12 de septiembre de 1987. Se trata de una fecha inolvidable en el mente de muchos. En las radios de medio mundo se anunciaba una noticia que marcaba un antes y un después en las vidas de sus seguidores. The Smiths había tomado la decisión de separarse definitivamente. Así es, Patrick Morrissey y Johnny Marr tenían tanta tensión entre ellos que, al final, la banda de Manchester “pasó a mejor vida”, pero sus himnos han sobrevivido al paso del tiempo, siendo vitoreados y admirados generación tras generación. Todavía resuenan las notas de “This Charming Man”, alguno aún conservará aquellas pegatinas que exclamaban “Meat Is Murder”, en honor a su segundo álbum de estudio, con el especial “How Soon is Now?” y, cuando ya tocaban la corona británica de la música, la historia se apoderó de “There Is a Light That Never Goes Out”, “Bigmouth Strikes Again” o “Panic” en las calles londinenses con su pegadizo “Hang the DJ”.
El director y productor estadounidense Stephen Kijak aún recuerda aquellos tiempos y es por eso que su segundo largometraje de ficción rinde un homenaje a tan emblemática formación. Tras ocho documentales a sus espaldas y su participación en 2014 en la serie documental “La galerie France 5”, con el episodio “Rolling Stones, La French Connection”, el cineasta se mantiene dentro de su pasión, el mundo de la música, retratando lo que supuso aquel fatídico día para toda la legión de fans de The Smiths. “Shoplifters of the World” se sitúa en Denver para contar el ultimo día de cuatro jóvenes amigos, Cleo (Helena Howard), Sheila (Elena Kampouris), Patrick (James Bloor) y Billy (Nick Krause), que tomarán caminos distintos para seguir con sus vidas, ya sea la universidad, una carrera militar o un viaje sin destino. Cuando Helena se despierta ese 12 de septiembre, descubre que su grupo favorito se disuelve y, con ello, una era completa. Ya nada volverá a ser lo mismo. Su visión es compartida por Dean (Ellar Coltrane), el dependiente de la tienda de discos que la permite robar libremente porque está enamorado de ella. A partir de ese momento, los cuatro amigos disfrutarán de las horas que quedan para comenzar un nuevo capítulo.
El trabajo de Kijak respira pura nostalgia ante lo que supuso The Smiths, un refugio para millones de jóvenes solitarios y perdidos en una década de muchos cambios. Durante 24 horas observamos cómo esa estabilidad se rompe, cómo los planes pueden perderse sin previo aviso, cómo se redirigen sus vidas hacia un futuro desconocido e incierto. En hora y media, el cineasta profundiza en sus sentimientos, mientras revisa los mayores éxitos de la banda con una acción que sirve perfectamente de excusa, pero también de representación del imaginario de toda esta generación. Dean toma la decisión de rendir su propio homenaje al grupo que le permitió conocerse mejor a sí mismo: se cuela en la estación de radio más cercana para suspender la maratón nocturna de música heavy y obligar a su locutor, DJ Full Metal Mickey (Joe Manganiello), a punta de pistola, a poner cada uno de los álbumes de estudios y singles de los de Manchester.
Su narración supone una triste cuenta hacia atrás, las últimas horas en las que los cuatro amigos compartirán su rutina, de bar en bar, de fiesta en fiesta. La ternura con la que el director mima su trabajo, que él mismo adapta a través de la historia de Lorianne Hall, profiere cierto tacto y cuidado a la hora de trabajar con los devastadores sentimientos de estos jóvenes que dejan la adolescencia atrás. Por un lado, Helena Howard encarna al personaje con mayor rebeldía e impulsividad, una chica que va a perder a sus amigos, pero que también recibirá algo a cambio en su recta final, disfrutando de una libertad que ni ella misma imaginaba al dejar atrás a sus más queridos músicos. A su lado, Elena Kampouris aporta cierta comicidad en su búsqueda por un look más acorde a su nueva vida en otra ciudad. La pizpireta y aniñada Elena Kampouris adopta el aspecto de Madonna en “Into the Groove” y su participación en la película “Buscando a Susan Desesperadamente” (Susan Seidelman, 1985) para la que ofrece ciertos guiños. Sheila se siente frustrada en su relación con Patrick (James Bloor), quien ha decidido no volver a mantener relaciones sexuales en honor Morrissey, aunque tras ello se escondan otros sentimientos reprimidos y una necesidad por ser él mismo. James Bloor y su pajarita sin anudar como muestra de modernidad acompaña al alocado Billy, que ha decidido inesperadamente entrar en el ejército. Con la carga del orgullo de sus padres a su espalda y el pelo rapado al mínimo, el joven, interpretado por Nick Krause, no parece tener nada claro en su vida, pero es el más valiente e irreflexivo de todos ellos, siempre en defensa de sus amigos y en constante ebullición hormonal.
El director de fotografía Andrew Wheeler nos introduce en la nocturnidad de esta narración con una atmósfera de nostalgia y melancolía lastrada por el pasado. Los detalles se agolpan en cada encuadre, repleto de guiños a los mayores fans de The Smiths en el recuerdo de un día que, para muchos, supuso un punto de inflexión en sus vidas, pero que también abrió paso a una nueva era de crecimiento personal. Después de todo, la historia de “Shoplifters of the World”, basada en las vivencias de Hall, son las memorias de los corazones rotos, de una mágica época que ahora observamos en la distancia, con cierto aroma de comicidad inocente, entre fiestas y derroches de alcohol y drogas, con cientos de vinilos que conectaron alguna vez con los distintos tipos de público. La obra de Kijak no es perfecta, pero, desde luego, es una muy buena propuesta por su cariño y empeño en hacernos revivir aquellos tiempos.
Lo mejor: una entrañable delicia para los fans de The Smiths.
Lo peor: los personajes no poseen una profundidad relevante,
pero es algo que tampoco se echa de menos teniendo en cuenta que tan solo se
trata de un único día en sus vidas.
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