El director, guionista y productor surcoreano Park Hoon-Jung
se estrenó en el mundo del séptimo arte con la narración de “I Saw the Devil”
junto a Kim Jee-Woon en 2010, teniendo ante sus manos uno de los thrillers más
importantes de la cinematografía surcoreana hasta la fecha. La película
recaudaría nada menos que $12 millones, posicionándose en el puesto número 14
de las cintas más vistas en el año. Este primer paso le llevaría también a
escribir “The Unjust” (2010), en la que trabajaría con otro de los grandes cineastas
de Corea del Sur, Ryoo Seung-Wan, lo cual le llevaría a respaldar una obra que
obtendría $18 millones de recaudación. Dos grandes éxitos en un solo año que
impulsarían un nuevo ciclo en su vida, esta vez, como director.
Su ópera prima, “The Showdown” (2011), un drama con
interesantes escenas de acción, que se sitúa en la Manchuria del siglo XVII,
apenas aparecería en las listas de los mejores largometrajes del año, pasando
totalmente desapercibido para el público local. No obstante, su trayectoria profesional
pronto alcanzaría la cumbre con su segundo largometraje, “New World”, tan sólo dos años después. El thriller
con tintes neo-noir no sólo conquistó la taquilla nacional, en la que obtuvo
nada menos que $31 millones, sino que, además, saltó al panorama internacional
entre festivales de cine y taquillas ávidas de cinematografías diferentes, convirtiéndose en una obra inolvidable, en especial, por contar con los tres actores del momento, Choi Min-Sik, Lee Jung-Jae y Hwang Jun-Min. A
ella le seguiría “The Tiger” (2015), para la que contaría nuevamente con la presencia de
Choi Min-Sik, esta vez, sin compartir protagonismo. El eterno “Oldboy” se
vería inmerso entre las montañas de Jirisan durante la ocupación de los
japoneses para emprender una aventura como un gran cazador de tigres.
Sin duda, tras estos éxitos, la carrera de Park Hoon-Jung
quedaría más que asentada gracias a un talento innegable que ha venido
desplegando tras las cámaras y que parece una fuente inagotable. Prueba de ello
es la controvertida “V.I.P.”, que llegaría a los cines el 23 de agosto de 2017, recaudando $9
millones, lo que le costaría que la cinta no pudiera ser finalmente exhibida en el Festival
de Venecia una semana después. A pesar de recibir serias críticas por la
gran carga de violencia que contiene, sobre todo, contra la mujer, estamos ante un caso de asesino en serie
que, incluso, compromete las relaciones diplomáticas de varios países. Kim
Kwang-Il (Lee Jong-Suk) es hijo de un oficial de alto rango de Corea del Norte.
Precisamente por eso, desata sus deseos más siniestros junto a sus mejores
amigos. Su despiadada mente le lleva a torturar a chicas jóvenes e, incluso, a
sus familiares, dejando con descuido todo tipo de pruebas ante la inmunidad que posee y
aprovechándose de que el agente norcoreano Lee Dae-Bum (Park Hee-Soon) no puede hacerle nada. Poco tiempo después, Chae Yi-Do (Kim Myung-Min) es ascendido en la policía de Corea
del Sur, a pesar de ser un hombre sin escrúpulos capaz de perseguir a los
delincuentes con medidas fuera de la ley. Su nuevo caso le lleva a perseguir a
un nuevo asesino en serie que, casualmente, es Kim Kwang-Il. Sin embargo, tras
él también está el equipo del Servicio de Inteligencia Nacional (NIS),
encabezado por Park Jae-Hyuk (Jang Dong-Gun), quien es consciente del cargo que
posee el padre de Kim Kwang-Il y de los problemas que puede causar a nivel
diplomático un caso de tal envergadura.
La narración cíclica a la que nos enfrentamos nos sitúa en
Hong Kong, en 2013. Park Jae-Hyuk se dispone a aceptar un encargo de Paul
(Peter Stormare), un agente de la CIA. A partir de entonces, la obra de Park
Hoon-Jung se desarrolla de forma pausada, deleitándose, primero, en la actitud
del antagonista, en sus acciones, las de sus compañeros de fechorías y en la
impotencia del policía Lee Dae-Bum. Pronto el triángulo CIA-NIS-Policía local
entra en acción, produciéndose una encarnecida lucha entre los diferentes
agentes que nutre prácticamente una narración que se extiende excesivamente
durante 128 minutos de metraje. Los constantes choques entre Chae Yi-Do y Park
Jae-Hyuk sólo sirven para que Kim Kwang-Il nade en un mar de protección entre
unos y otros, reforzando cada vez más su actitud, agresiva, con descaro,
ofensiva y retadora. Sabe que no tienen nada que hacer con él, al igual que, si
sigue asesinando, no tendrá que pagar las consecuencias.
Ante un protagonismo tan repartido entre un elenco
sobradamente conocido, destaca la figura de Jang Dong-Gun, actor que cambió su
suerte gracias a su participación en “Friend” (Kwak Kyung-Taek), uno de los
primeros grandes blockbusters que forjaron un nuevo destino para el cine surcoreano del siglo XXI. Tal
es así, que su trayectoria cuenta con títulos reconocidos como “Lazos de
Guerra” (2004) y “My Way” (2011), de Kang Je-Gyu; “Dangerous Liaisons” (Hur
Jin-Ho, 2012) o “El Redentor” (Lee Jeong-Beom, 2014), entre otras. Precisamente,
en “V.I.P” encara un papel más ambiguo de lo acostumbrado, entre la
línea del bien y del mal, desplegando desconfianza a su paso, pero más efectivo
de lo esperado. Frente a él, Kim Myung-Min se desenvuelve con soltura en un rol
bastante clásico en la ficción surcoreana, como es el de policía políticamente
incorrecto, pero incorruptible en su persecución del mal. Precisamente, en
2017, el actor no sólo presentaba su trabajo en “V.I.P.”, sino también en “A
Day” (Cho Sun-Ho), manteniéndose en el thriller como zona de confort. Igual de
fructífero sería el año para Park Hee-Soon, que también figuraba en “The Fortress”
(Hwang Dong-Hyuk) y “1987” (Jang Joon-Hwan). En este caso, el actor no posee la
presencia que se merece, cuando, en realidad, se trata del primer agente al
frente de este caso. Un personaje desaprovechado que, en cambio, protagoniza
una escena reveladora de gran impacto. Sus papeles secundarios en películas
como “Antarctic Journal” (Yim Pil-Sung, 2005), “A Barefoot Dream” (Kim
Tae-Gyun, 2010), “The Suspect” (Won Shin-Yeon, 2013) o “El Imperio de las
Sombras” (Kim Jee-Woon, 2016) bien le valieron para que su labor fuera
reconocida. Tal es así, que el propio Park Hoon-Jung contó con él para su
debut en la dirección.
Finalmente, Lee Jong-Suk encarna a un villano inesperado.
Más popular por sus protagónicos en comedias románticas para la televisión,
resulta, en un principio, complicado verle salir de su encasillamiento para
encarar a un personaje diferente en comparación con lo realizado hasta la
fecha. No obstante, todo cambia en la recta final del metraje, cuando Kim
Kwang-Il pierde totalmente los papeles y desborda rabia y soberbia frente a
todos los agentes. Sin duda, tanto él como Jang Dong-Gun protagonizan una de
las escenas más espeluznantes del clímax de esta cinta, no por su contenido,
que hemos visto en multitud de thrillers, sino por la forma en la que es
plasmado. Un simple plano, una sencilla acción y tan sólo unos segundos de relato
obligan a apreciar mucho más el detallismo y mimo con el que Park Hoon-Jung ha
construido su obra. Es precisamente por esto que, “V.I.P.” merece su visionado
y, por consiguiente, el reconocimiento de un director al que aún le queda
mucha trayectoria con la que sorprender.
Lo mejor: el magnífico elenco que comparte protagonismo,
aunque no sea a partes iguales. El gran cuidado que su cineasta ha puesto para
realzar ciertos momentos al más puro estilo “I Saw the Devil”.
Lo peor: Park Hee-Soon sigue siendo ensombrecido a pesar de
encarnar un personaje que requería más presencia. La innecesaria dilatación de la narración.
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