viernes, 13 de agosto de 2021

EL SUEÑO DE UN MENSAJE IMPOSIBLE (1987)

Esta contemporaneidad en la que el contenido digital, los cambios y la inmediata actualidad mandan, no nos impide que podamos recatar el pasado desde su fisicidad entre tantas cuentas pendientes. El salto del analógico al digital provocó, entre otras consecuencias, que muchas películas independientes quedaran en el olvido durante décadas, como fue el caso de “Friendship’s Death”, cuya restauración corrió a cargo del British Film Institute. El primer largometraje en solitario del director, guionista y teórico británico Peter Wollen supone una obra realmente valiosa al ser la última película que el cineasta realizara antes de retirarse para dedicar sus esfuerzos a la investigación académica en la Universidad de California. Para muchos, es una cinta totalmente desconocida que reclama nuestra atracción por su actriz protagonista, una jovencísima Tilda Swinton que intentaba abrirse paso en el mundo de la interpretación con su sexto trabajo, tal vez, el que más atención generó en su momento.

El British Film Institute no pudo dejar pasar la oportunidad de ofrecer esta obra a los cinéfilos tras las incalculables colaboraciones con el centro que Wollen realizó en formato libro con investigaciones sobre Orson Welles, Howard Hawks, Andy Warhol o clásicos del cine como “Cantando bajo la lluvia” (Stanley Donen y Gene Kelly, 1952), entre otros escritos sobre sociología y semiótica. En esta ocasión, el director escribió un guion sumamente intimista al encerrar a sus dos personajes en una habitación de hotel de la que no saldremos en los apenas 78 minutos de duración. Un robot (Tilda Swinton) es enviado a la Tierra para traer un mensaje de paz a los seres humanos. Diseñado con el único objetivo de ir al Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) para acceder a las Naciones Unidas, llega por error a Amman, en Jordania, precisamente cuando el país se encuentra golpeado por los disturbios del Septiembre Negro de 1970. A causa de esto, el corresponsal británico Sullivan (Bill Paterson) debe informar de la actualidad desde su habitación del hotel, coincidiendo con el robot. Ella le confiesa su propósito, mientras él pone en cuestión su testimonio.

Pocas obras se puede definir con tan solo una palabra como en el caso de “Friendship’s Death”: ingenio. Efectivamente, estamos ante un derroche de astucia que hace frente a las limitaciones de presupuesto sin que siquiera nos percatemos de ello. Los pensamientos desfilan en un encuentro dialéctico de sorprendente habilidad y ligereza, convirtiendo a la narración en una hipnótica rareza como pocas. Su postura radical es elegante y en su versión original se localiza cierto halo irónico que Wollen adopta para jugar con la mente del espectador. Los golpes en las teclas de la maquina de escribir de Sullivan toman cierta sensibilidad inesperada a través de un personaje que recoge la propia historia, la mastica, la depura, como un metabolismo ácido que vomita sobre el papel. A su lado, el robot observa detenidamente las acciones y reflexiones del periodista como si de un espejismo se tratase. No sería de extrañar que un contexto bélico como en el que se encuentra Sullivan, el robot de Swinton sea tan solo una creación psicológica que le somete a interrogatorios interminables y que le conduce a traspasar límites que él jamás ha experimentado. Quién sabe.

Es innegable que, en cierta manera, Swinton nos lleve a pensar en otras posibles influencias como el Bowie de “The Man Who Fell to Earth” (1976), una de las adaptaciones de Walter Tevis a cargo del director británico Nicolas Roeg. Cada palabra de la actriz resuena hipnóticamente en pantalla, puesto que, como siempre, ella suele tener un halo mágico y diferente que nos arrastra y nos introduce en la historia con una pasmosa facilidad. Sus silencios siempre son interrumpidos por el actor escocés Bill Paterson, del que hemos disfrutado en incontables ocasiones, sobre todo, como secundario, en una carrera que despegó ya en la década de los 70. Su ensordecedora presencia en la habitación del hotel poco a poco se difumina en su desesperanzadora visión de la realidad y en esa extraña amistad que se genera entre el hombre y la máquina, precisamente como representación de una de las mayores inquietudes de la humanidad.

Wollen nos lleva directos a una espiral humanista que juega con la relatividad independientemente de su contexto tan localizado. Sí, es el recuerdo del terrible conflicto entre las Fuerzas Armadas de Jordania y la Organización de Liberación de Palestina y sí, pese a no adentrarnos visualmente en el propio territorio de disputa, supone una revisión de la memoria histórica internacional. Bien pudiera parecer agotadora tanta dialéctica sin descanso, pero cada palabra es oro frente a cualquier posible imperfección que pudiera tener una cinta que apenas fue rodada en tan solo dos semanas. Pocos pueden negar que “Friendship’s Death” sea de obligado visionado a pesar de su final tan encriptado del que cada cual puede sacar su propia reflexión y es que Wollen nos invita exactamente a disfrutar de la libertad que nos ofrecen los pensamientos.

Lo mejor: disfrutar de las magnéticas dotes de Swinton desde su juventud. Una absoluta delicia.

Lo peor: puede llegar a ser agotadora, puesto que estamos ante casi 80 minutos cargados de diálogo.

 

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