Cinco premios Goya a mejor película, actor, guion, música y
diseño de vestuario, además de un galardón en Fantasporto y una mención
especial en el Festival de San Sebastián, sin contar con las nominaciones en
los Premios de Cine Europeo. “El Bosque Animado” se convirtió en unas de las
películas españolas más importantes de la década de los 80, pero la historia
del cine se portó de diferente manera y permitió que, para gran parte de la
audiencia actual, quedara prácticamente en el olvido. Tras varias películas para
televisión, algún que otro coqueteo con las series y una ópera prima, “Pares y
Nones” (1982), bastante fría sobre las relaciones entre parejas de hecho; el
segundo largometraje del cineasta español José Luis Cuerda se detiene en los
toques fantásticos de las famosas supersticiones gallegas bajo la frescura de
la tragedia y la comedia, ambas potenciadas por el guionista y escritor español
Rafael Azcona.
Basada en la publicación del novelista gallego Wenceslao
Fernández Flórez, la cinta compone una historia coral con Malvís (Alfredo
Landa), un hombre que desea ganar dinero rápido y se convierte en el
desventurado bandido Fendetestas, a pesar de los intentos de Geraldo (Tito
Valverde) por hacerle ver que trabajar de pocero tampoco es tan terrible. Poco
tarda en desistir, especialmente, porque ahora su mente y corazón pertenecen a
Hermelinda (Alejandra Grepi), una muchacha de la aldea que vive con su amargada
y severa tía Juanita Arruallo (Encarna Paso), la cual no duda en maltratar a su
sobrina, mientras realiza los quehaceres del hogar. Todo cambia cuando Hermelinda
se harta de las vejaciones y decide marcharse a la ciudad, dejando su vacante a
la pequeña Pilara (Laura Cisneros), una imprudente niña cuyas hazañas marcaran
para siempre las vidas de los habitantes de la fraga de Cecebre.
La picaresca, los fantasmas, las leyendas, las tradiciones,
los chismes, el amor, la timidez, la valentía, el miedo, las bromas y cuentos.
Definitivamente, la vida rural en la localidad coruñesa de Sobrado, lugar
escogido para su rodaje, es de todo menos aburrida. Todos pendientes de todos,
de sus movimientos y palabras, evitando siempre cruzar un bosque extraño que
parece sólo reportar disgustos. El cineasta nos permite explorar el lugar que
todos esquivan a un ritmo pausado para darnos cuenta de la codicia, el egoísmo
con el que unos y otros se relacionan, mientras que un pequeño rayo de luz
surge en esa hastiada rutina que no logra vencer los ánimos de Geraldo. Y pese a
las dificultades, a las entrometidas miradas e hirientes palabras de muchos
vecinos, a las aventureras hazañas que mutan en tragedias para azotar y
cambiar a las personas, Geraldo se convierte en uno de los pocos eslabones
perdidos que, por suerte, aporta un pequeño claro entre tan robusto bosque, al
igual que hace cada vez más patente la existencia de un mundo externo a aquel
microcosmos que supone el pueblo del que sólo existe una única forma de
comunicación, un oportuno tren que bordea su extensión.
Sin duda, la fortaleza de “El Bosque Animado” reside en su
fantástico elenco, nunca mejor dicho. Alfredo Landa encumbra el reparto con el
personaje más cabezota y entrañable, Malvís, y junto a él surgen en pantalla
actores y actrices de renombre como Tito Valverde, Fernando Rey, Encarna Paso,
Alicia Hermida y Amparo Baró, que se encargan de amenizar la obra con sus viejos temores ante la presencia de la Santa Campaña;
Manuel Alexandre, Luis Ciges, María Isbert, Miguel Rellán, Antonio Gamero y
Paca Gabaldón, entre otros muchos que dan vida a los lugareños. Rostros
populares que nos descubren la esencia de los miedos, de las bajezas del ser
humano, pero también de ciertas costumbres que poco a poco se pierden con la desaparición de
aquellas generaciones. Esas gentes de los pueblos que lentamente se apagan en
la historia de nuestro pasado y que el cine parece ser el único en hacernos
recordar.
El director guipuzcoano Javier Aguirresarobe se encarga de
una fotografía muy distinguida, ambigua, en la que los días en el interior del
bosque parecen extrañamente amables y las noches siniestramente
fantasmagóricas. No hay que fiarse de las vicisitudes que aguardan sus caminos,
un aspecto que Aguirresarobe impulsa con espléndida grandeza de quien también, con anterioridad,
ya se había hecho cargo de emblemáticas obras de Fernando Colomo, Imanol Uribe,
Eloy de la Iglesia o Montxo Armendáriz, entre otros. Su carrera no hacía más
que ascender, por lo que, tras “El Bosque Animado”, llegaron colaboraciones con
Pilar Miró, Víctor Erice, Carlos Saura, Julio Medem, Fernando y
David Trueba, aunque las nuevas generaciones le recordarán por sus grandes triunfos en “Los
Otros” (2001) y “Mar Adentro” (2004), de Alejandro Amenábar; “Hable con Ella”
(Pedro Almodóvar, 2002), “Los Fantasmas de Goya” (Milos Forman, 2006), “Vicky
Cristina Barcelona” (2008) y “Blue Jasmine” (2013), de Woody Allen. Incluso, la saga Crepúsculo, el remake de “Poltergeist” (2015), que realizó Gil Kenan; o
“Thor: Ragnarok” (Taika Waititi, 2017) cayeron en sus manos.
Claramente, podría decirse que “El Bosque Animado” es, en
esencia, una gran obra creada por ilustres. Vivos y muertos, ricos y pobres
conviviendo en un mismo espacio para ejemplificar la dureza de las
circunstancias, las charlatanerías de unos frente a las penurias de otros
muchos. Alabada por la magistral labor de un magnífico equipo, en su momento conquistó
tanto a la crítica como al público. Un pequeño extracto del esplendor del cine
español, crítico y nostálgico, que a día de hoy parece haber caído extrañamente
en el olvido para las jóvenes generaciones, pero que, a pesar de todo, parece
no haber perdido ni un ápice de su verdadero valor.
Lo mejor: la realidad encarnada por un elenco magistral.
Lo peor: su dinamismo es un tanto irregular, una nimiedad en
comparación con sus grandezas.
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