martes, 6 de noviembre de 2018

EL MANIPULADOR MANIPULADO (2012)


Actualmente, François Ozon es uno de los directores y guionistas franceses que goza de mayor popularidad en Europa. Su grandes esfuerzos por abrirse camino en un mundo en el que es difícil resaltar ya se apreciaban desde sus primeros cortometrajes, la mayoría seleccionados en los festivales internacionales más importantes. Por eso, no fue descabellado encontrar su segundo largometraje, “Sitcom”, entre la programación del Festival de Cannes de 1998. Tan sólo cuatro años después, con la presentación de la comedia musical “8 Mujeres” (2002), se alzaría con 11 galardones de nada menos que 30 nominaciones en el circuito de festivales internacionales y premios cinematográficos. Todo un logro que, obviamente, parte de su espectacular elenco, con nombres como Catherine Deneuve, Emmanuelle Béart o Isabelle Huppert, entre otras.

Diez años después, repetiría un éxito muy similar con “En la Casa”, un drama psicológico basado en la obra de teatro “El Chico de la Última Fila”, del dramaturgo madrileño Juan Mayorga. Una historia truculenta e hipnótica protagonizada por Germain Germain (Fabrice Luchini), un profesor de literatura francesa con muchos años de experiencia. Sin embargo, las clases en el instituto son cada vez más desalentadoras, puesto que sus alumnos no terminan de implicarse. Ninguno es capaz de sorprenderle con sus redacciones hasta que descubre al joven Claude Garcia (Ernst Umhauer), una mente creativa con gran potencial. Tal es así que Germain no duda en alentarle para que escriba una novela que, por supuesto, espera leer. Claude comienza a seguir sus consejos, creando un relato sobre su familia y conocidos, pero el profesor, totalmente enganchado a sus palabras, no consigue distinguir entre lo que verdaderamente es real y lo que es ficción.

Ozon ya había trabajado este tema en “La Piscina” (2003), en donde la literatura es protagonista de un drama psicológico de tintes eróticos, lo que le reportaría también reconocimiento internacional a partir de su presentación en Cannes. Sin embargo, “En la Casa” pule mejor las intersecciones en ese viaje entre la vida y la ficción, aportando un gran dinamismo a la narrativa. Los límites entre ambos territorios se difuminan al entrar en juego un elemento clave, la manipulación, que, en similares líneas a “La Venus de las Pieles” (2013), de Roman Polanski, desata un comportamiento extraño entre los dos protagonistas, aunque, en esta ocasión, Ozon recurra a ello de una forma mucho más discreta, precisamente camuflada entre algunos toques de humor que afianzan la trama entre esos aires dramáticos.

No se trata de un juego perverso, como aparenta ser, sino más bien de la ambigüedad y de cómo el personaje de Germain se ve envuelto en las situaciones en las que se interpone la ficción y la verdad, mientras Claude las genera, arrastrándole a un imaginario inesperado que también es impulsado por el propio hastío del profesor. Por tanto, estamos ante una especie de nueva figura de manipulación, en el que la impostura es intencional, deliberada, pero no parte, ni mucho menos, de una intención oculta de naturaleza diabólica o malvada. A través de ello, Ozon procura una inmersión en un doble juego en el que el docente inicia un primer envite a su alumno al plantearle como objetivo una novela. Sin embargo, tal desafío se vuelve en su contra al permitir dar rienda suelta a la creatividad de un joven que va más allá de los límites, que se sirve de un punto controvertido para implicar a un hombre que necesita saciar tal curiosidad en el momento preciso en el que, por fin, logra salir de su tediosa rutina, aceptando inconscientemente que su rol de manipulador acabe siendo el de manipulado.

El intersticio se impone como espacio de intercambio, incidiendo y revirtiendo en la vida de cada uno, marcando un antes y un después en sus existencias y evidenciando los límites de ambos. Tanto Luchini como Umhauer realizan un trabajo impecable por el que vale la pena sentirse arrastrado por las ambivalencias expresadas por los dos. Mientras uno queda atrapado entre las páginas de la ficción, el otro queda hipnotizado por los encantos de la realidad, que le llevan a experimentar unas primeras vivencias políticamente incorrectas. Como si de un trampantojo se tratase, en el que el engaño parece formar parte de la realidad como si se transformara en una ilusión óptica, los dos personajes terminan asimilando las evidencias y aprendiendo una lección de vida marcada a fuego, dejando al espectador la extraña sensación de que, tal vez, desde la realidad se puede crear una ficción o, quizá, sea la ficción la que esté contaminada por la realidad.

Para entonces, el director de fotografía francés Jérôme Alméras ya había trabajado bajo las órdenes de Philippe Claudel, en “Hace Mucho que te Quiero” (2008), pero nunca con Ozon. Su primera colaboración con “En la Casa” le reportó reconocimiento, lo que le llevó a participar en metrajes de Bertrand Tavernier o Emma Luchini, pero, sobre todo, logró afianzar su carrera. Es cierto que Alméras no ha vuelto a formar parte de un proyecto de Ozon, pero lo cierto es que su labor en esta cinta resulta magnífica, aportando una atmósfera inquietante y pulcra a una historia que, obviamente, necesita encerrar al espectador en el mismo ambiente en el que viven los personajes. Colmada de detalles y destilando una gran elegancia, “En la Casa” entrega misterio a través de unos diálogos sumamente brillantes, centrados en una espiral ilusoria que sólo respira en su magnífico clímax. Tal es así que la obra ya es considerada como una de las mejores películas en la filmografía de François Ozon por méritos más que evidentes.

Lo mejor: cómo se desarrolla la relación entre ambos personajes hasta un peligroso extremo.

Lo peor: haber hecho más hincapié en la rutina del profesor hubiera generado un mayor impacto en el espectador.


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