia tenue y poco explícita en el que
un inspector intenta desenmascarar al culpable de un hecho nefasto como es el
asesinato de una inocente niña.
Lo
mejor: las dosis de humor y el elemento fantástico que aportan frescura y
singularidad a la narración.
Lo
peor: las atmósferas poco logradas. Las subtramas dejan por el camino
detalles importantes que necesitan explicación.
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