jueves, 29 de diciembre de 2016

LA IMAGEN DE LA INDIFERENCIA (1942)



“Listen to Britain” parece un simple documental sobre la rutina de la población y el ejército inglés durante la Segunda Guerra Mundial, aunque, en realidad, fue encargado oficialmente por el Ministerio de Información del Gobierno británico a los directores Humphrey Jennings y Stewart McAllister. Nominado, un año más tarde, por la Academia de Cine de Reino Unido, se trata más bien de una de las piezas propagandísticas más importante de la época, aunque posea una mayor sutileza que otras obras más conocidas. A diferencia de éstas, en esta curiosa cinta no se desarrolla una historia, tal y como se realizaba en el cine clásico hollywoodiense, sino que más bien despliega una idea, un concepto, que lleva a cabo de principio a fin.

De los dos autores, Jennings se convirtió en todo un referente para movimientos cinematográficos como el Free Cinema, que comenzaría a dar sus primeros pasos una década después, aportando una estética realista a los metrajes de ficción y promoviendo, en definitiva, esa visión antihollywoodiense tan reaccionaria y propia de Europa, que no hace sino enriquecer la historia del cine y su experiencia. Igualmente, este trabajo se ganó cierta consideración poética, aunque, en verdad, ambos cineastas hagan uso del toque experimental y artístico únicamente para calar más hondo en sus conciudadanos y evitar, por tanto, que detecten fácilmente cualquier motivo ideológico que se esconda en su interior. Simplemente, a través del simbólico montaje no lineal se nos muestra un mensaje persuasivo como tal, pero, a su vez, representa la modernidad del cine, apoyada por la introducción del sonido, en lugar de una voz en off como estamos acostumbrados a ver en este género documental. Precisamente, éste aporta un toque atípico comparado con otros metrajes de la década, puesto que identifica cada imagen con su propio sonido o canción, como si la voz de la cultura fuera acallada constantemente por los gritos de la guerra.

jueves, 22 de diciembre de 2016

UNA ENSOÑACIÓN DISTORSIONADA (1928)



Dentro del expresionismo más experimental, pocos conocen uno de los cortos más indispensables del cine no narrativo, “La Caída de la Casa Usher”, de los cineastas estadounidenses James Sibley Watson y Melville Webber. Esta vanguardia clásica, que engloba, además, corrientes tan exquisitas como el surrealismo, el dadaísmo o el impresionismo, entre otras, es un pilar fundamental para estudiar la evolución de la estética cinematográfica y artística. Por el contrario, aún siguen existiendo metrajes que son todo un misterio para el público convencional, a pesar de su esencial labor para crear el cine tal y como hoy lo conocemos, como es el caso de este cortometraje.

Webber y Watson prácticamente han permanecido a la sombra en la historia del cine a causa de una misma versión de la siniestra obra de Edgar Allan Poe realizada por el francés Jean Epstein, “La Caída de la Casa Usher (El Hundimiento de la Casa Usher)” (1928), que contó con la colaboración de Luis Buñuel como ayudante de dirección. Una corta participación la de éste, ya que se marchó un tanto airado del rodaje por desavenencias con el realizador. Webber y Watson llevaron a cabo muy dignamente su propia visión de tan atormentada historia, en la que, recordemos, Allan (Melville Webber), un viajero, visita la mansión de su amigo, Usher (Herbert Stern), el cual está realizando un retrato de su esposa, Madelaine (Hildegarde Watson). Sin embargo, cuanto más avanza el lienzo, más desfallecida se encuentra su mujer. Bien es cierto que, en pleno 1928, este trabajo podría parecer un tanto anticuado en su presentación y, quizá, ésta fuese una de las causas por las que el metraje cayó en el olvido frente a la presencia del de Epstein. No obstante, hay que tener en cuenta que ambos cineastas fueron quienes introdujeron en Estados Unidos las corrientes estilísticas de vanguardia que habían dominado Europa por completo.

jueves, 15 de diciembre de 2016

LAS PEORES BAJEZAS DEL SER HUMANO (2016)



Con varios premios a sus espaldas en los festivales de Fantasia de Montreal, de Melbourne y de Sitges, entre otros, “Train To Busan” se convertió en una de las sensaciones del año 2016 y todo un perfecto embajador del potencial cinematográfico de Corea del Sur. El director Yeon Sang-Ho logró labrarse un merecido hueco en la industria del país, sobre todo, tras sus anteriores trabajos de animación, “The Kings of Pigs” (2011), “The Fake” (2013) y, especialmente, “Seoul Station” (2016), en la que podemos visualizar los hechos acontecidos en la céntrica estación de la capital como una especie de preámbulo de lo que nos espera en “Train To Busan”. La fría crueldad que narran sus obras se mantiene como hilo conductor de su trayectoria, en donde prima una sociedad prácticamente apocalíptica, que provoca e invoca constantemente a las peores bajezas del ser humano.

Es más que evidente el buen estado en el que se encuentran las películas de infestados, no sólo por su revisión en cuanto a narrativa y estética, que, obviamente, acompaña a las mejoras tecnológicas que el séptimo arte pone a disposición, sino que, además, su notable inserción en el circuito de festivales internacionales lleva a pensar que el género de zombies sigue latente y con fuerza. En esta ocasión, Seok Woo (Yoo Gong) es un ocupado empresario que apenas tiene tiempo para dedicárselo a su hija Soo-An (Kim Soo-An). Recién separado, su mente se encuentra totalmente inmersa en los negocios, pero, como regalo de cumpleaños de la pequeña, deciden tomar un tren de alta velocidad para visitar a la madre de ésta en Busan, al sur del país. Lo que bien pudiera haber sido un viaje tranquilo en el que, por desgracia, tener que ver a su exmujer, se convierte en un día decisivo en sus vidas, en una lucha por la supervivencia más descarnada por culpa de un extraño virus que se expande a gran velocidad por Corea del Sur.