martes, 23 de octubre de 2018

AMOR, JUVENTUD Y MUERTE (1922)


El cineasta norteamericano Dudley Murphy es más recordado por su colaboración con el artista francés Fernand Léger en el metraje dadaísta “Ballet Mécanique” (1924), que por sus propias obras. Es cierto que el incontable número de aportaciones que alimentan la historia del cine es inabarcable, pero no por ello su labor ha sido inferior a los grandes nombres que la forjan. Simplemente, hay que buscar más allá de lo ampliamente conocido. A pesar de que Murphy comenzara su carrera en el mundo de la comunicación como periodista, no tardaría en coquetear con las interesantes posibilidades que le ofrecía el séptimo arte. 

Su primera pieza, “Soul of the Cypress” (1921), venía inspirada por el mito de Orfeo, demostrando los primeros pasos del talento creativo y artístico que poseía. Sin embargo, antes de adentrarse en las vanguardias europeas que tanto estaban de moda durante la época y de estrechar lazos y ser influido por los importantes artistas del dadaísmo como Léger o Man Ray, Murphy experimentó con el montaje a través de “Danse Macabre”, su quinto trabajo, una obra inusual que navega entre los géneros de terror, fantástico y, curiosamente, musical. Aunque estemos ante un metraje mudo, la composición original, que pertenecía al director de orquesta parisino Camille Saint-Saens, es, sin duda, indispensable. Sin ella, la obra perdería todo su significado.

martes, 9 de octubre de 2018

UN HOMENAJE AL CELULOIDE (1985)


Pocas veces es tan divertido que una proyección deje de funcionar correctamente como sucede en “Una Película Estropeada” (“Onboro Filmu” / “Broken Down Film”). El director y guionista japonés Osamu Tezuka era considerado el “Dios del Manga” y precisamente esta pieza es una más de sus tantas obras que demuestran el precoz talento que poseía para la animación. En esta ocasión, el autor realiza un claro homenaje a las primeras etapas del séptimo arte. Un cortometraje mudo, en blanco y negro (salvo unos pocos segundos de ensoñación, en donde regresa el color), con granulado y suciedad que, además, se centra por completo en el género del western desde un punto de vista paródico y paradójico cuanto menos, puesto que no deja de ser un escenario occidental bajo la mano de un oriental, creando así una fusión de influencias recíprocas.

Esta coproducción japonesa y canadiense fue presentada en la primera edición del Festival Internacional de Hiroshima de 1985, alzándose con el gran premio, y no es para menos. La simpatía que despierta no es interrumpida por ese matiz experimental que posee. Al contrario, son los extraños cortes, los reencuadres, interrumpciones y efectos creados por la proyección del rollo los que aportan la diversión ante la loable pretensión de un vaquero por rescatar a la típica damisela en apuros, que se encuentra atada a las vías del tren. Nuestro héroe descubre que, a parte de tener que salvarla, también debe plantar cara al bandido y sortear los obstáculos que crea la dichosa película estropeada con todos los curiosos recursos que tiene a mano.