El director, productor, actor y guionista francés Ferdinand
Zecca logró convertirse en uno de los protagonistas de la etapa pre-clásica del
séptimo arte. Su visión del trucaje, que por aquellos entonces no sólo se había
puesto de moda en el cine, sino que también había logrado desbancar los aires
documentales de los hermanos Lumière, se distanciaba totalmente de lo que
predominaba en la época. Mientras que nombres populares como Georges Mèliés apostaban
por potenciar sus dotes de ilusionismo a través del cinematógrafo, Zecca
dedicaba sus esfuerzos a contar historias en las que aquella extraña magia que
podía provocar la desaparición de la gente en pantalla se ponía al servicio de
la narrativa.
Además de ello, el cineasta formaba parte del imperio creado
por Charles Pathé en colaboración con sus hermanos, la Pathé Frères, dedicada
exclusivamente al cine y los discos fonográficos y que el propio fundador
levantó desde cero. La obra “El Melómano Mudo” (1899) le valió muy
merecidamente formar parte de la empresa, llegando a ser, incluso, su principal
cineasta a principios del siglo XX. Sin embargo, “Historia de un Crimen” es, precisamente,
el claro ejemplo de su pensamiento. Una pieza de 110 metros y seis cuadros que
fue un rotundo éxito y que el propio Pathé acabaría otorgándole la cualidad de
ser el primer drama de la historia del cine, mientras que, con el paso de los
años, se especificó que, en realidad, era la primera obra del género policíaco.
Inspirado en una representación del museo de cera Grévin,
de París, el metraje desarrolla la historia de un hombre (Jean Liézer) que decide
asesinar al vigilante de un banco (Bretteau), un atroz acto por el que será atrapado rápidamente por la policía. En el interior de la celda y a la espera de su ejecución, el preso
recordará ciertos pasajes de su pasado entre sueños, acciones que tarde o
temprano le llevaron a tal final. Así es como “Historia de un Crimen” adquiere
también importancia no sólo por mostrar las consecuencias psicológicas del
protagonista ante tal fechoría, un aspecto que se plasma como pocos metrajes de
esta etapa lo hacen, sino también por convertirse en uno de los primeros
intentos de crear un flashback.
Con una advertencia que aconsejaba no ser proyectado en
presencia de niños a causa de esos últimos instantes en los que la imagen
ofrece un trucaje demasiado realista para la época, estos minutos finales,
inspirados también en “Ejecución Capital en Berlín” (Charles Pathé, 1899),
acabarían siendo tachados por la censura francesa. Además de ello, Zecca
elaboró un protoguion para construir la estructura de una narrativa que no
mantenía la linealidad, algo que desarrollaría con gran hincapié a lo largo de
su extensa filmografía que, en sus últimos años, compartiría con el actor,
director y guionista francés René Leprince.
No fue ni la primera ni la última vez que el cineasta
proyectaba la “actualidad reconstruida”, noticias de gran impacto que llevaría
a la pantalla con un impactante realismo y naturalismo artístico. Una temática que
supuso la clave de su trayectoria profesional con temas que importaban a la población,
las miserias y los dramas sociales que cumplían con el interés y la cercanía
del pueblo y que quedaban reflejados independientemente del género que se
trabajara. Sin duda alguna, su excepcional experiencia personal y conocimiento de las
técnicas de otros realizadores como Mèliés o la escuela de Brighton le valió
convertirse también en supervisor y maestro de nuevas cantinas de directores y
técnicos de cine, con nombres tan emblemáticos como André Heuzé, Segundo de
Chomón o Gaston Velle, entre otros.
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