Silmido
es una pequeña isla surcoreana que siempre se ha pensado que estaba
deshabitada. Situada en el Mar Amarillo, cercana a Incheon y el aeropuerto
internacional del país, parecía no tener apenas importancia en la historia de
la península. Sin embargo, en 2006, justo en plena revisión histórica, se
descubrieron ciertos informes que revelaban una misión especial bajo el mandato
del presidente Park Chung-Hee durante la segunda mitad de su gobierno. Como
represalia al intento de asesinato el 21 de enero de 1968 por la Unidad 124, se
tomó la decisión de emplear la misma moneda, por lo que se formó la Unidad 684,
que entrenaría en la isla Silmido con el único fin de matar al antiguo líder
norcoreano, Kim Il-Sung. Desde entonces, este lugar es un destino turístico de
lo más popular, especialmente tras el estreno, el 19 de febrero de 2004, de uno
de los blockbusters surcoreanos más importantes de su nuevo cine, “Silmido”,
del director y productor Kang Woo-Suk.
El
autor, que llevaba poco más de una década de trayectoria con mayor o menor reconocimiento, vio cómo su carrera despegaba con el inesperado éxito de una cinta
que acabaría siendo la primera en lograr vender 11,2 millones de entradas en
menos de 2 meses. Precisamente, filmar una historia basada en uno de los
capítulos más oscuros de Corea del Sur captó toda la atención posible. Kang In-Chan
(Sol Kyung-Gu) es sentenciado a muerte junto a una treintena de presos, pero,
antes de ser ejecutado, le ofrecen la posibilidad de servir al ejército en una
nueva misión secreta. Tanto él como los demás aceptan a cambio de salvar sus vidas, por
lo que son trasladados a la isla Silmido, en donde les espera el comandante a
cargo (Ahn Sung-Ki), que les someterá a un entrenamiento inhumano. Son
conscientes de que, en un corto plazo de tiempo, deberán adentrarse en tierra norcoreana
para asesinar al líder Kim Il-Sung y preparar la próxima unificación de la
península. Convertidos en los mejores soldados surcoreanos, esperan el aviso
para comenzar su misión, pero la llamada que el comandante recibe de los más
altos cargos genera un cambio de planes.
Ganadora
de 7 premios nacionales, entre los que destaca el de mejor película y director
en los Blue Dragon Awards, aporta un gran dramatismo a una cuestión que, ya de
por sí, conmovió a la población surcoreana. Para ello, Kang Woo-Suk hace un
excelente uso de las dos horas y 10 minutos de metraje en los que la crueldad y
la violencia campa a sus anchas. Un amargo suspense se desata desde el primer
instante, en donde, a través de extrañas segundas oportunidades, los personajes
se ven envueltos en una montaña rusa de emociones que traza lazos de amistad inesperados, pero
que también les ata a una tierra olvidada por el país. Dinámica, a pesar de su
pausado ritmo; impactante y crítica, la cinta se centra en las relaciones que
se entablan entre la unidad, humanizando a quienes hasta ese momento seguían siendo
anónimos, para, posteriormente, destruir todo a su paso en una película que
habría sido imposible llevar a cabo antes de la llegada de la democracia a
Corea del Sur.
Belicismo
y acción se encuentran cara a cara con un clímax de lo más intenso en el que
queda todo en juego. O todo o nada, no hay medias tintas, ni finales abiertos.
No hay terceras oportunidades ni condescendencias. El cineasta sigue al pie de
la letra la historia real, adornando con detalles melodramáticos una narración
atractiva y bien pulida. Parte de su éxito viene dado gracias a un magnífico
elenco, encabezado por Sol Kyung-Gu, un veterano actor con una carrera
imparable, que precisamente había colaborado con Kang Woo-Suk en su anterior
largometraje, “Public Enemy” (2002). Independientemente de este acertada intervención, su rostro ya era sobradamente
reconocido por haber trabajado junto al popular realizador Im Sang-Soo en su
obra “Girls Night Out” (1998) y, muy especialmente, por su papel protagónico
tanto en la premiada “Oasis” (2002) como en “Pepermint Candy” (1999), ambas de Lee Chang-Dong, que se convirtieron en importantes dramas del nuevo cine
surcoreano. Con tal trayectoria, era evidente la magnífica labor interpretativa
que llevaría a cabo en “Silmido”. Serio, casi ausente, inteligente, leal y
parco en palabras, su personaje es símbolo de valentía, supervivencia y
amistad, valores que se erigen esenciales para el desarrollo de la trama. Su
impecable actuación le llevó a continuar junto a Kang Woo-Suk para cerrar la
saga de su obra previa con “Another Public Enemy” (2005) y “Public Enemy
Returns” (2008). Junto a ellas, desfilan títulos familiares como los thrillers
“Cold Eyes” (Jo Ui-Seok y Kim
Byung-Seo, 2013), “Memoir of a Murderer” (Won Shin-Yeon, 2017) o, el distribuido
por la plataforma Netflix, “Sueño Lúcido” (Kim Joon-Seong, 2017); la producción
franco-coreana “Una Vida Nueva” (Ounie Lecomte, 2009), la espectacular
catástrofe de “Haeundae” (JK Youn, 2009), el lacrimógeno melodrama “Hope” (Lee Joon-Ik, 2013).
Igual
de loables resultan el resto de actores, Heo Jun-Ho, Kang Seong-Jin o, más populares, Lim
Won-Hui, Kang Shin-Il y Jeong Jae-Yeong, el cual encarna a un personaje que actúa como mano
derecha de Kang In-Chan. Sin embargo, Ahn Sung-Ki destaca de forma
sobresaliente ejecutando un giro emocional inesperado en un papel que viene a engrosar su más que extensa carrera profesional, por la que desfilan famosas cintas como “Duelist” (Lee Myung-Se,
2005), colaboraciones con futuras promesas del cine nacional como el realizador Lu Zhang a través de su obra “Love And…” (2015), o, incluso, “Revivre” (2014), el último
largometraje del gran cineasta Im Kwon-Taek. Rostros muy reconocidos reunidos
ante una fuerte crítica social al pasado del país, a cómo se intentó sacar
partido a la desesperación y se utilizó al pueblo como simples marionetas.
Tras
esta genialidad del género bélico surcoreano, se esconde el reputado director de
fotografía Kim Sung-Bok, que formaba parte del equipo de Kang Woo-Suk por
segunda vez. Su firma quedó registrada en los dos primeros blockbusters que
marcaron un antes y un después en la industria cinematográfica nacional,
“Shiri” (Kang Je-Gyu, 1999) y “Joint Security Area JSA” (Park Chan-Wook, 2000).
En esta ocasión, la atmósfera se torna pesada, asfixiante, opresiva,
potenciando los instantes de mayor acción, acompañados por una banda sonora
perfectamente dosificada que termina de completar el imprescindible homenaje a
aquellos soldados anónimos de la Unidad Especial 684. “Silmido” es, a día de
hoy, una de las obras más indispensables para comprender la identidad coreana
y, sobre todo, los excelentes comienzos de su nuevo cine, una etapa dorada que
sigue aportando grandes títulos para la historia del séptimo arte a nivel
mundial.
Lo
mejor: conocer la historia real que se esconde tras esta producción, siendo
conscientes de que la narración aporta detalles ficcionales más que evidentes.
Lo
peor: los escasos minutos iniciales, algo más pausados en comparación con el
metraje restante.
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