Aproximarse a la filmografía del artista audiovisual mexicano Bruno Valera es entrar de lleno en el activismo visual e, incluso, la milicia del videoarte. Su experimentalidad aboga, en muchos de los casos, por la revisión de la memoria histórica de México desde la propia materia, el folclore o, en un paso más allá, la misma verdad. Cada una de sus obras generan una profunda incertidumbre que deja sin aliento, piezas que trabajan con diferentes formatos, sustratos y soportes siempre en la línea del found footage más inclasificable, pero en constante evolución. Es, por ello, que Varela se erige como un autor cambiante, sumamente activo en su labor y capaz de sorprender a sus espectadores con cada uno de sus trabajos, obligando a reflexionar, a verse envuelto de cuestiones sociales y políticas dirigidas bajo la batuta del mismo arte audiovisual.
Una de sus muchas piezas experimentales es “Materia oscura”, que supone una profundización en el archivo de los recuerdos a través de un ejercicio de sentido común, cuya esencia, en cambio, ha sido relegada al olvido por diversos intereses. El metraje nos avisa de la metodología utilizada, que parte de la excavación de 54 mil fojas, divididas en 85 tomos y 13 anexos, del “caso Iguala”, también conocido como “caso Ayotzinapa”. Durante la noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre de 2014, la ciudad de Iguala fue testigo de importantes episodios de violencia contra los estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa. El ataque impulsado por policías y militares desembocó, según las fuentes oficiales, en la desaparición de 43 personas, 9 asesinatos y 27 heridos entre alumnos, periodistas y otros civiles. No se trató de un único ataque y las incongruencias en los posteriores informes obligaron a la creación de la Comisión para la Verdad y Acceso a la Justicia en 2019.
Varela contribuye con la causa a través de este metraje, en donde se han revisado documentos oficiales, los cuales sirven de denuncia por el lamentable estado en el que se encuentran: tachados, fotocopiados de otras fotocopias, sobreescaneados, etc. En definitiva, hay una gran cantidad de páginas ilegibles y fotografías ennegrecidas que no sirven para nada y que suponen un terrible delito. Así es como, poco a poco, no solo desaparece la imagen, sino también la memoria de un acto deleznable e injusto. La disolución ante el maltrato y el transcurso del tiempo no hacen sino evidenciar lo que muchas veces sucede en nuestra historia, que olvidamos el pasado con suma facilidad. La investigación llevada a cabo por Varela es más que elogiable, puesto que, en casi 9 minutos de metraje, vemos desfilar una ingente cantidad de papeles y fotografías, algunas de ellas condenadas a ser borrones o un simple granulado en blanco y negro del que no se distinguen ni tan siquiera las figuras en más de una ocasión.
Sea como fuere, “Materia Oscura” es un acto de reflexión. ¿Cómo podemos ser tan descuidados con nuestra propia memoria?, ¿cómo podemos permitir que el paso del tiempo nos deje montones de papeles acumulados e inservibles?, ¿cómo podemos dejar que nuestros recuerdos se pierdan, así como así? La respuesta y todas las posibles evidencias las encontramos en la obra de Bruno Varela, que cuenta con un blanco y negro roto y forzado ante tanto documento fotocopiado. Un desfile sin fin, que, al menos, sirve para no perder el recuerdo y que colabora, a su vez, con un “pequeño grano de arena” para que casos como el de Iguala no vuelvan a repetirse.
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